El pastor, teólogo, misiólogo, biblista e historiador, Pablo A. Deiros, continúa con su recorrido por la historia del avance del evangelio en la región, si te perdiste las notas anteriores podes leerlas haciendo click en: PARTE I PARTE II

Las primeras entidades que pensaron en América Latina como campo de evangelización fueron las sociedades bíblicas. Juan A. Mackay, en su libro El otro Cristo español, señala que «A la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera pertenece el honor de haber introducido a Sudamérica a la fuente perenne del pensamiento y la experiencia cristianos». 

Entre 1804 y 1807 la Sociedad Bíblica publicó 20.000 ejemplares del Nuevo Testamento en portugués, que en su mayoría fueron distribuidos en las poblaciones situadas a lo largo de la costa del Brasil a través de comerciantes y marineros interesados en la difusión de las Escrituras. De esta manera, como dice Mackay, «los nuevos cristianos aparecieron no con una espada sino con la Biblia». 

Hombres que trajeron la Palabra

Se puede afirmar, entonces, que los primeros esfuerzos planeados por protestantes para la propagación del Evangelio se realizaron mediante la introducción y difusión de la Biblia. Quien merece ser considerado como pionero de esta acción en América Latina es Diego Thomson. Este pastor bautista escocés llegó a Buenos Aires el 6 de octubre de 1818 y permaneció hasta mayo de 1821, cuando partió para Chile. 

Thomson, amigo personal de José Lancaster, el creador del sistema educativo que lleva su nombre, fue invitado por el Cabildo de Buenos Aires para organizar escuelas donde se aplicara el famoso método de enseñanza. Había arribado al país como agente de la Sociedad de Escuelas Británicas y Extranjeras. 

Un hecho significativo es que el 19 de noviembre de 1820, Thomson presidió el primer culto evangélico celebrado en la ciudad de Buenos Aires, que fue continuado por otros en forma ininterrumpida. 

El Cabildo lo nombró director general de escuelas, y durante 1820 fundó varias de ellas, en las que usó trozos del Antiguo y Nuevo Testamentos como textos de lectura. Cabe agregar que estas porciones bíblicas utilizadas por él fueron los primeros textos de enseñanza publicados en el país.

En 1821 pasó a Chile, adonde fue invitado por el gobierno para hacer el mismo trabajo educacional que, como representante de la Sociedad de Escuelas Británicas y Extranjeras, había hecho en Argentina imponiendo el sistema lancasteriano de enseñanza. 

Al arribar a ese país, Thomson fue recibido con entusiasmo por Bernardo O’Higgins y sus ministros, quienes en 1822 le otorgaron la ciudadanía chilena «en reconocimiento por su notorio patriotismo y relevante mérito».

Ese mismo año llegó a Perú por invitación de Bernardo Monteagudo, para formar escuelas en el país recientemente independizado por José de San Martín, quien le ofreció todos los medios para hacer su labor. 

Los cambios políticos, que alejaron a San Martín y a Monteagudo del escenario peruano, demoraron un poco sus planes, hasta que Simón Bolívar lo respaldó y su escuela funcionó con éxito, usando el Nuevo Testamento como libro de texto, al igual que en las escuelas por él fundadas en los países anteriormente visitados. La venta de Biblias en Lima fue también extraordinaria, logrando vender quinientos ejemplares en solo dos días.

Al salir del Perú viajó por varias ciudades de Ecuador y Colombia. En 1825 visitó Bogotá, donde fue bien recibido por los elementos liberales del gobierno y del clero. Allí logró fundar una Sociedad Bíblica Colombiana (en 1826, la primera en su tipo en América Latina) con el apoyo del gobierno y de la jerarquía eclesiástica, pero que lamentablemente decayó cuando Thomson salió de Colombia. 

De regreso a su país publicó un libro titulado Cartas sobre el estado moral y religioso de Sud América, obra en la que narra sus aventuras misioneras y educacionales en este continente. En 1827 regresó a América Latina enviado por la Sociedad Británica y Extranjera como su agente colportor. 

Llegó a México y en una librería de la ciudad capital encontró varios centenares de Biblias que no se habían podido vender por una prohibición del Cabildo.

Compró toda la existencia y logró venderlas en su totalidad. Lo mismo hizo con un cargamento que ocupó veinticuatro mulas para transportarlo desde la costa, y que agotó en viajes al interior del país. 

En 1830 partió para las Antillas. En 1833 lo encontramos en Puerto Rico y en 1837 en Cuba y otras islas del Caribe. En 1842 intentó reiniciar su trabajo en México, pero esta vez no pudo superar las dificultades que se le pusieron por delante, tanto de parte del gobierno como del clero. Thomson pasó el resto de su vida trabajando en España, y falleció en Londres en 1854 a la edad de 62 años.

Otro colportor digno de mención, en esta etapa de los inicios del protestantismo en América Latina, es Lucas Matthews. Salió de Inglaterra rumbo a Buenos Aires en 1826. Desde esta ciudad viajó a Córdoba y luego a Mendoza realizando su labor de vender Biblias. Pasó a Chile y regresó a Argentina, donde con un pasaporte de Facundo Quiroga visitó La Rioja, Catamarca y Tucumán, para seguir viaje a Salta y Jujuy. 

Desde allí pasó a Bolivia (1827), donde visitó sus principales ciudades. Al año siguiente estaba en Panamá y más tarde en Colombia, donde sucedió a Thomson como representante de la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera. En 1830 desapareció misteriosamente mientras navegaba por el río Magdalena, posiblemente haya sido asaltado y asesinado.

La Sociedad Bíblica Americana, poco después de su fundación en 1816, envió también colportores a América Latina. Entre los más destacados agentes de esta Sociedad recordamos a Andrés Milne y a Francisco Penzotti, ambos en la segunda mitad del siglo XIX. El primero era un escocés que llegó a Montevideo en 1867, donde realizó un trabajo de colportaje extraordinario.

Su obra es notable porque en su casa se celebraron los primeros cultos en castellano en el Uruguay

A través de su influencia, Francisco Penzotti tomó contacto con la Sociedad Bíblica Americana, de la que llegó a ser su agente más extraordinario y el héroe más destacado del protestantismo latinoamericano.

Penzotti había conocido el Evangelio por la predicación del pastor metodista Juan F. Thomson, en la ciudad de Montevideo (1876), y pronto comenzó lo que habría de ser la tarea de toda su vida de servicio al Señor: el colportaje. Junto con Milne, trabajó incansablemente por todo el continente, pero su obra más notable tuvo lugar en el Perú a partir de 1888, cuando logró vencer la oposición del clero y los elementos ultraconservadores de la nación. 

Fue perseguido y encarcelado en una prisión en el Callao, pero logró salir airoso, y gracias a su celo y constancia se estableció en Perú la Iglesia metodista. En 1892 lo encontramos en Guatemala, desde donde visitó todos los países de América Central durante dieciséis años. Finalmente, regresó a Buenos Aires para ocupar el puesto de agente de la Sociedad Bíblica Americana, dejado vacante por Andrés A. Milne. Penzotti falleció en Buenos Aires en 1925.

Pastor, teólogo, misiólogo, biblista e historiador. Autor de más de 80 libros. Padre de tres hijos mayores y siete nietos. Nacido en Asunción (Paraguay). Profesor en Humanidades y Licenciado en Historia (Departamento de Historia de la Universidad Nacional del Sur-Argentina). Pablo comenzó a pastorear la Iglesia Evangélica Bautista de Nueva Chicago (Buenos Aires, 1973-1979) y a servir como profesor de Hebreo y Antiguo Testamento en el SITB.