La medida del amor que puedas dar a los demás con alegría y equilibrio, es directamente proporcional al amor que tengas por tu persona.

En los buenos tiempos, cuando podíamos viajar en avión, se escuchaba la indicación de la azafata que decía: ante una emergencia, máscaras caerán sobre su cabeza, primero colóquese la suya para luego ayudar a quienes tiene alrededor.

Al escuchar esta indicación por primera vez, podemos llegar a pensar que es una falta de consideración al más débil y frágil, al niño, al anciano que no sabe cómo funciona el mecanismo que le puede salvar la vida.

«cuando nos abstraemos del drama, podemos pensar con claridad, y la realidad nos muestra que el oxígeno de quien ayuda es tan importante como el del ser que recibirá la asistencia o más».

Sandra Pedace, diseñadora Gráfica de la UBA

Como mujeres, sabemos que tenemos habilidades múltiples, podemos trabajar y a la vez estar al tanto de los hijos, de la mercadería que falta en la alacena de casa, de los turnos médicos de la familia y de las situaciones de necesidad de la gente a la que servimos con un ministerio o equipo de trabajo. Todo esto de memoria, ¡además tenemos agenda programada!

Muchas veces, en la vorágine de la rutina, nos ponemos metas muy altas, cuidamos a los que nos rodean y nos olvidamos de prestar atención a nuestras propias necesidades.

Hace unos años atrás me sucedió algo inesperado. Siendo madre de tres niños pequeños, habíamos comenzado a pastorear una iglesia en un barrio muy difícil, estaba al frente de un nuevo proyecto empresarial, mi horario de trabajo creativo era cuando los niños se dormían y de día hacía las tareas relacionadas a lo comercial.

Les confieso que no tenía la rutina de hacerme chequeos anuales de salud y me sorprendió la noticia de que, como resultado de la extracción de un pequeño quiste mamario, tenía en mis manos como diagnóstico un carcinoma lobulillar infiltrante grado 3. 

Esta situación puso mi vida en alerta roja (y la de toda la familia). Vinieron tiempos de interconsultas con médicos, más estudios, luego quirófano y temor a lo desconocido… pero no todo fue negativo.

Que no sea necesario un llamado de atención

Toda esta situación me llevó a tener tiempos de mayor intimidad con Dios, de reales conversaciones en oración sobre mi día a día y también del largo plazo, de disfrutar el presente, de buscar mi propósito. Fueron meses vertiginosos. Hoy puedo decir que con la ayuda de Dios todo puede superarse, pero quisiera compartirte un consejo para que no tengas que llegar a un extremo para mejorar todo tu ser. Jesús hace una síntesis magistral al decir:

Ama a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:39).

Es interesante profundizar en el concepto de que la medida del amor que puedas dar a los demás, con alegría y equilibrio, es directamente proporcional al amor que tengas por tu persona.

Esto puede verse reflejado en el respeto por tu dignidad, tu libertad de elegir y la gratitud que tienes por ser quien eres. 

Sandra Pedace, diseñadora Gráfica de la UBA

Alguna vez escuché que cuando alguien trata mal o falta el respeto a otro, está hablando más de sí mismo que del maltratado. ¡Elige estar con quien te valora!

Presta atención a tu oxígeno interno, busca darte el valor que Dios te concedió, y si algo te falta, nada mejor que acudir a tu Creador para que te “reinicie” en oración y te regale una nueva oportunidad de tener una vida abundante y satisfactoria.

Diseñadora Gráfica de la UBA, se especializó en la Edición de libros físicos y digitales, durante 10 años, sirviendo a decenas de autores en mas de 60 títulos. Desde joven sirvió en su iglesia local y trabajó en la ayuda de personas con adicciones. Junto a su esposo, son fundadores y pastores de la Iglesia Triunfantes en CABA. Casada con Darío hace 27 años, son padres de 4 hijos.