Nuestra relación con papá era muy extraña, a veces estaba en casa, otras veces no. Mamá decía que era porque viajaba mucho por causa de su trabajo. En realidad, la historia era otra, él tenía otra familia y yo no lo sabía.
Hay una imagen en mi memoria, de esas que te cuestan mucho olvidar, y es la de papá yéndose de casa hasta la próxima vez y yo pidiéndole que me compre una pelota. Él decía algo como: “cuando nos volvamos a ver, te voy a traer una pelota”. Yo esperaba con ansias el reencuentro y por supuesto, cuando regresaba, mi vista se fijaba primeramente en sus manos. Vez tras vez, las excusas se sucedieron, pero por lo que sea, él no cumplió su promesa.
Pasaron algunos años y en la adolescencia, la necesidad de paternidad se hizo herida en mí y todo aquello me empujó a vivir días de depresión y angustia que lentamente me llevaron a deseos suicidas. Fue en aquellos días grises que Jesús se cruzó en mi camino y descubrí que para mis falencias de destino, sentido, identidad, y por sobre todas las cosas, mi falta de paternidad, Él tenía las respuestas verdaderas.
Al convertirme, inmediatamente tuve la necesidad de orar y de aprender cómo hacerlo. Descubrí en la Biblia, que a los discípulos les pasó exactamente lo mismo y cuando le preguntaron a Jesús, Él les enseñó cómo debían hacerlo.
«Si querían hablar con Dios, la llave principal de esa relación era una palabra: Padre».
Aquella revelación bíblica desarmó por completo mi forma de pensar y de entender las cosas, las piezas del rompecabezas podían de una vez por todas comenzar a armarse. Si hay algo que Dios quiere ser en mi vida, es ser mi Padre.
Hoy vivimos en una sociedad sin padres, es por eso que vemos continuamente a mujeres solas criando a sus hijos o siendo proveedoras principales en su hogar. Un pastor que ha sido capellán carcelario por muchos años, me contaba que los días de visitas en la cárcel, había más de doscientas mujeres esperando ver a los detenidos.
Hay esposas, novias, hermanas, pero por sobre todo madres. Sin embargo, lo que raramente sucede es que aparezca algún varón, un padre. Sin lugar a dudas muchos de aquellos presos no estarían allí si hubieran tenido padres que los guiaran en el camino correcto.
En esta sociedad sin padres, con figuras masculinas cada vez más devaluadas, el Evangelio tiene respuesta, la única respuesta. Es Jesús diciendo ”Yo soy el camino, la verdad y la vida, …Nadie llega al Padre sino por mí” (Juan 14:6 NVI). Contundente, claro, sin espacio para la duda.
«La única manera de conocer realmente a Dios es como a un Padre y para conocerlo como tal debemos hacerlo a través de Jesucristo».
En el Edén una relación se rompió. Desde ese mismo momento Dios lanzó una promesa de redención y restauración (Génesis 3:15). El es un Padre que sí cumple sus promesas. Lo vemos a lo largo de toda la Biblia. No solo prometió un Salvador, lo envió y no a cualquiera, sino lo más preciado, su propio hijo. No solo cumplió su promesa, lo hizo de la mejor manera.
En este perfecto plan de redención observamos que: “..En amor nos predestinó para ser adoptados como hijos suyos por medio de Jesucristo..”(Efesios 1:4-5 NVI) y “ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: ‘!Abba! ¡Padre!’ (Romanos 8:15 NVI).
Fijemos nuestros ojos en esta tremenda revelación, fue en su amor que nos predestinó para que fuéramos sus hijos. Él nos vio huérfanos, necesitados de su amor, del abrazo de un padre y nos adoptó en Cristo para que ahora seamos hijos de Dios.
Caminemos bajo la revelación de la Palabra de Dios, no nos conformemos con nada menos. No son cosas que merecíamos, pero Su gracia nos dio la posición de hijos de Dios, nos hizo aceptos en el amado.
Hemos sido adoptados, somos parte de la familia de Dios, no vivamos como huérfanos porque no lo somos y disfrutemos saber que, no sólo somos hijos, sino también somos herederos de Dios y coherederos con Cristo. (Romanos 8:16 NVI).
Han pasado algunos años y Dios me ha dado una maravillosa familia con la que servimos a Dios apasionadamente. Una de las cosas que más me gusta es ser papá y trato cada día de aprender un poco más del mejor Papá del universo. Ya no soy un niño esperando ilusionado por un regalo que nunca va a llegar, hoy tengo un Padre que nunca falta a Su palabras, Él cumple sus promesas y no me ha defraudado jamás.