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Daniel Habif: «Cristo me salvó y me sigue salvando de mí mismo»

El reconocido conferencista internacional tiene un don y es ser puntilloso con sus palabras. Ha motivado a miles de personas en todo el continente y sus videos son reproducidos por millones de usuarios en todo el mundo. Además, cuenta con una extensa carrera como actor, empresario y presentador de TV. Pero desde hace tiempo que el foco de su carrera no es el mismo y es que a donde lo invitan siempre trata de exaltar el nombre de Jesús y qué es lo que está produciendo en su vida.

Habif escribió una rotunda y concisa reflexión sobre por qué no puede dejar de compartir sobre Cristo, tanto en su vida pública como en el ámbito privado y es por eso que escribió un texto que hace referencia a su fe. Arranca diciendo, «me preguntan: ‘y, entonces, Daniel, ¿por qué amas a Dios y siempre hablas de Él?’. A lo que respondo: ‘simple, es lo que abunda en mi corazón’, y confieso que en ocasiones quisiera hablar de otra cosa, pero siempre termino hablando de Él; busco no mencionarlo, pero se me sale como cuando toses y escupes la comida. Es una llenura, es un géiser en el centro de mi pecho, es una relación multimodal, es una fortuna que he cultivado durante años».

«Dios es mi amigo, mi padre, mi rey, mi general, mi consejero, mi socio, mi salvador, mi todo.

Daniel Habif, conferencista y motivador.

El conferencista no se detiene, sino que toma más coraje y lanza, «Dios es mi amigo, mi padre, mi rey, mi
general, mi consejero, mi socio, mi salvador, mi todo. Es lo más importante que existe en mi vida, estoy enamorado de Él porque lo siento en todos lados: mi vida es un milagro. ‘Pero, Daniel, ¿cómo puedes amar a Dios si jamás lo has visto?’ Me preguntan siempre que pueden. A lo que respondo, ‘simple, de la misma forma en la que muchos odian algo en lo que no creen'».

Daniel expone su corazón como una carta abierta y confiesa «por años fui un pez fuera del agua, un moribundo arrastrándose por los suelos, revolcado de insomnio en insomnio; el foco prendido y el aire eran mis únicos amigos, pero conocí al Todopoderoso, nunca dudé de Su existencia, pero jamás lo había buscado como lo busqué aquel día. Alcé mis manos al límite e imploré misericordia. Yo era una oveja perdida, pero no dejé de ser su oveja; a pesar de todo lo que soy, y de lo que Dios sabe de mi pasado, de mi presente y de mi futuro, me demuestra diariamente que no pierde el amor y la ternura con la que me invita a seguirle sin importar mis actos».

«En cualquier momento del día encuentro un espacio para escuchar la voz que Cristo me ofrece cuando la requiero».

«Pero no lo escucho de la misma forma en la que suenan las personas; Su sonido retumba en el viento poderoso que rompe en las montañas y sacude la hierba, siento cómo retumba en los rayos del cielo y en el crujir de los caminos. Así como lo hizo Elías, que lo escuchó después del fuego, en un silbo apacible y delicado. Por ello aprendí que para oír su «suave murmullo» debo guardar silencio, que es otro de sus idiomas. Supe que para comprender la divinidad de su mensaje debía renunciar a mi propia voluntad y a mis deseos», narra Daniel como si fuera un poeta, un filósofo, alguien genuino que se topó con Dios y ya no pudo seguir siendo el mismo.

El artesano de las palabras logra trasmitir su más profunda transformación de una manera nítida, diáfana, para que todo aquel que lo lea sienta en sus fibras que lo que trasmite es real. «Admiro la ciencia y lo que ésta hace posible, pero Dios ha sido el cirujano de mi destino; Él realizó la transfusión que me devolvió la vida, colmó mis venas y mi espíritu. En ocasiones debemos aceptar que nuestro estado es tan deplorable que necesitamos una dosis más fuerte, un tratamiento que ninguna medicina pudiera brindarnos. Yo decidí entregarme por completo a Él, y fue Él quien me salvó y continúa salvándome de mí mismo.

«Hoy sigo siendo un forastero, un pecador, pero ahora bajo Su justificación y gracia he recibido todo lo que tengo y todo lo que soy».

Daniel Habif, conferencista y motivador.

Por último, Daniel Habif nos deja una invitación, un anhelo sincero y así lo expresó «oír Su voz y obedecerla me ha hecho feliz, por ello deseo que tú también la escuches. Busca Su voz, que es la guía y la ayuda interna que te induce a lo agradable y a lo bueno. Búscala y espera paciente la respuesta, porque Él jamás deja de responder. ‘El que tenga oídos, que oiga'».

Redacción
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