Es un privilegio poder servir al Señor en las misiones, pero yo terminé siendo la más bendecida.
Crecí en una familia cristiana en el norte de Brasil. Mi vida diaria giraba alrededor de la escuela, iglesia y casa. Más allá de que siempre iba a la iglesia, no era realmente feliz y mi vida no era como debería ser al seguir a Cristo.
Cuando tenía 13 años acompañé a mi familia a un congreso de misiones. Fue la primera vez que recuerdo haber escuchado acerca de ellas. Una noche habló un invitado que vino de muy lejos: un señor mayor, misionero de China. A través de su traductor contó acerca de sus experiencias y de su amor hacia las misiones. Luego empezó a orar y dar palabras específicas para los que estábamos allí. Me llamó al frente y orando por mí, él dijo que tenía un llamado misionero por Asia.
«Salí de ese congreso transformada: tuve un nuevo amor hacía las misiones»
Laura Amoras, misionera brasileña de JUCUM Rosario.
Compré un mapamundi para la pared de mi habitación y empecé a interceder por las naciones. Colgaba papelitos en el mapa según lo que Dios respondía a mis oraciones. Hasta empecé a conocer la cultura asiática: me peinaba como una china, conseguía palillos para comer, etc.
Sin embargo, mi realidad y las experiencias sin sanar fueron apagando ese amor por las misiones poco a poco. En mi adolescencia y juventud perdí el rumbo de lo que Dios tenía para mi vida. Me sentía desubicada, y buscaba ser aceptada y amada a través de los deportes y las artes; lo que fuera que me hiciera olvidar mi realidad y entorno.
En lo profundo sabía que había un plan y propósito mayor para mí, pero perdí mi camino. Además nunca había salido de Brasil, y las palabras de ese misionero chino fueron cada vez más difíciles de creer.
Dios me ayudó a enfrentar mis dolores
Tratando de ubicar las piezas perdidas de mi vida vine a hacer una escuela de arte en JuCUM Argentina en 2012. En sí mi motivación principal fue escapar de mi realidad y pasar un buen rato. Quizás un cambio de entorno me ayudaría a olvidar mis problemas y levantar el ánimo.
La escuela duraba solo seis meses, pero llevé tres maletas y mi guitarra porque algo dentro de mí decía que este viaje duraría más tiempo. Tampoco fue una sorpresa para mis padres cuando al terminar la escuela les conté que iba quedarme en Argentina. Me quedé viviendo como una misionera en este país.
«En vez de escapar de mis dolores, Dios me los hizo enfrentar. Pero a la vez, trajo su sanidad y esperanza»
Laura Amoras, misionera brasileña de JUCUM Rosario.
En la misión encontré una familia que me contuvo. Yo me veía como una tierra seca y desolada, pero durante los años en Argentina el Señor regó esa tierra y trajo frutos. Él me guio hacia personas que tenían experiencias parecidas a las mías y esta vez sí pude ayudarlas.
Mirando hacia atrás, tengo mucha alegría y orgullo al ver lo que Dios ha hecho en mi vida en las misiones. Él me quitó el nombre de huérfana y recibí su nombre. Pude vivir el milagro de restauración en mi vida. Es un privilegio poder servirlo y más allá de poder bendecir a un país donde el Señor me llamó, primeramente yo terminé siendo bendecida.
Nunca debemos dudar de los planes de Dios sino creerlos. Él me sacó de un lugar donde no tenía esperanza y me dio una familia. Hoy en día soy parte de la comunidad de JuCUM en Rosario. Pensando cómo resumir estos ocho años en Argentina en una palabra, la única que puedo pensar es amor.
Laura Amoras
Brasileña de 29 años, es misionera a tiempo completo en Juventud Con Una Misión en Rosario. Estando en Argentina conoció a su esposo Pyry de Finlandia y juntos sirven en las misiones.