Hablar del ser integral y de las emociones sujetas al gobierno de la realidad espiritual suele crear controversias, sobre todo porque argumentamos respecto a la legitimidad de las emociones.

Toda circunstancia difícil nos expone a experimentar emociones que son legítimas. Lo que no es legítimo desde la perspectiva de Dios es que las emociones nos gobiernen y terminen complicando nuestras vidas. Eso está fuera de diseño, como lo comentábamos en la primera parte de esta serie.

En los evangelios encontramos el relato conocido como “La hija de Jairo”. Es un líder religioso abatido porque su hija adolescente está muriendo. Él le ruega a Jesús que vaya a su casa a sanarla. Mientras van en camino se cruza con ellos la mujer que padecía de flujo de sangre, quien se anima a tocar a Jesús a escondidas para sanarse (porque en su estado de salud si se acercaba a una multitud debía ser apedreada según la ley). Tenemos así dos experiencias emocionales de Jesús y las personas en el mismo momento.

Conocemos la historia. Jesús detiene a sus discípulos y se toma tiempo para descubrir quién lo había tocado. Él nunca pierde el gobierno de sus emociones, está enfocado y logra así sanar íntegramente a esta mujer a quien le habla y le dedica tiempo cuando debía ser apedreada.

Mientras esto está sucediendo, llega alguien de la casa de Jairo y le dice estas duras palabras: “Tu hija ha muerto, no molestes al Maestro”. Suenan terminantes y absolutas basadas en la evidencia natural: no respira, está rígida y fría. Podemos imaginar la angustia, la desesperanza, el abatimiento que experimenta Jairo. Sin embargo, Jesús le dice: “No temas, no está muerta, solo duerme”.

«Muchas veces estaremos expuestos a estas dos realidades: abatirnos y desesperanzarnos a partir de las evidencias naturales, o mirar lo eterno y creerle al Maestro».

David Firman, psicólogo

Jesús es nuestro modelo. Las emociones necesitan estar gobernadas por la realidad eterna y absoluta de Dios. Sólo así experimentamos reposo en toda circunstancia.

Emociones legítimas pero que no nos gobiernan

En los evangelios leemos sobre episodios en los que Jesús enfrenta circunstancias que reflejan sus emociones, como cuando Jesús llora ante la tumba de Lázaro, sobre todo por la incredulidad y porque no podían ver que Él mismo era la resurrección y la vida. 

Se enoja ante los cambistas que hacían sus negocios sin entender el sentido de la “Casa de Dios”. En una oportunidad, luego de pasar la noche orando, llegan sus discípulos para avisarle que la gente lo estaba esperando. Sin embargo, Él decide irse a otro lugar. Si no lo analizáramos bien parecería que Jesús era un maleducado o desinteresado. Pero una y otra vez lo vemos actuar en obediencia a la voz y realidad espiritual y no a sus emociones. Él nunca pierde el gobierno de sus emociones.

«Quizá el pico máximo de su experiencia emocional lo encontramos en el Getsemaní, donde vemos que Él mismo dice que está ‘angustiado hasta la muerte’”.

David Firman, psicólogo

Siente tanta angustia que cree que se está muriendo. Creo que ninguno de nosotros ha experimentado emociones hasta un extremo así, al punto de sudar gotas de sangre. Sin embargo, Él le dice al Padre algo glorioso e increíble: “sea tu voluntad y no la mía”. Sus emociones son legítimas, pero vemos que decide por convicción y no por emoción.

Encontramos en la carta a los Hebreos una ayuda para entender esto. En Hebreos 12 leemos que “por el gozo puesto delante de Él sufrió la cruz…”. Rápidamente nos damos cuenta de que habla de un gozo emocional. Evidentemente pudo ver el gozo del Padre, pudo ver el gozo de la obra consumada y eso gobernó su decisión aun en medio de legítimas emociones extremas.

Sin dudas, Jesús es nuestro ejemplo. El espíritu no se abate porque está anclado en las realidades eternas. Si tenemos la mirada puesta en lo eterno, viviremos con emociones gobernadas por esas realidades espirituales y disfrutaremos el reposo de la victoria eterna de la cruz en toda circunstancia.

Psicólogo egresado de la Universidad Nacional de Rosario, Argentina. Profesor de Enseñanza Media y Superior en Psicología, egresado de la Universidad Nacional de Rosario. Terapeuta Familiar. Bachiller en Teología, egresado en el año 2001 del IETL de Rosario. Pastor en CTHTN Rosario y zona. Escritor y Conferencista.