Cuando le preguntaron al controvertido empresario estadounidense Ray Kroc, personaje célebre por haber construido el imperio llamado “McDonald’s”, cuál había sido el secreto de su éxito, declaró «persistencia. Nada en el mundo puede reemplazar a la persistencia. Nada es más común que hombres fracasados con talentos. La genialidad no lo hará. El mundo está lleno de tontos educados. La persistencia y la determinación por sí solas son poderosas».
¡Qué gran verdad! Si todos pudiésemos entender estas palabras, qué distintos serían los resultados en determinadas cosas. Creo que, tal como reza el título de esta nota, los cementerios están llenos de talentos, de personas que, por distintas razones, llevaron consigo al camposanto sus talentos, sus dones y sus sueños.
Dios, nuestro creador y el mayor artista por excelencia, nos dotó de capacidades, dones e inteligencia para llevar adelante sus sueños. En su generosidad, nos dio la posibilidad de elegir, de meditar… pero siempre con límites. Con esto quiero decir
los talentos sin un plan, una estrategia, una hoja de ruta, van derecho a la “tumba de los talentos”.
¿Es posible vivir de las artes? Estoy convencido de que sí. Si Dios te dio un talento para las artes, entonces te regaló la capacidad para llevarlo adelante, para realizarlo. Él no hace las cosas incompletas; somos nosotros los que dejamos a mitad de camino ciertas cosas.
Por mucho tiempo hemos escuchado encendidas proclamas acerca de que en el futuro haríamos tales cosas, conquistaríamos tales otras, lograríamos llegar a destacados lugares del mundo de la cultura, del arte. Muchas de estas proclamas, sin duda bien intencionadas, parecieran ser extemporáneas, viejas.
El momento es hoy
Cada día que pasa me convenzo más de que el momento no es mañana, es hoy. Muchos ya han pasado demasiado tiempo proclamando y gritando a los cuatro vientos (casi siempre desde lugares cómodos y seguros) lo que se debía hacer. Me aferro a la idea de que este es el momento de concretar los sueños que Dios puso en nuestro corazón, en nuestra mente. Pero, como toda empresa importante, eso conlleva riesgos. Y es aquí donde comienzan los conflictos.
Estoy persuadido de que la gran mayoría de los proyectos que habitan las “tumbas de los talentos” son de aquellas personas que nunca decidieron correr riesgos.
Es probable que hayan tenido sueños inteligentes, ideas acabadas, una gran inteligencia, pero no estuvieron dispuestos a correr riesgos… a ser perseverantes, tal como declaraba el incansable señor Kroc.
“El que no arriesga no gana” es otra célebre frase popular, aplicada muchas veces en cosas de discutida trascendencia. Pero no deja de ser una gran verdad. Se puede vivir del arte, es solo una cuestión de actitud, de relacionarse con la gente indicada, de arrimarse a aquellos que más experiencia tienen, caminar junto a quienes han recorrido un camino. Pero, como dije antes, y a riesgo de ser repetitivo, implicará riesgos, como en toda gran empresa.
Pero, al fin y al cabo, es mejor naufragar que nunca embarcarse. Es preferible perderse y volverse a encontrar mil veces antes de no zarpar jamás. Porque no sea que cuando nos toque partir de esta Tierra, nuestros deudos tan queridos, después de levantar sus ojos al cielo y rezar una oración, nos acomoden con cuidado y prolijidad en el panteón de las “tumbas de los talentos”.
“Tendrás éxito en todo lo que emprendas, y en tus caminos brillará la luz” (Job 22:28)