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Describiendo la Vida de Oración

¿Qué es la oración? La oración es la unión y comunión con el Espíritu de Verdad. Es una exhalación de la mente, propósito y corazón de Dios que no puede ser alcanzada naturalmente ni humanamente. 

La oración es una actividad espiritual que opera en aquellos que hemos nacido de nuevo. De esta manera nos volvemos participantes de la vida de Dios y de la comunión que el Padre tiene con el Hijo mediante el Espíritu Santo que mora en nosotros. Esta actividad espiritual, nos provee un ámbito eterno de palabras que trastornan el presente de cualquier persona, pueblo y nación. En estos ámbitos, nosotros le hablamos a Dios, pero también aprendemos a hacer silencio para oír Su Voz y disfrutar todo lo que él desea mostrarnos y enseñarnos.

La oración es una actividad espiritual, presente, dinámica y continua. Esto significa que nunca nos graduamos de esta vida, sino que vivimos avanzando y perfeccionándonos en la comunión del Padre con el Hijo, arribando a un entendimiento pleno de su voluntad.

La oración no puede ser separada de Cristo. No podemos separar la oración de la Vida de Cristo, que es la Vida del espíritu. Bien sabemos que la vida no es algo que Cristo nos da, sino mas bien, que Cristo es la misma Vida de Dios otorgada a nosotros por Gracia.

La oración es: Una Mente Diferente, Una Voluntad Diferente, Un Propósito Diferente… Todo esto operando en una VIDA completamente DIFERENTE. 

Oramos desde la mente de Cristo, desde la voluntad de nuestro Padre celestial, arraigados en Su propósito eterno, y fluyendo desde la Vida eterna que hemos recibido al nacer de nuevo.

Permanecer orando, nos permitirá identificar los asuntos eternos que deben manifestarse en nuestro ámbito temporal. La oración nos vuelve sabios, llenándonos de inteligencia espiritual para tener una gestión de vida que corresponda al corazón de Dios. 

¿Cómo oramos? Oramos desde nuestro espíritu, haciendo que todo nuestro ser quede a entera disposición de aquello que podremos ver y oír del Señor.

Cuando oramos, no lo hacemos de ninguna forma exclusiva. Lo exclusivo es nuestro espíritu en comunión con el espíritu de Dios. Las formas y las maneras pueden cambiar, pero lo que nunca debe cambiar es nuestra dirección —nuestro Padre Celestial—.

Sabemos muy bien que somos el Templo del Espíritu de Dios (1º Corintios 6:16 / 2º Corintios  6:16 / Mateo 21:13), somos la casa del Dios viviente, él habita en nosotros y él mismo nos ha llamado: casa de oración.

Una casa de oración no solo contiene Su Vida, sino que la expresa. Toda casa de oración, se vuelve un habitáculo de la Palabra de Dios, y quienes somos parte de esta casa —la Iglesia— nos volvemos la expresión de aquella palabra que mora en nosotros.

«Ser casa de oración, es ser un contenedor de la palabra viva de Dios».

La palabra de Dios es la materia prima que necesitamos para llevar adelante una Vida de Oración. La palabra de Dios viene a nosotros para que podamos vivir y caminar en Su realidad.

La oración no fue creada para pedir lo que nosotros estamos deseando en “nuestra realidad”, sino que la oración es aquella fuerza centrifuga que nos saca de nuestra realidad y nos sumerge en la realidad de Dios (Mateo 14:26-31).

Jesús fue muy claro al decir: “…todo lo que pidan en mi nombre, el Padre se los concederá…”  (Juan 16:23).

El detalle esta en lo siguiente: en Su realidad pedimos según sus deseos, ya que los nuestros nos fueron arrancados. Nuestro corazón está impregnado de Su realidad, de Sus deseos e intenciones, por lo tanto, si vivimos en Su realidad nuestro pedir tiene fundamento y sustancia en Su Voluntad y no en la nuestra.

Entonces, oramos aquella palabra viva que mora en nosotros, como producto de vivir sumergidos en Su realidad. Nuestro espíritu se ensancha cada vez que pronunciamos y vivimos sus palabras, expresándolas con nuestra manera de vivir.

La oración es mucho mas que una “actividad de rodillas”. La oración es la actividad eterna de un ser —el hombre en su aspecto integral: espíritu, alma y cuerpo— que fue absorbido por la realidad de Dios. 

Julián Ríos
Julián Ríos
Esposo de Vicky, papá de Samy y Giuly. Es profeta, pastor y miembro del presbiterio de CEAP (Centro de Entrenamiento de Alta Productividad). Actualmente reside en Barcelona, España. Colabora con la Iglesia en Los Balcanes, mediante el proyecto LAPET (Levantando Altares Para Establecer El Trono) de la red UNGE Internacional.

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