“…Deja tu tierra, tus parientes y la casa de tu padre, y vete a la tierra que te mostraré” (extracto de Génesis 12:1) Cuando escuchaba esta palabra en la apertura de mi Escuela de Discipulado y Entrenamiento (EDE) en Puerto Madryn, Argentina, sabía que Dios me estaba hablando.
Mi respuesta fue “¡Sí!”. Después la apertura, estaba caminando en la base y pensaba, “No voy a volver a mi país. Pero espera, en Argentina, ellos hablan en español”, y después de una pausa pensé “Ok, puedo aprender”. Ese fue el primer pensamiento después mi “sí”. No fue algo raro pensar que iba a ser una misionera en Argentina a tiempo completo.
Meses antes de mi llegada a Argentina, estaba en lucha con Dios. Para cada mandato que Él me daba, yo tenía un argumento, y para cada argumento que tenía, Dios tenía la respuesta. Terminé esas semanas de cambios con una renuncia total a Él. Ya voy… ¿dónde me quieres, cuándo me quieres, cómo me quieres? Toda mi vida cristiana fue así.
Recibí a Cristo cuando tenía 19 años, estaba en la universidad. Terminé mis estudios de 4 años y fui a hacer el Seminario Teológico de la Asamblea de Dios. Después de un año, sentí que mi tiempo presencial en el seminario había acabado. Años después, terminé mis estudios bíblicos online y aprobé el proceso para tener credenciales con la Asamblea de Dios (lo que me permite llevar mis credenciales en JUCUM hasta hoy).
Sabía que Dios me había llamado a tres cosas: discipulado, misiones y evangelismo. Entonces, quería seguir esas líneas. Por muchos años, serví en la iglesia en varios roles, pero principalmente en los mencionados.
Estaba encargada del evangelismo en la iglesia. Casi todos los fines de semana, por años, estaba con mis mapas, saliendo puerta a puerta para hablar con la gente sobre Jesús y su amor e invitándolos a la iglesia. A veces, tenía oportunidades para orar por la familia y también por sus enfermedades.
Me encantó relacionarme con la gente, en las calles, mercados, restaurantes. Siempre volvía a comprar o comer a los mismos lugares para profundizar mis relaciones con ellos. Conocí a mis vecinos, aprendí sus nombres. Mientras, estaba liderando a los adolescentes en mi iglesia en estudios bíblicos, en grupos pequeños y en el discipulado con algunas de las chicas.
También estaba armando equipos de misiones en mi iglesia. Empecé en un local en la ciudad de Filadelfia; después, liderando equipos para trabajar en las zonas de huracanes en los EE. UU. Tuve la oportunidad de ir a Panamá y Ecuador con mis sobrinos en un viaje misionero y me encantó. Ese fue el comienzo de algo en mí haciendo misiones afuera de mi país.
Dos meses antes de mi EDE en Puerto Madryn, me junté con mi pastor para armar un equipo para ir a Buenos Aires, Argentina. Por eso no fue tan difícil para mí el cambio de ser una misionera a tiempo completo en JUCUM.
Cuando estaba por terminar mi EDE, hablé con el liderazgo de la base: “Quiero trabajar en la EDE. Eso es lo que Dios me está hablando”. La primera respuesta que recibí fue que necesitaba quedarme en la base por un año. Pero, dos semanas después, ya era parte del equipo de la EDE.
Por los próximos 5 años, trabajé en 10 EDE´s y viajé a 4 países en 8 cruzadas. En mi segundo año en JUCUM, me pidieron ser parte del equipo del liderazgo. Estaba discipulando jóvenes en la misión, viajando a distintos lugares y predicando la palabra.
¡Estaba haciendo todo lo que Dios me llamó a hacer!
Algunos de mis viajes misioneros fueron a la selva en Perú, en un pueblo que se llama Pucallpa. Después de la primera vez, no quería volver por nada. No entendía el idioma, hacía mucho calor y tuve tantas picaduras de mosquitos… En el segundo viaje sentí que me gustaba ese lugar. Ya estaba aprendiendo el idioma, empecé a relacionarme con la gente y también me gustaba más el verde de la selva. En el tercer viaje volví para hablar con el equipo de liderazgo. Dios estaba poniendo una carga por la gente de Pucallpa y sus alrededores.
“Quiero ser parte del proyecto a Pucallpa”. Solo al decirlo sabía que estaba yendo por un camino diferente al que pensaba.
Dos años después, me estaba mudando con un equipo, con todas mis pertinencias en una maleta, a Pucallpa, para abrir un base misionera en la selva.
Es una locura que una mujer de 41 años saliera de su país, renunciara a su idioma, a su comodidad y a la compañía de su familia para seguir el llamado de Dios en un país muy diferente en una misión llamada JUVENTUD con una Misión, en medio de un desierto en la Patagonia. Y que ahora esté viviendo en medio de la selva amazónica de Perú.
Pero, después de casi 9 años, no puedo imaginar nada diferente.
Estoy disfrutando ser directora de una misión y pastora de una iglesia en la entrada de la selva. Durante la semana, estoy manejando mi motocarro para hacer compras o visitar a los hermanos de nuestra iglesia; programando devocionales y cultos online por el tema de la pandemia; visitando a algunos vecinos con comida o solo para charlar y orar. Mientras, estoy invirtiendo en los obreros de la misión y los alumnos en nuestra EDE.
En solo dos meses voy a cumplir 50 años. Tengo tantos sueños y visiones. Un sueño personal es que quiero predicar el Evangelio a alguien que nunca haya escuchado de Dios o Jesús. Ahora, estoy cerca de algunas regiones en Perú y Brasil con grupos étnicos no alcanzados. Mi deseo está justo enfrente de mí.
Si hay algo que he aprendido en todo mi camino es esto: Cuando Dios llama, Él equipa.
Quiero seguir en misiones hasta que Dios me llame.
Mariann May Lucas
Soy de Nueva York. Tengo 49 años, hace casi 9 años en JUCUM. Hice mi EDE en Puerto Madryn, Argentina, en 2012; serví allí 6 años y me mudé a Pucallpa en noviembre de 2018 para ser pionera de la base de JUCUM Pucallpa.