Entre fines de noviembre y comienzos de diciembre, es común ver que la mayoría de negocios, comercios o tiendas se van vistiendo de rojo y blanco, con adornos navideños, promociones y ofertas.
Es increíble cómo un festejo de tintes religiosos —con el cual podemos estar de acuerdo, o no— se fue entremezclando, con el paso del tiempo, y pasó de ser una fiesta austera, religiosa, con un marcado perfil de reflexión, a un mundo de regalos y, en casos extremos, de deuda y materialismo. Esta es una breve historia de la evolución de Santa Claus: cómo pasó de ser una leyenda a un objeto de mercado. Antes de eso, algo para tener presente: ninguno de estos personajes tiene que ver con Jesús y su nacimiento.
Nicolás de Bari, el primer Santa Claus
La primera persona, según la leyenda, que comenzó dando regalos para la época navideña fue San Nicolás de Bari, un obispo de entre los siglos III y IV, que practicaba constantemente la caridad. Según cuentan los relatos, un padre tenía tres hijas que querían casarse, pero no tenía dinero suficiente para pagar la dote. Al enterarse, Nicolás subió hasta la chimenea y dejó caer unas monedas de oro, que, coincidentemente, cayeron sobre unas medias de lana que estaban secándose en la estufa. Todo esto sin que nadie lo supiera, debido a que Nicolás pretendía practicar la caridad de forma anónima.
Además de esta historia, también se comenta que daba regalos a los niños pobres y que vestía de rojo y blanco. Por eso, en algunos países aún continúa la tradición de recibir obsequios el 6 de diciembre, día de San Nicolás, en vez del 24 o 25.
Noel o Claus
Toda palabra tiene un origen. En este caso, Noel es una derivación de la palabra “Nöel”, que significa ‘natal’ o ‘natalicio’, en referencia a la Navidad.
Desde la leyenda de Nicolás hasta la primera mitad del siglo XIX, aproximadamente, la fiesta navideña era un momento de festividad sobrio, religioso y, por momentos, hasta prohibido.
A partir de 1850, aproximadamente, empieza a haber una recopilación de leyendas, cuentos y tradiciones que se habían olvidado. Un ejemplo claro de esto es el famoso Cuento de Navidad, de Dickens. También se dotó a la fecha de momentos mágicos, con el agregado de un personaje que repartía regalos.
Contrariamente a lo que se cree, no fue la empresa Coca Cola la que terminó de dar formato al hombre bonachón, gordo, vestido de rojo y blanco, que repartía regalos para Navidad, sino que ya aparecía en las revistas gráficas de fin de año, en 1896, aproximadamente.
Cuestiones climáticas y culturales
Fiestas navideñas repletas de copos de nieve y hombres vestidos de gruesos trajes pertenecen, obviamente, a tradiciones culturales del hemisferio norte. Lo mismo sucede con la figura del “hombrecillo de Navidad” que reparte regalos a los niños que se han portado bien. Todas estas tradiciones comenzaron en el Medio Oriente (ya que Nicolás de Bari era oriundo de Turquía) y, luego, se trasladaron a Europa. Como todos estos hábitos nacieron en el hemisferio norte, forma parte de la leyenda decir que allí Papá Noel tiene su fábrica, más específicamente, en Finlandia, en la zona de Laponia.
Con las exploraciones marítimas de los ingleses y holandeses, las costumbres se expandieron hasta América. Los que vivimos en el hemisferio sur tenemos por de más diferencias climáticas y culturales. Lejos de querer hacer una crítica a la llamada “colonización cultural”, sí es verdad que nos enfrentamos a contradicciones: en Latinoamérica, hace calor para fines de diciembre, no tenemos muérdago como planta autóctona ni nieve para decorar el paisaje.
Entonces, es clara la referencia a que hemos vivido un claro proceso de transculturación, es decir, hemos adoptado las creencias, costumbres y tradiciones de otros países que no tienen nada que ver con nosotros. El éxito de esto, ahora sí es evidente, fue gracias a las campañas de la Coca Cola, que desde 1931 adhirió a Papá Noel o Santa Claus a su propaganda. Y es obvio que tuvo éxito hasta la actualidad.
La conclusión es Jesús
En todo este brevísimo resumen del “Hombrecillo de Navidad”, si se dieron cuenta, nunca apareció Jesús. Y ese, creo, es el principal error: que la fecha nos aparte de lo verdaderamente relevante, que una vez nació el Redentor de todos nosotros. No sé exactamente la fecha, pero es esa la real importancia de la Navidad. Tener la salvación es el regalo más valioso.
«Cristo debería ser nuestro principal obsequio para entregar en estas fechas. El resto es simplemente pasajero».
Guido Márquez