Seguimos con los diferentes actos en que se puede dividir a grandes rasgos la historia bíblica, para poder entenderla en un contexto global e integral. La Biblia es una narración. Estos libros se unen para contar la verdadera historia de Dios y su plan para enderezar de nuevo al mundo.

En nuestro relato compartido es el turno del acto número cuatro, en que comienza a verse de manera completa el asombroso plan redentor a través de Jesucristo. 

Acto 4 — La victoria sorprendente de Jesús

Jesús de Nazaret trae las buenas nuevas de la venida del reinado de Dios. Comienza a mostrar cómo es la nueva creación de Dios. Sana a los enfermos y resucita a los muertos. Triunfa sobre los poderes tenebrosos de la oscuridad. Acoge a los pecadores y a los que son considerados impuros. Jesús renueva la nación al reconstruir a las doce tribus de Israel a su alrededor de manera simbólica. 

Pero los líderes de la religión establecida se sienten amenazados por Jesús y su reino, y por eso se lo llevan al gobernador romano. En la misma semana en que los judíos recordaban y celebraban la Pascua —cuando Dios en la antigüedad rescató a su pueblo de la esclavitud en Egipto— los romanos clavan a Jesús en una cruz y lo matan acusándolo de ser un rey falso.

Pensemos que en nuestros días para muchas personas la Semana Santa es solo un tiempo de vacaciones y de relax. Sin embargo, es mucho más que eso. Es el momento en el que los cristianos recordamos la pasión, muerte y resurrección de Jesús, nuestro Señor y Salvador. Es tan importante que uno de los seis actos que la Biblia describe como de suma importancia, y para mí es el principal. 

Su enigmático relato hace que todo en la Creación tome sentido. El plan de Dios para la Humanidad tiene un punto crucial, donde la tensión es elevada, pero la misericordia y el amor divino se esparcen. Dios entonces declara públicamente esta victoria al cambiar la sentencia de muerte de Jesús y resucitarlo a la vida. La resurrección del rey de Israel demuestra que los grandes enemigos de la creación de Dios —el pecado y la muerte— verdaderamente han sido derrotados.

Isaías 53:5-7 Nueva Versión Internacional (NVI)

 Él fue traspasado por nuestras rebeliones,
    y molido por nuestras iniquidades;
sobre él recayó el castigo, precio de nuestra paz,
    y gracias a sus heridas fuimos sanados.
 Todos andábamos perdidos, como ovejas;
    cada uno seguía su propio camino,
pero el Señor hizo recaer sobre él
    la iniquidad de todos nosotros.
 Maltratado y humillado,
    ni siquiera abrió su boca;
como cordero, fue llevado al matadero;
    como oveja, enmudeció ante su trasquilador;
    y ni siquiera abrió su boca.

Gracias al sacrificio de Jesús en la cruz tenemos perdón para nuestros pecados y la salvación de nuestras almas. Jesús tomó nuestro lugar en la cruz y sufrió el castigo que nos correspondía a cada uno de nosotros. ¡Y lo hizo todo por amor! Jesús es el cumplimiento de la historia de Israel y el nuevo comienzo para toda la raza humana. La muerte vino a través del primer hombre, Adán. La resurrección de la muerte viene a través del nuevo hombre, Jesús. La intención original de Dios ya está redimida.

¡Estábamos condenados y ahora somos absueltos!

En la antigüedad, el pueblo de Israel fue librado de la muerte y de la esclavitud en Egipto gracias a la sangre de un cordero macho sin defecto (Éxodo 12). Así mismo, Dios proveyó en Jesús el Cordero perfecto que quita el pecado del mundo (Juan 1:29, 36).

El milagro de la Cruz nos hace libres de condenación si antes reconocemos a ese Jesús resucitado como nuestro Salvador y Señor de nuestras vidas. El rendirle nuestra vida a Él nos da el pase directo a una vida eterna sin sobresaltos, sin agobios, sin ansiedades, sin necesidades insatisfechas, sin pandemia amenazante, sin problemas económicos, sin relaciones rotas. Nos da la seguridad de una vida que no terminará jamás y que garantiza la felicidad que jamás supimos sentir, vivir, ni disfrutar. ¿Te vas a perder esa oportunidad? ¡Jesús, resucitó! ¡Vivo está para darnos paz, amor y felicidad eterna!

Nació en la ciudad de Lobos de la provincia de Buenos Aires. Es esposo, padre y abuelo. Lleva 36 años de casado con su amada esposa, Patricia. Tiene cinco hijos. Es un siervo que lleva el periodismo en su sangre. Tiene una licenciatura en Teología; un grado de Doctor Honorario en Literatura Sagrada, del Logos Christian College, y otro académico en Ministerio, Organizacion y Liderazgo de Faith Theological Seminary.