Necesitamos prestar atención a que el cansancio nos irrita, nos vuelve vulnerables a enojos desmedidos, trasladando reacciones exacerbadas a problemas cotidianos.
En medio de las prisas de la vida cotidiana, la fe se convierte en ese faro que ilumina nuestro camino, recordándonos que hay algo más grande que nosotros mismos.