Parecería que nunca nos va a pasar, hasta que lo vivimos de cerca. Un hijo, un familiar, un amigo, un conocido, nosotros. Todos pueden ser víctimas de este «demonio». Pero ¿Qué son las drogas? ¿Por qué la gente consume este tipo de sustancias? ¿Cómo salir de este laberinto? En esta reseña Sebastián Palermo nos sumerge y reflexiona sobre este importante tema.
Un tema tan importante como candente. No dejemos que la ignorancia siga ganando terreno. Es tiempo de encender una luz en la oscuridad. Reconocer que un hijo nuestro es adicto, cuando es así, es resolver la mitad del problema en el que nos encontramos.
La negación es la primera reacción con la que nos defendemos ante ese tremendo ataque a nuestro orgullo. Esto es lo que duele al momento de reconocerlo: el orgullo. Pensamos que, si nuestro hijo tiene problemas con el consumo de sustancias, es porque en algo y en algún momento nos hemos equivocado junto a él. Pero ¿en qué? ¿Cuándo?
Hace un tiempo atrás hablaba con un padre que me pedía que por favor ayudara a su hijo, que tenía problemas con las drogas. Le pregunté si su hijo quería ayuda, si él estaba dispuesto a recibir ayuda y me dijo que no, que su hijo no quería para nada saber nada, que él creía que no tenía ningún conflicto.
Entonces le pregunté cómo lo íbamos a ayudar. “Déjeme poner las cosas en orden”, le digo. “Si su hijo no cree tener un conflicto con la droga, su hijo no tiene problemas con las drogas. El que tiene problemas es usted. Usted tiene problemas. Y es que tiene un hijo que consume drogas”.
Hace un tiempo atrás escribí un libro que se llama “Hijos en las Drogas” y comienza la resolución de este conflicto resolviendo el problema quién lo ve.
Si tu hijo no está pudiendo ver la problemática, capacitáte, entrénate, aprendé, no dejes el asunto en manos de otros, porque vos sos el primero en poder ayudar a tus hijos.
Te animo a que puedas leer este material donde hay muchísimas herramientas para entender por qué nuestros hijos pueden consumir drogas y cuando lo hacen, de qué forma ayudarlos.
Conseguí el libro de Sebastián Palermo aquí