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El Evangelio, el catolicismo y los masones en Argentina

Mirando como en un “espejo” lo que sucede en el Oriente, considero interesante ver que nos ha sucedido a nosotros como país.

Igual que Japón, somos una nación con libertades, siendo la religiosa una de ellas. Pero, actualmente, las denominaciones protestantes llegan apenas al 10% de la población -quizás estamos un poco mejor que Japón en ese aspecto-, pese a los continuos esfuerzos de los misioneros protestantes, a lo largo de nuestra historia. 

En la nota pasada, nos adentramos un poco en el lejano mundo de Japón y su rechazo hacia el cristianismo -en general y en todas sus denominaciones-, siendo una sociedad contradictoria: es una cultura abierta, con libertad de culto, pero el evangelismo no logra adentrarse en ella. 

Nuestro desempeño “evangelístico” -por ponerlo en palabras sencillas- deja mucho que desear, si lo comparamos con otros países de Latinoamérica. Poniendo, por ejemplo, a Panamá, país que comparte nuestras raíces históricas-culturales, actualmente está logrando superar el 50% de la población convertida al evangelicalismo.

Por si no lo sabían, también estuvimos muchos años cerrados a las influencias extranjeras, aunque no de manera tan hermética como Japón.  ¿Qué fue lo que pasó en nuestra tierra? ¿Qué hicimos o no hicimos? No hay respuestas concretas, ni dirigidas en una sola dirección, ni hay culpables ni inocentes. Sólo nos queda ver qué pasó y dirigir nuestra mirada al futuro, con el trabajo de expandir el Reino de Dios acá en Argentina. 

De los tiempos coloniales a la supuesta Independencia

Nuestro país, al igual que el resto de Latinoamérica, fue colonizado por España, lo que contrajo dos principales consecuencias: todos hablamos castellano y tenemos mayoría de población católica. Esto no se logró de manera libre, sino que todas las colonias tenían un férreo control de parte del país europeo.

A nuestro territorio no podían inmigrar personas que no fueran ni españolas, ni católicas, controlados férreamente por la corona española. El estado monárquico debía dar un permiso especial para emigrar a América. Como si fuera poco, existía la llamada Inquisición, la cuál impedía que prosperaran otras denominaciones cristianas que no fueran católicas. 

Los pocos conocimientos que tuvimos en América Latina sobre el protestantismo, fueron gracias a los piratas ingleses u holandeses, valga la contradicción. Apenas algunos protestantes se lograron ubicar de manera temporal, con algunas colonias en Brasil y cerca de Venezuela, por colonos provenientes de Francia y Holanda. 

Así las colonias americanas, se vieron cerradas a los contactos que no fueran españoles, durante casi 300 años, como una medida de adhesión a las políticas de España.

Con la llegada del movimiento independentista, en el año 1810, no se abandonaron las políticas ni los organismos que cerraban nuestros países a la doctrina protestante. Así cambiamos de gobierno, pero no de apertura. A pesar de que la Asamblea del Año XIII -refiriéndose al año 1813- abolió la Inquisición en América, las doctrinas protestantes se mantuvieron alejadas. 

Recién en 1853, nuestra constitución aceptaría la libertad de cultos, aunque no hubo cambios trascendentales, ni dio como resultado la llegada de importantes misioneros a la región. Como si fuera una comedia, cuando el país estuvo abierto a las relaciones extranjeras, los países de mayoría protestantes no quisieron venir. Es decir, pararon su emigración hacia otros países, prefiriendo a Estados Unidos como su principal destino. 

Un masón pide la libertad de culto

En 1825, en la provincia de San Juan, ocurrió un hecho por demás particular. El gobernador de aquella provincia, Salvador María del Carril, quiso “actualizar” la provincia, a las políticas liberales que se estaban aplicando en otros países, como en Francia. Una de ellas fue la libertad de cultos, pretendiendo quitar poder a la iglesia católica local. Lo irrisorio fue que sólo había un protestante en la provincia, era un médico inglés. 

El por qué hizo esto, no tuvo que ver con una idea de otorgar más libertad a la provincia, sino que obedecía a su participación en logias masónicas, teniendo entre sus objetivos la lucha contra la iglesia católica. El gobernador fue depuesto, con la clara oposición del clero local, volviendo la política a su situación anterior. 

El factor Rosas  

Luego de la etapa independentista argentina, le siguió una etapa de guerras civiles, con el gobernador Rosas en Buenos Aires a la cabeza. En esta guerra que enfrentó a unitarios y federales, contó con el apoyo y defensa de la iglesia católica, que se defendió con el lema: “Santa Federación”. La adherencia a la religión católica era fundamental para llevar adelante este proceso. 

Durante este período los únicos “no-católicos”, por referirme de alguna manera, eran algunos médicos, abogados o notarios ingleses que rondaban por algunas zonas del territorio argentino. 

Resumiendo, esta primera parte, casi al igual que Japón, hemos sido una nación cerrada a ideas extranjeras, primero por decisión colonialista, y luego por luchas internas. Recién en 1860, aproximadamente, se comenzó a conformar un país con leyes fundamentales que permitieron el ingreso de algunas colonias o misioneros protestantes. Pero esto lo veremos con más detalles en la próxima nota. 

Hasta ahora podemos resumir que fuimos colonialmente conquistados, tanto en lo físico, como en cuestiones ideológicas.   

Guido Márquez
Guido Márquez
Soy de Mendoza, Argentina. Profesor de Historia y casi Licenciado en Turismo. Espero que en mis notas no encuentres respuestas, sino preguntas. Que puedas mirar al pasado para enriquecerte, no para aburrirte.
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