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La importancia de la adoración privada

Una mirada a Juan 12:1-19

Uno de los actos «icónicos» de la fe cristiana es el ungimiento de Jesucristo por parte de María. Según leemos en el pasaje, la hermana de Lázaro, «habiendo traído medio litro de perfume de nardo puro de mucho valor, ungió los pies de Jesús y los limpió con sus cabellos» (Juan 12:3). Indignado, Judas Iscariote levanta la voz afirmando que «se pudo dar el dinero a los pobres» (v5), a lo que Cristo responde, «Déjala. para el día de mi sepultura ha guardado esto» (v6). 

Varias voces se han alzado para interpretar el gesto de María, algunos atreviéndose a cuestionar este acto como «una provocación sexual» o de “inmoralidad”. Por caso, los cabellos sueltos y los pies besados (Lucas 7:38) parecerían sustentar tal interpretación controversial (cf. 1 Corintios 11:11-16). Sin llegar a ese extremo, otros teólogos han entendido este acto como simplemente un gesto «falto de etiqueta», error que Jesucristo subsana con su misericordia y bondad. 

Pero esto está lejos de ser así: Cosgrove (2005, pg. 676) nos muestra que ciertamente la práctica era común en mujeres “decentes” que con sus cabellos sueltos se presentaban ante la deidad en actitud de adoración y súplica, de humildad y reverencia ante aquellos que —ellas creían— todo lo podían hacer, todo lo podían dar, todo lo podían lograr. 

«María, al ungir los pies de Jesús, confiesa que Él es la divinidad encarnada, Aquel que puede escuchar el dolor, responder sus necesidades, e incluso perdonar sus pecados».

Arturo Kim, profesor en la faculta de Teologia Integral de Buenos Aires.

Trasladando esta realidad al contexto de nuestro pasaje, se trata de un acto de confesión de fe en la que privadamente María, una “mujer decente”, declara en lo íntimo de su hogar que Jesucristo —y solo Él— es Dios. Quiere decir que María, al ungir los pies de Jesús, confiesa que Él es la divinidad encarnada, Aquel que puede escuchar el dolor, responder sus necesidades, e incluso perdonar sus pecados (cf. Juan 1:1; 20:31)

Según era común en la teología del Antiguo Pacto, el ungimiento de Cristo por medio del perfume podría llegar a denotar ciertos tintes reales; en otras palabras, María estaría declarando que Jesucristo no solo es Dios, sino que además es “rey” —o por lo menos Juan entiende este acto como tal—.

La propuesta de que María ha ungido a Cristo como rey cobra más fuerza cuando contrastamos lo acontecido con la siguiente narrativa; esto es, cuando Jesús entra triunfalmente a Jerusalén montado en un asno, siendo recibido precisamente como rey. En el v 13, las multitudes declaran públicamente : «¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel!» 

Que Jesucristo sea nombrado «rey» a estas alturas de su ministerio no debe de sorprendernos: el ministerio mesiánico estaba íntimamente ligado a la estatura regal de quien sustentase tan alto título (cf. Salmo 72:1-20; 110:1-7; Isaías 9:17-7, etc.). Entonces, al entrar a Jerusalén como Mesías, Jesucristo es debidamente declarado «rey» por las masas. Lo interesante es que la misma muchedumbre que le exalta como soberano de forma pública y masiva lo rechaza posteriormente gritando, «Fuera el rey, ¡Crucifícalo(Juan 19:14-15). De esta forma, la declaración «pública» de fe de que Jesucristo es “rey” queda opacada por la negación posterior. 

María unge los pies de Jesús en Betania
María de Betania unge los pies del Maestro, una práctica que se utilizaba con los reyes de la época.

Las dos historias —el ungimiento de los pies «privado» de parte de María y la declaración regal «pública» de Jesucristo— no se hallan contiguas de forma azarosa, sino que se proponen cuidadosamente de forma conjunta para presentar dos paradigmas de fe, contrastar lo privado y lo público, este primero prevaleciendo por sobre lo multitudinariamente superficial y externo.

Para el apóstol Juan, lo privado siempre prevalece a lo público, por lo menos en lo que respecta a la fe en Jesucristo como Salvador, Mesías, y Rey. Por ejemplo, es en la conversación privada con Nicodemo en la que Jesucristo declara que «de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna». (Juan 3:16). Asimismo, es en la conversación privada con la mujer samaritana en la que nuestro Señor se da a conocer por primera vez como «el Mesías esperado» (Juan 4:25-26)

«Será la confesión silenciosa de un corazón que nadie ve la que será aceptada como una declaración genuina de fe, aquella que exalte a Jesucristo como Salvador, Mesías, y Rey».

Arturo Kim, profesor en la faculta de Teologia Integral de Buenos Aires.

El mismo patrón se da en el ungimiento de Cristo Jesús: es en lo privado en donde es ungido y verdaderamente coronado como rey. La ironía del pasaje se muestra a flor de piel cuando la que lleva a cabo la coronación es una sencilla mujer en lo íntimo de su casa y no con las masas exultantes que no toman consciencia de lo que realmente está sucediendo… o quién realmente está siendo entronizado.

Por lo expuesto, entendemos la siguiente verdad: Juan nos enseña que es en la intimidad en donde Jesucristo se corona como Rey. Todo lo demás, todo lo público, lo expuesto, hueco y superficial, será desechado.

AUTOR: Dr. Arturo Kim

Actualmente es co-pastor de la Iglesia Presbiteriana Betel en Argentina y es profesor adjunto de Nuevo Testamento en la Facultad de Teología Integral de Buenos Aires. Se graduó de abogado en la UBA y culminó un Master in Divinity y un Master in Theology en Nuevo Testamento en el seminario Gordon-Conwell, en Massachusetts, Estados Unidos.

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La Facultad Teológica Integral de Buenos Aires es una institución inter-denominacional que nace de la Red de Sembradores y tiene el propósito de formar ministros y líderes laicos con la mayor exigencia académica, teológica y bíblica. Actualmente, es la única institución académica en Argentina que provee una Maestría en Divinidad.

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