Tal vez ahora tengas un conflicto conmigo. Yo creo que la madurez espiritual es la respuesta a la mayoría de estos problemas que angustian a la Iglesia en estos días. La madurez espiritual le da a una persona la perspectiva de Dios, su amor y todos los otros frutos del Espíritu. Sin embargo, muchas iglesias continúan durante décadas sin alcanzar esta madurez espiritual y muchos cristianos viven toda su vida sin ella. ¿Cómo obtenemos la madurez espiritual?

Quiero señalar algunos hechos espirituales de la vida. Observemos algunas de las etapas obvias que atraviesa una persona cuando comienza la vida cristiana.

Juan Carlos Ortiz

Luego de que realizamos ese viaje desde el reino de las tinieblas hacia el reino de la luz, sucede algo maravilloso. ¡Qué felices somos en este nuevo reino hermoso! Tenemos gozo, tenemos paz, tenemos amor. Todo es diferente. Por un rato. Luego, poco a poco, regresamos a la tierra. La paz y el gozo ya no están tan presentes. Algunos de los problemas que pensábamos que se habían ido para siempre solo se habían escondido temporalmente, ahora regresan y tenemos altibajos espirituales.

Sin embargo, tal vez pueda ayudarnos el saber que esta experiencia espiritual de idas y vueltas no nos sucede solo a nosotros. Millones de cristianos han pasado por esto mismo, incluso un famoso hombre de Dios hace varios siglos. Este hombre famoso era el Rey David. Escucha cómo relata su experiencia:

«Yo reconozco mis transgresiones;

siempre tengo presente mi pecado.

Contra ti he pecado, solo contra ti,

y he hecho lo que es malo ante tus ojos;

por eso, tu sentencia es justa,

y tu juicio, irreprochable.

Yo sé que soy malo de nacimiento;

pecador me concibió mi madre.

Yo sé que tú amas la verdad en lo íntimo;

en lo secreto me has enseñado sabiduría.

Purifícame con hisopo, y quedaré limpio;

lávame, y quedaré más blanco que la nieve.

Anúnciame gozo y alegría;

infunde gozo en estos huesos que has quebrantado.

Aparta tu rostro de mis pecados

y borra toda mi maldad.

Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio,

y renueva la firmeza de mi espíritu».

Salmo 51:3-10

Este es el clamor del corazón de David. Él era un hombre que quería complacer a Dios de verdad. Si hay un hombre en el Antiguo Testamento que amaba y respetaba a Dios, era David. Era un hombre conforme al corazón de Dios. Él conversaba con Dios, lo conocía y lo tenía en primer lugar en su vida. Sin embargo, se equivocó mucho. Cometió adulterio y fue responsable de la muerte de otro hombre.

Supongo que David se examinó a sí mismo: «¿Acaso no soy un hombre que quiere agradar a Dios? ¿No oro? ¿No le escribo los mejores salmos a Dios? ¿No siento la presencia de Dios? ¿No hablo con Él? ¿No es lo primero en mi vida? Entonces, ¿cómo puede ser que haya cometido este pecado? ¿Cómo pude equivocarme tanto?».

¿Qué es el legalismo? Escucha, es un sistema de vida basado en la obediencia a la ley. Ese es el estilo de vida que tenía David y el que tenemos todos. ¡No toques eso! ¡Ve a acostarte! ¡No salgas! ¡Ten cuidado! Así estamos todo el día. Luego vamos a la escuela o a la iglesia y sucede lo mismo. ¡No hagas eso! ¡Reglas! ¡Reglas!

Necesitamos un nuevo corazón. Ese era el clamor de David. Este sistema de leyes no brinda ninguna solución al clamor del hombre. La ley solo agranda el problema, no sacia la sed del alma. David e Israel son ejemplos de esto. Bajo la ley, una persona no puede agradar a Dios. La ley es una vida de altibajos, nos engaña, nos seduce para cumplirla. Si vamos a una campaña, siempre hay gente allí que se consagra. Viven de campaña en campaña, de avivamiento en avivamiento, pero esa no es la voluntad de Dios.

El clamor de David es muy importante: «Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva la firmeza de mi espíritu». Luego viene la gran promesa del Padre.