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La Ansiedad: Amnesia espiritual

A lo largo de nuestra vida estamos constantemente decidiendo. Cada decisión va teniendo consecuencias, frutos correspondientes a la semilla que hemos plantado cada día.

Frecuentemente elegimos de acuerdo a lo que pensamos y sentimos. Nuestros pensamientos y emociones tienen una gran influencia en nuestras acciones. Si esperamos resultados, obtener metas, tener logros en un tiempo determinado pero esto no ocurre, nuevamente enfrentamos una decisión. Nuestro enfoque, lo que estemos mirando va a llevarse nuestra atención, por ende esta será la información que esté en nuestra mente.

Podemos conectarnos con un exceso de futuro, llenarnos de ansiedad distorsionada, poner el foco en aquello que falta, sin ningún propósito constructivo, solo marcarnos la falta. Poco a poco caemos en cuestionar a Dios y sus tiempos porque no son los nuestros, porque Él no está haciendo lo que pedimos. La ansiedad hace que olvidemos, quién es Dios y quiénes somos nosotros. Hay una memoria selectiva, convenientemente los hechos se acomodan para ignorar las palabras que Él nos ha dicho y entrar en desesperación.

Allí, los caminos parecen cerrarse, parece que nos falta aire, que nos ahogamos a tal punto de sentir que estamos muriendo. Estas terribles sensaciones que atravesamos, el pánico que parece interminable, todo esto nos habla de que algo está ocurriendo en nuestra vida. Son señales que nos muestran un desequilibrio. Cuando lo que se suponía que funcionaria, cuando nuestra confianza y estabilidad empiezan a tambalear, estamos ante una elección. La situación se puede volver un desafío o un gran obstáculo.

Veamos un ejemplo

En momentos de ansiedad, mientras Moises, su líder, aparentemente estaba tardando, el pueblo de Dios le pidió a Aaron hacer un becerro de oro (Ex. 32:1-9). Un ídolo al cual asignar la autoría de todas las victorias que habían tenido. Algo al cual darle la gloria de todo, quitándosela a Dios por consecuencia. Para ese entonces, ellos ya habían experimentado milagros extraordinarios. Fueron liberados de la esclavitud, vieron aguas dividirse para caminar en seco, vieron caer sus alimentos del cielo de una manera sobrenatural todos los dias. Recordemos que la ansiedad nos lleva a seleccionar información, nos hace olvidar quien es Dios y lo que es capaz de hacer. Algunas preguntas surgen ¿Qué hacemos cuando los tiempos no parecen ser lo que nosotros habíamos planificado? ¿Con quien nos conectamos? ¿En quien confiamos? Ellos prefirieron inventar algo para dar rienda suelta a todos sus deseos (Ex.32:6). 

Parece ser que había algo que calmar desde el interior. Los placeres parecen ser una opción tentadora pero solo nos quitan el foco momentáneamente de una realidad: No controlamos todo. La manera de lidiar con la ansiedad muchas veces determina el fruto que tendremos. Las circunstancias hacen que expresemos lo que hay en nuestro interior. Si desistimos a mitad de camino porque no supimos perseverar en medio de las dificultades, si desconfiamos de Dios a tal punto de correrlo del camino, no cosecharemos lo que estaba preparado para cada uno y entraremos en el grupo de aquellos que se enfriaran en los últimos tiempos.

Necesitamos que Cristo sea formado en nosotros. La batalla diaria no la vencemos con nuestra capacidad sino con nuestra dependencia hacia el Espíritu Santo. Hay peleas que no vencemos luchando, esta pelea la ganamos rindiéndonos, entregándolo todo. Contra Dios no hay que subirse al ring, hay que dejarlo que tome el control de nuestra vida. Sus caminos son mejores, tomemos la decisión de vivir lo que Dios ya escribió acerca de nosotros desde la eternidad. Dejemos a un lado el orgullo, busquemos más ayuda y menos conexiones con personas que profundicen nuestras inseguridades y temores. La respuesta no estará en negarse a obedecer, queriendo seguir y fabricar nuestros propios caminos.

Los becerros de oro inventados en momentos de ansiedad nunca podrán tomar el lugar de Dios, aunque insistamos con ello.

Lucas Torrez

Frente a la ansiedad, la clave es depositarla en Él, porque sigue cuidándonos. (1 Pe.5:7) Dios sigue sentado en el trono, sigue teniendo el control, sigue siendo el mismo. Recordemos, confiemos y accionemos. Es tiempo de amar su voluntad, sus deseos, sus planes, sus pasiones, para cumplir con el propósito por el cual seguimos respirando hasta que Él venga. Un tiempo nuevo nos espera al salir de la ansiedad, nos toca tomar la decisión.

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