Cuando los días se presentan con demandas interminables, ¿cómo fijar la mirada en lo realmente importante?
¿Cómo calificarías tus horas, tus días?, ¿productivos, fructíferos, plenos? ¿O sientes que le falta sentido y propósito a tú vida? Avancemos juntas, porque sé que Dios renovará nuestra visión.
“De modo que les respondí con el siguiente mensaje: “Estoy ocupado en una gran tarea, así que no puedo ir. ¿Por qué habría de dejar el trabajo para ir a encontrarme con ustedes?” (Nehemías 6:3).
Nehemías sabía que la tarea que estaba haciendo cada día era muy importante, primero porque era una asignación del Señor para él, segundo porque tenía la capacidad para hacerla y tercero porque sería de beneficio para todo el Pueblo de Dios.
Prestemos atención a la expresión “dejar el trabajo para ir”, esto me hace pensar en desvíos, salirse del camino, y en cuántas veces al día mi mente se “despista” de lo verdaderamente importante, y entonces menosprecio por pequeños mis pasos del día a día.
Nehemías ponía un ladrillo sobre otro, pensando en un gran muro protector al final del trabajo realizado. Nosotras podemos cambiar el enfoque de lo que nos toca ser y hacer cada día. Esto puede ser un pequeño acto, una palabra de aliento, una comida para los que amas, tender una mano en el trabajo. El desafío es comenzar a verlo como una contribución a algo más grande que puesto en las manos de Dios signifique algo mayor de lo que alguna vez pensamos o imaginamos.
Algunas actitudes para evitar desenfocarnos
- -Enfocarnos demasiado en la opinión de los demás, en los rótulos y etiquetas de lo que este sistema llama “exitoso”.
- -Desvalorizar lo que Dios nos ha dado. Somos mujeres con talentos dados por Dios, enterrarlos, esconderlos nos desvía de su propósito para nuestra vida.
- -Correr más rápido que Dios tratando de controlar todo en este día. Las cosas se desordenan, las personas se oponen porque así es la vida. También le pasó a Nehemías.
Sin embargo a través de toda su historia aprendemos que él se concentró en Dios, puso su confianza en Él. Y siguió adelante.
Cómo reenfocar nuestra visión en lo verdadero
“Llegamos a ser lo que contemplamos”, escribió el poeta William Blake. Y el escritor de Hebreos nos dice en el capítulo 12:2: “Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe…”.
Cuando elegimos poner nuestra mirada en el Señor nuestro día se llena con una porción de su gloria. Y todo lo que somos y tenemos, nuestras relaciones, trabajos, mente y corazón, comienzan a ser transformados por la realidad de su presencia. Es imposible mirarlo a Él y ser las mismas personas ansiosas, amargadas y miedosas que fuimos.
El apóstol Pablo dice en 2 Corintios 3:18: “Así, todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados a su semejanza con más y más gloria por la acción del Señor, que es el Espíritu”.
Cuando estamos en Dios ninguna hora, ningún día es desperdiciado, porque el Señor siempre está trabajando, nos está transformando en personas más fuertes y firmes en Él.
Creo que más de una vez Nehemías debe haberse sentido débil o cansado ante el gran desafío que tenía por delante. Sin embargo nunca permitió que ni el exterior, ni su propio cansancio le hicieran olvidar que era fortalecido por Dios.
No perdamos el verdadero enfoque en medio de nuestros días y las demandas interminables. El Señor nos ofrece que lo miremos a Él y vengamos a sus brazos. Irónicamente, cuando estamos más cansadas es cuando más nos desenfocamos, y nuestro pensamientos confusos y preocupados nos alejan del regalo de su paz para nosotras.
Reenfocar nuestro corazón es reconocer que esos son los momentos en que más lo necesitamos.
Hay mucho ruido allí afuera tratando de desenfocarnos. Lo esencial es que haya silencio en nuestra alma y podamos escuchar una y otra vez la dulce voz de Jesucristo que nos dice: “No tengan miedo (…) ¡Tengan ánimo! ¡Yo estoy aquí!” (Mateo 14:27, NTV). Y entonces entendemos que cuando realmente nos enfocamos en Él y en su voz, la visión de nuestro corazón se clarifica para siempre.
Cerremos los ojos de nuestro corazón a lo que nos desenfoca de lo verdaderamente importante y transformador en este día, a esos ruidos que nos distraen de la voz de nuestro amado Padre. Abramos la mirada de nuestro corazón para contemplar su presencia incomparable aquí, justo a nuestro lado. Creando propósito y maravilla en cada una de nosotras.