El hecho de traer una personita al mundo es una de las experiencias más gratificantes que un individuo puede sentir. Claro que esto suele percibirse de esa manera cuando el embarazo fue planificado y la persona se encuentra mental y emocionalmente preparada para hacerse cargo de esta gran responsabilidad.

La gran incógnita es ¿qué pasa cuando la persona no está lista? ¿Qué sucede cuando es una adolescente la que tiene que hacerse cargo de semejante responsabilidad? ¿Qué hacemos como padres cuando recibimos este tipo de noticias?

En este artículo vamos a charlar sobre los llamados “embarazos adolescentes” que se dan cuando la adolescente que concibe un hijo no cuenta con la madurez emocional necesaria para afrontar semejante desafío.

En estos términos

Desde el punto de vista clínico, se considera que un embarazo es adolescente cuando se da entre los 10 y los 19 años de edad cronológica, sin importar el nivel de desarrollo físico de la adolescente en cuestión. 

La etapa de la adolescencia es, en sí misma, una época de grandes cambios y en donde se producen las mayores modificaciones hormonales. El cuerpo se acomoda y pasa de ser el de una niña al de una adulta, las habilidades cognitivas se modifican como así también los pensamientos y emociones que se ven alteradas por el simple hecho de “adolecer”.

«si bien lo físico puede desarrollarse de forma rápida, lo que tiene que ver con el ámbito emocional y la madurez mental suelen tardar bastante más«.

Débora Pedace, psicóloga clínica

El adolescente estará en constante búsqueda de su identidad, intentando descifrar quién es, buscando el sentido de su existencia y tratando de adaptarse al ambiente que lo rodea, siempre identificándose con su grupo de pares.

El embarazo, tal como se conoce, es el proceso biológico a través del cual un óvulo fecundado por un espermatozoide se desarrolla y crece en el útero materno durante aproximadamente nueve meses hasta el momento del parto. Dicho proceso desencadena una serie de cambios físicos, orgánicos e incluso psíquicos y conductuales en la progenitora, orientados a favorecer dicho crecimiento y la posterior llegada al mundo de la criatura.

¿Es el momento?

También el embarazo es un proceso arriesgado, dado que implica una fuerte inversión de recursos por parte del organismo materno, y en un cuerpo aún en formación, ello puede generar graves riesgos.

Asimismo, como vimos anteriormente, aun si se llega a término con éxito, el tener un hijo implica un nivel de responsabilidad y capacidad tan elevado, que un adolescente difícilmente podría sostenerlo sin ningún tipo de ayuda o contención. 

Además, el quedar embarazada durante la adolescencia también tiene grandes repercusiones a nivel psicológico y social. Para empezar, un embarazo adolescente suele encontrarse con cierta reacción, muchas veces negativa, de la familia, amigos y entorno social, y puede llegar a ser muy aversivo para la joven.

«Esta chica puede llegar a sentirse o incluso ser realmente rechazada por su entorno más cercano y, en algunos casos extremos, hasta pudiera sentirse presionada para tomar una decisión».

Débora Pedace, psicóloga clínica

En el ámbito escolar atravesar esta situación empeora su rendimiento académico, lo que puede desencadenar en un posible fracaso escolar y generar frustración y malestar en ella y en su entorno.

Como agregado final, hay muchos casos donde se produce el abandono por parte de la pareja que no está dispuesta a ceder su independencia o sus planes a futuro. 

Esto provoca en la joven graves trastornos del estado de ánimo que incluso pueden llevarla a tomar la decisión de poner fin al embarazo, ocasionándole consecuencias devastadoras a nivel psicológico. 

Padres

Considerando todo esto, me pregunto; ¿Qué papel juegan los padres de adolescentes que se encuentran en estas circunstancias o que quieren prevenir este tipo de situaciones?

Creo que es importante que tengamos en cuenta ciertos factores que podrían influir en los actos de cualquier adolescente y, con esto en consideración, evitar que ocurran embarazos en esta etapa del ciclo vital.

Por un lado, el tabú de la sexualidad en los ambientes hogareños o en las iglesias provoca en ellos una incorrecta exploración de su sexualidad, que los lleva en muchos casos a tomar decisiones erróneas basadas en impulsos sin tener en cuenta (muchas veces por falta de conocimiento) lo que su familia opina al respecto.

Considero que siempre es mejor la prevención que tratar el problema cuando se ha asentado. Es fundamental que como primer paso y, como padres, líderes o educadores, orientemos de forma saludable y natural sobre las consecuencias de usar la sexualidad lejos de los parámetros que Dios instituyó.

También es importante tener en cuenta que el apoyo por parte de la familia es disparador de confianza y respeto, por lo cual, cuando existen padres con estas características, el adolescente encuentra un marco de contención en el que se siente seguro.

Al encontrar esta seguridad, puede ser capaz de expresar lo que siente y lo que piensa, y sus conductas estarán guiadas por la contención y el aprendizaje de adultos responsables a los que considera confiables.

«El poder enseñarles a nuestros hijos a ser conscientes de sus emociones y el saber expresarlas de manera correcta les evitará caer en consecuencias desfavorables en el futuro».

Débora Pedace, psicóloga clínica

Por último, y teniendo en cuenta todo lo anterior, es necesario que, como padres, tutores o encargados, estemos cerca. Cerca para acompañar, para amar, para poner el límite en el momento correcto y para validar situaciones, entendiendo que la adolescencia es una de las etapas más difíciles del ciclo vital y por eso debemos prepararles el terreno para que la transiten de la mejor manera. 

¡Nos vemos la próxima!

Débora Pedace
Soy Psicóloga Clínica, Fundadora y directora del Centro Terapéutico Integral - CTI . Cuenta con estudios basados en: Terapia Estratégica y focal, diplomaturas en Terapia Cognitiva-Conductual y terapia de familias y parejas (Centro privado de psicoterapias, Centro de terapias cognitivo y Foro).Estoy casada hace más de 20 años con Marcos, tienen 3 hijos: Lautaro, Isabella y Emilia.