Considero, en mi humilde opinión, que la identidad es uno de los temas más frecuentes y de suma importancia que compete a cada mujer.
La búsqueda de la identidad casi siempre nace acompañada por la siguiente pregunta: “¿Quién soy?”, y con el correr del tiempo esta pregunta busca abrirse paso a la superación, pensamos: “Cuando sepa quién soy voy a poder superar mis miedos, contestar mis preguntas, concretar mis sueños”.
Lo cierto es que para que todo esto suceda necesitamos tener firmeza en saber quiénes somos, de dónde venimos y hacia a dónde vamos. Como mujer, entendí que mi identidad no se encontraba en la realización de mis sueños ni en mi carrera, tampoco se encontraba escondida en una relación sentimental, descubrí que estaba escondida en Cristo. Quien yo era no se trataba de lo que podría hacer sino que se trataba de dónde venía y hacia dónde iba, Dios.
Cuando nosotras dejamos de apoyar nuestra identidad en cosas materiales y pasajeras para comenzar a apoyar nuestro valor en alguien que trasciende este mundo material y terrenal, ahí entendemos el valor que tenemos y quiénes somos verdaderamente.
El valor y la identidad de cada ser humano se encuentra en lo eterno y en el Rey de lo eterno, Jesús.
Nair García
Solamente una mujer que conoce su origen es segura, una mujer que conoce su identidad jamás va a desistir de sus sueños, jamás será vencida, porque cuando entendemos que valemos cada gota de la sangre del mismísimo Cristo no hay obstáculo, ni miedo, ni trauma que pueda detenernos.
Quienes somos no se trata de lo que tenemos, se trata de a Quien tenemos dentro de nosotros. El acto más valiente del ser humano está resumido aquí: Aceptar que no somos nadie sin Cristo en nosotros.
Que tu oración sea todos los días: “Cristo en mí y yo en Él. Este es el pacto, esta unión es quien soy”.