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¿Cómo perdona Jesús?

Por Guillermo Mac Kenzie

¡Qué difícil es perdonar! Esta frase representa la experiencia real del ser humano, cuya respuesta más natural al daño recibido es guardar resentimiento o responder con venganza.

Con respecto a lo primero, C.S. Lewis afirmaba que “guardar resentimiento es como beber veneno y esperar que la otra persona muera”. El resentimiento hace crecer la angustia interior, aun cuando la persona que te ofendió tal vez ni esté enterada. El perdón no es simplemente liberar al otro, es liberarse uno mismo.

Por otro lado, la búsqueda de venganza tampoco es sanadora. La dificultad para perdonar genera un espiral destructivo que tiende a aumentar la violencia y la amargura.

Jesús nos ofrece una alternativa superadora que no guarda resentimiento ni busca venganza.

«Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lucas 23:34).

Con estas palabras, Jesús inaugura su discurso desde la cruz, no con juicio, sino con gracia. Frente al sufrimiento y la injusticia, su respuesta es el perdón.

Este gesto no es sólo ejemplo, sino revelación: el corazón de Dios se muestra al mundo intercediendo por los enemigos. El perdón, entonces, es más que un mandato ético; es una forma de vida marcada por la cruz.

El modelo de Jesús: dos falacias del perdón

Lucas 23:32-34 describe a Jesús crucificado entre delincuentes, rodeado de una multitud que lo ridiculiza e insulta, cumpliendo la profecía de Isaías 53:12: “fue contado entre los pecadores”.

Su presencia allí no es accidental. En su oficio sacerdotal, Jesús intercede por los culpables, identificándose con ellos (Hebreos 4:15).

El verbo griego que utiliza Lucas para “perdonar” es ἀφίημι (aphiēmi), que significa liberar, cancelar una deuda, dejar de reclamar.

Jesús no espera arrepentimiento previo: extiende el perdón a quienes ni siquiera lo piden.

La primera falacia es pensar que primero debemos procesar nuestro dolor para, en un futuro, estar preparados para perdonar. En contraste con sus verdugos, Jesús es el inocente sufriente. Su muerte, documentada incluso por autores no cristianos como Flavio Josefo y Tácito, fue un acto de extrema brutalidad.

Sin embargo, no esperó sanar sus heridas para luego estar dispuesto a perdonar. Lo hizo mientras sufría.

El perdón, en la lógica del Reino, es medicina, no resultado. El acto de perdonar es en sí mismo un eslabón en la cadena de la sanidad.

Por otro lado, Jesús declara: “No saben lo que hacen” (Lucas 23:34).

Esta declaración no exime de culpa a los que están infligiendo sufrimiento sobre Jesús.

Como recuerda Tertuliano: “la ignorancia no elimina el pecado, solo revela su profundidad” (Apología, 17).

La afirmación de Jesús implica una comprensión espiritual del pecado como ceguera moral, acorde a 1 Corintios 2:14: “el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente”.

Por tanto, perdonar no implica eximir de culpa sino tomar la decisión de liberar y no perseguir.

Desde José hasta Jesús: el espiral del perdón

El relato de José en Génesis 50:15–21 prefigura esta enseñanza de Cristo.

Cuando sus hermanos temen represalias, José responde: “Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien”.

En hebreo, el verbo חָשַׁב (ḥāšab), utilizado dos veces en este versículo (pensasteis y encaminó), implica entretejer, planear algo.

Aquí vemos un gran contraste: los hermanos de José planearon el mal, pero Dios transformó ese tejido, las heridas dentro de Su propósito de salvación.

Sin embargo, la gran diferencia entre José y Jesús es que a Jesús nadie le pidió perdón… y aun así, lo ofreció con gracia.

La comunidad que perdona a la manera de Jesús

El perdón no es solo personal: es comunitario.

Pablo exhorta: “Soportaos unos a otros y perdonaos mutuamente… así como Cristo os perdonó” (Colosenses 3:13).

Esta práctica rompe los espirales de violencia. La murmuración destruye comunidades; el perdón, en cambio, las restaura.

Jesús no nos confronta con nuestro pecado para humillarnos, sino con nuestro dolor para transformarlo.

Una comunidad centrada en el Evangelio vive el perdón como cultura, no como excepción.

Seis pasos hacia una vida perdonadora

Jesús nos ofrece un camino práctico hacia el perdón liberador, incluso cuando no sentimos ganas de hacerlo.

Podemos representar el modelo de Jesús con este acróstico basado en la palabra PERDÓN:

  • Presenta tu dolor a Dios Jesús ora: “Padre”. Hablar con Dios es el primer paso para sanar (Lucas 23:34).
  • Elige la misericordia – La palabra misericordia implica etimológicamente tener un corazón inclinado hacia la miseria ajena (Colosenses 3:13).
  • Renuncia a la venganza “No os venguéis vosotros mismos” (Romanos 12:19).
  • Deja el resentimiento “Quítense de vosotros toda amargura” (Efesios 4:31).
  • Ofrece gracia “Sed benignos… perdonándoos” (Efesios 4:32).
  • Nace a la libertad “Si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (Juan 8:36).

Conclusión

«Perdonar no es debilidad, sino madurez».

Implica morir a nuestro ego, y nacer a una vida nueva. Porque donde abunda el perdón, disminuye el resentimiento, se combate la venganza, y florece la comunión.

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La Facultad Teológica Integral de Buenos Aires es una institución inter-denominacional que nace de la Red de Sembradores y tiene el propósito de formar ministros y líderes laicos con la mayor exigencia académica, teológica y bíblica. Actualmente, es la única institución académica en Argentina que provee una Maestría en Divinidad.

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