Corrie ten Boom nació el 15 de abril de 1892 en la ciudad de Ámsterdam, en los Países Bajos. Era la hija menor de Casper ten Boom, un joyero y relojero. Ella siguió la profesión de su padre y fue en 1922 cuando se convirtió en la primera mujer licenciada como relojera en los Países Bajos. Además de trabajar con él, estableció un club juvenil para adolescentes que brindaba instrucción bíblica y clases de artes escénicas, costura y artesanías.
Corrie y su familia formaban parte de la Iglesia Reformada Holandesa, donde servían permanentemente a sus vecinos, ofreciendo refugio, comida y dinero a los que más lo necesitaban.
En su familia, la Palabra de Dios, era leída mañana y noche, esto se respetaba estrictamente. Casper y Cornelia, los padres de Corrie, ignoraban sus limitaciones de su propia escasez y pobreza, a menudo daban hasta lo último que tenían a los necesitados, pero sus corazones estaban llenos de fe. En este hogar, la lectura bíblica y el amor servicial eran una regla.
En 1940, el ejército Nazi invadió el país persiguiendo y capturando a los judíos. Corrie, ya de cincuenta años, vivía con su hermana mayor y su padre, cuando escuchó el golpe de un atemorizado del primer vecino judío en la puerta de su hogar.
En mayo de 1942, una mujer llegó hasta la casa de los ten Boom con una maleta en la mano y les dijo que era judía, que habían arrestado a su esposo y que su hijo se había escondido. Estaba preocupada porque los Nazis la habían visitado recientemente, por lo que tenía miedo de volver a su casa. Había escuchado que los ten Boom habían ayudado a sus vecinos judíos y les preguntó si podían ayudarla a ella también.
Casper ten Boom aceptó que se quedara con ellos, a pesar de que la comisaría estaba a solo media cuadra de distancia.
A partir de ese momento, Corrie y su hermana Betsie decidieron abrir su hogar para los refugiados, tanto judíos como miembros del movimiento de resistencia, buscados por la Gestapo.
Usando su trabajo como relojera, Corrie empezaría a usar la tienda de su padre como fachada. Mientras construía un escondite en la casa de la familia. Conforme su obra avanzó, dieron hospedaje a los judíos “difíciles de esconder” como una mujer con un bebé y una anciana con dificultad para respirar.
En la segunda planta del edificio, en la propia habitación de Corrie, se construyó un escondite, cuya entrada estaba disimulada por un armario, que consistía en un espacio de alrededor de 2,5 m. de largo por 0,70 m. de ancho. Podía albergar como máximo a unas seis personas en forma simultánea, debían permanecer de pie y sin moverse.
Cada vez que sonaba la alarma (un timbre pequeño oculto junto a la escalera), la gente disponía de poco más de un minuto para ocultarse en ese sitio, llevando consigo sus pertenencias. Allí se quedaban hasta que pasaba el peligro, en absoluto silencio y completa inmovilidad. Se estima que de esta forma salvó la vida de más de 800 judíos.
Pero un informante holandés los descubrió y allanaron la casa el 28 de febrero de 1944. Corrie, su padre, su hermano, sus dos hermanas, y otros miembros de la familia fueron arrestados, además de los refugiados. En total arrestaron a unas 30 personas en la casa de la familia de los ten Boom ese día.
Después de mantenerlos retenidos brevemente, la policía estatal los liberó a todos, menos a tres de los diez miembros de la familia: Corrie, su hermana mayor Betsie y su padre Casper permanecieron en prisión. Su padre se enfermó en la cárcel y murió solo diez días después de la detención.
Después de tres meses en una celda de total aislamiento, Corrie y su hermana Betsie fueron transferidas a un campo de concentración en Holanda por tres meses más.
El 8 de septiembre de 1944, las dos hermanas fueron transferidas a un campo de concentración en Alemania. En el viaje, las hermanas lograron esconder una Biblia en una bolsita colgada al cuello de Corrie.
En el campo, las dos hermanas tuvieron que soportar inspecciones, golpes, azotes, piojos, moscas, enfermedades e insalubridad, hambre y trabajos forzados en medio de temperaturas bajo cero. En medio de todo esto, fue donde Corrie y Betsie sintieron un llamado a no quedarse pasivas y empezaron a ministrar el Evangelio en aquel lugar.
Tiempo después Corrie recordaría: “Una cosa se hizo claramente evidente: la razón por la cual ambas estábamos aquí. Desde que amanecía hasta que se apagaban las luces, en cualquier momento en que no estábamos en las filas para el pase de lista, nuestra Biblia era el centro de un círculo de ayuda y esperanza cada vez más amplio. Como vagabundas apiñadas alrededor del fuego ardiendo, nos reuníamos para recibir luz y calor en nuestro corazón. Mientras más oscura se hacía la noche a nuestro alrededor, la Palabra de Dios ardía más brillante, más verdadera y más hermosa”.
Betsie, su hermana, murió el 16 de diciembre de 1944, y semanas después, Corrie fue liberada, casi por milagro, su nombre fue incluido en una lista de personas que debían recuperar la libertad. Regresó a Holanda y pudo recuperarse de los problemas de salud contraídos durante el tiempo en que estuvo prisionera. Pasó en su propia casa de Haarlem el último invierno de la guerra, pero no permaneció inactiva. Como ella decía: ”Dios nos dio el amor para ser capaces de perdonar a nuestros enemigos”. Apenas un año después de su liberación, Corrie publicó un libro y viajó para compartir su historia.
A los 53 años de edad, Corrie empezó un ministerio mundial para difundir su fe y sus experiencias, que la llevó a viajar por más de 60 países en los siguientes 33 años de su vida.
Pero la prueba de fe más grande de todas vino después de una conferencia, un alemán que había sido guardia, y ahora nuevo creyente en Cristo, se le acercó para saludarla. Él era uno de los guardias que forzó a ella y Betsie a desnudarse.
Consciente de su insuficiencia para perdonar y su falta de fortaleza en sí misma para extender su mano, ella oró: “Jesús no puedo perdonarlo. Dame Tu perdón”.
El amor abundante que brotó de su corazón luego de esa oración la hizo darse cuenta que, “la sanidad del mundo no descansa en nuestro perdón ni en nuestra bondad, sino en los Suyos. Cuando Dios nos ordena amar a nuestros enemigos, junto con el mandamiento, nos da el amor que necesitamos”.
Años más tarde en su autobiografía, Corrie mencionó repetidamente las motivaciones cristianas para esconder a los judíos, puntualmente la fuerte creencia de su familia en un principio básico de la fe: la igualdad de todos los seres humanos ante Dios.
En 1978 Corrie sufrió una parálisis como consecuencia de un accidente cerebrovascular, y murió el 15 de abril de 1983, el día en que cumplía 91 años.
Corrie Ten Boom fue una mujer común, pero con una formación firme y a la vez sensible. Su testimonio de fe, misericordia y entrega nos reta a dejar de centrarnos en nuestros propios deseos y aspiraciones, y correr hacia el llamado del evangelio.
Una mujer que todavía hoy, a través de su magnífica obra, nos ayuda a despertar de la negación y la indiferencia que sentimos algunas veces ante los hechos que se producen en el mundo.