Simón es de Inglaterra y Yanil de Argentina y ambos son misioneros a tiempo completo en JuCUM. Han esperado, caminado y obedecido para entrar a su tierra prometida, Zimbabue, por más de diez años. Antes sirvieron en JuCUM Mendoza, por ocho años, hasta que fueron enviados a JuCUM Holmsted Manor, Inglaterra, por otros casi cinco años.
Josué 3 fue la palabra que Dios les habló para continuar caminando hacia la conquista de su tierra prometida. Cuando el río Jordán estaba en su mayor y más alto caudal del año y su corriente más alta, fue cuando Dios ordenó a los sacerdotes “mojarse los pies” y ver las aguas abrirse delante de sus ojos, para que ellos pudieran cruzar en tierra seca (v. 15).
Enero 2020, sin imaginarse qué tipo de año sería…
La visa de Yanil para Inglaterra se vencía a fin de ese mes, pero la visa para entrar a Zimbabue todavía no había sido aprobada. Así es que en oración decidieron que ella, Noah y Hannah viajaran a Malawi, y esperaran a papá allí.
Con la buena noticia de la visa para Zimbabue aprobada, unos días después de que Simon se reuniera con el resto de la familia en Malawi, prácticamente todas las fronteras del mundo se cerraron y el camino de “los Wolfe” hacia su tierra prometida quedó en stand by.
La visa para Zimbabue que recibieron quedaría sin valides si no entraban al país antes de julio 2020. Si estás leyendo esto, y estás en este mundo, sabes bien que, para esa época, viajar no era más que “un deseo”. Así es que, otra vez, en oración por revelación y sabiduría, decidieron viajar a Zimbabue, país que solo dejaba cruzar sus fronteras a nacionales.
Pero Dios lo había dicho: “Mójense los pies y las aguas se abrirán para cruzar en seco”
El viceembajador de Zimbabue en Malawi les extendió una carta que los clasificaba como “nacionales”. Así que decidieron alquilar un auto, porque no había vuelos o buses en tránsito, y cruzar Malawi hacia el norte, por la frontera de Zambia. Solo llevaban consigo fe y un test negativo de Covid-19 para pasar la noche en Lusaka y llegar a la frontera de Zambia con Zimbabue.
Después de días de viaje, llegaron a la frontera de Zimbabue. Presentaron la carta y sus pasaportes y, luego de cuatro horas de espera, entraron “caminando en seco” a su tierra prometida. Al llegar, tenían que realizar cuarentena obligatoria por ocho días para luego seguir la cuarentena en su lugar de residencia, pero no tenían dónde hospedarse.
A la mañana siguiente, cuando empezaron a empacar todo para salir hacia algún lugar, Dios proveyó de un amigo de un amigo un lugar para refugiarlos para pasar un par de noches. Al día de hoy, todavía están en la misma propiedad.
Aún seguían saboreando los milagros de Dios cuando recibieron la noticia de que el contenedor con su auto y todas sus pertenencias acumularían deuda de unos 260 US$ por día hasta que consiguieran pagar y liberarlo o perderían todo.
Para que esto ocurriera, debían tener en sus pasaportes la visa temporaria de trabajo, que no se había podido lograr porque todas las oficinas de gobierno estaban cerradas por la cuarentena y el toque de queda que se había decretado.
Gracias a Dios, una administrativa de la aduana decidió ayudarlos y les aconsejó que visitaran migraciones y entraran por la puerta de atrás para llegar hasta algún escritorio en el que puedan presentar sus papeles y pasaportes, explicando la situación. Y así lo hicieron.
Al día siguiente fueron al centro de la capital, pasaron barricadas de soldados y policías que no dejaban pasar a nadie, hasta que entraron a migraciones por la puerta de atrás. En un edificio vacío y oscuro, decidieron levantar alabanza y oración y el lugar se convirtió en un altar. Hasta que un oficial de migraciones los vio y recibió todos los papales. Pero sin dar mucha esperanza les dijo: “en unos cinco días tendrán noticias”.
Cuando dejaron el edificio, después de cuarenta minutos, recibieron una llamada de ese oficial para que volvieran. Y entre lágrimas de agradecimiento, la familia Wolfe recibió sus pasaportes estampados con la visa de trabajo que necesitaban.
Seguían caminando, cruzando el Jordán, en tierra seca
Luego de un devocional familiar, Simón y Yanil visitaron el depósito donde estaban todas sus pertenencias. Pero la deuda que tenían que pagar para poder liberar sus pertenencias era de más de 12 mil US$.
Llorando y rodeando sus cosas en oración con las manos levantadas, en el mismo depósito, una mujer de seguridad se acercó a Yanil y comenzó a susurrar una canción que decía “Dios es poderoso, Él es bueno..”. Y las dos se unieron en oración y lágrimas.
En una segunda reunión con los encargados del depósito, Simon explicó que solo tenían 1000 US$. El jefe del sector se rio y explicó que sería imposible, pero que volverían a hablar. Después de cuatro días de ayuno y oración, Simon y Yanil decidieron renunciar a todas sus pertenencias. Pensaron “no es un principio bíblico endeudarse por cosas materiales, comenzamos de cero en Argentina, comenzamos de cero en Inglaterra. Lo vamos a volver a hacer en África”.
Después de días de renuncia en oración, recibieron una llamada del jefe del sector explicando que todo sería liberado por el pago de 1500 US$ en lugar de 12 mil. Así que aceptaron y recuperaron todas sus pertenencias.
La palabra nos dice que todo el pueblo cruzó con sus animales y pertenencias, viajando las familias enteras, y al final el arca cruzó y el río se cerró. Finalmente, llegaron y acamparon frente a Jericó para luego esperar la estrategia que Dios les daría para tomar la ciudad.
Hoy Simon y Yanil están liderando JuCUM Rooted Harare, en la capital de Zimbabue. Y siguen viviendo los milagros de Dios que les permitirán ganar esa tierra prometida para el Señor.