Estamos caminando bajo la unción del Espíritu y creyendo lo que Dios tiene para nosotros en esta temporada.
Vivimos en un mundo que tiene cada vez más la intención clara de separarnos, y más que el odio y el rencor, lo que nos separa hoy son las pantallas.
El libro de los Hechos nos muestra una realidad donde no existían las pantallas, se vivía en una plenitud, en carne propia cada vivencia, cada experiencia y eso es lo que el Espíritu Santo nos está impulsando en este tiempo. Nos habla de lo fuerte que tiene que enfrentar la iglesia de ese momento: la muerte de uno de sus líderes principales que es Jacobo y el encarcelamiento de Pedro.
Es realmente un momento de terremoto en la iglesia, cuando la iglesia de los Hechos oraba, los lugares donde ellos estaban temblaban por el poder del Espíritu Santo. La tierra temblaba, el sistema del mundo se estaba estremeciendo porque los cristianos lo estaban penetrando y Satanás movía todo su poder para destruirlo.
Cuando Jesús eligió a sus doce discípulos no lo hizo por su capacidad sino por sus destinos y propósitos, por eso dentro de esos doce tuvo cuatro amigos cercanos: Jacobo, Pedro, Juan y Andrés, con los cuales compartía todas las cosas.
Al primero que asesinan es a Jacobo, el hermano de Juan. Pedro ve cómo lo matan y es llevado a la cárcel; en ese proceso de estar preso vemos cómo Jesús vestido como ángel le instruye para romper las cadenas que lo ataban para quedar en libertad. Vemos cómo un ángel del Señor que se atreve a entrar a la cárcel a mirar cómo dormía Pedro tocando su costado diciéndole que se ciña, que tome el manto y que lo siga con tranquilidad.
Por Hechos 12:11-25 sabemos que Pedro es liberado sobrenaturalmente de la cárcel, es el líder principal y es una situación fuerte que la iglesia atraviesa. Todos se reunían en la casa de María para orar, pidiendo con intensidad por la vida de Pedro.
Esa oración ya había sido contestada, aunque ellos no lo sabían. Pedro ya estaba libre y se encontraba afuera pidiendo que le abrieran la puerta. En ese ambiente había una muchacha llamada Rode, una adolescente quien representa esa generación que está entre el clamor y el milagro.
Esta generación tiene sobre su vida el peso de muchas oraciones, de mucha siembra, quizás nos cuesta creer en nuestros adolescentes o jóvenes pues vemos que muchos son golpeados, marcados y perseguidos por un sistema que quiere abortar sus valores, sin embargo, están entre el clamor y el milagro.
Rode escucha que quien está a la puerta es Pedro y comienza a gritarles a los hermanos, pero ellos no le creyeron, pensaron que era un ángel. Asimismo, nosotros, muchas veces, cerramos nuestros oídos a una generación que ve donde nosotros no vemos. Estamos tan ocupados en querer hacer nosotros por ellos que no nos tomamos el tiempo para escucharlos, para que nos cuenten lo que ven.
A veces, en medio de todo el ruido, nos cuesta escuchar a nuestros hijos, como Rode que estaba anunciando que Pedro estaba afuera esperando que le abrieran, pero no le creían pensando que estaba enloqueciendo. Rode molesta abrió la puerta para que entrara Pedro, los hermanos atónitos no podían creer lo que veían y ella estaba feliz porque sabía que lo que estaba viendo era verdad.
Hoy el milagro puede estar detrás de la puerta. Pero muchas veces hay personas que se han muerto con ese milagro detrás de la puerta, hay generaciones que han pasado sin dar cabida a ese milagro. Porque la fe que debían tener en ese momento era suficiente para creer que Dios lo podía hacer pero no se arriesgaron a abrir la puerta.
La fe es simple, es como un grano de mostaza y empieza con las cosas simples como amar a nuestras familias, ser parte de un grupo de vida, invitar a otros, evangelizar a quienes no conocen a Jesús, adorar en nuestros trabajos, tomar las manos de la persona para la cual trabajamos y bendecirla en el nombre de Jesús.
Estar en nuestra oficina no para ganarnos el sueldo de fin de mes, sino para que la gloria de Dios invada ese ambiente. Creemos en una generación que se cansó de que el milagro está en la puerta y se determina a abrirle.
Pedro cuando ingresa a la iglesia los hace callar y les dice que le avisen a Jacobo que él estaba bien y se fue del lugar. Por supuesto, no era Jacobo al que Pedro había visto morir, sino que era quien en griego se lo conoce como Santiago, el hermano menor de Jesús.
A Santiago le costó creer en Jesús hasta que resucitó, porque aunque no cree no puede negar lo que había en su hermano, él lo vio ir a la cruz y el día en que Jesús se les apareció a los discípulos Santiago estaba allí, y desde ese día rindió su vida de tal manera que se va a convertir en el líder de la iglesia en Jerusalén.
Es la historia de cómo Dios siempre tiene algo nuevo para nuestras vidas, porque aunque nuestro Jacobo esté muerto y nuestras expectativas estén acabadas, es necesario dejar las cosas viejas atrás y entender que Dios ya hizo algo nuevo.
Mientras Santiago no creía, estaba siendo preparado, Dios estaba entretejiendo la historia y aunque el Jacobo que Dios había elegido estaba muerto, estaba preparando al nuevo Jacobo que llevaría a la iglesia a una nueva etapa.
Fue muy fuerte el dolor de Pedro al ver que su amigo de toda la vida era asesinado, pero entendió que ya Dios había preparado algo nuevo. La iglesia no está huérfana en medio del dolor, de la pérdida, Dios tiene algo nuevo más allá de que el diablo se levante, como se levantó Herodes.
Hay algo nuevo de Dios para nosotros, que es simple, que está cerca, a veces nos hacemos ilusiones de cosas complicadas pero el Evangelio es más simple y más concreto, Dios trabaja con lo que tenemos, en el lugar en donde estamos está lo nuevo que Dios preparó.
Entre las ruinas Dios pone algo fresco y nuevo
Animémonos a romper la pasividad, que en medio de nuestras deficiencias Dios ha estado construyendo algo nuevo. Dios nos dice: yo hago algo nuevo, pronto saldrá a luz, ya lo conoceremos. Una vez más el Señor abrirá caminos en el desierto y ríos en la soledad. Hay un nuevo Jacobo.
Herodes cuando no encuentra a Pedro interroga a los guardias, los cuales no saben qué responderle porque el Señor había traspuesto a Pedro, con toda la furia Herodes manda a matar a los guardias por ineficiencia y lo sigue buscando sin resultado alguno.
Herodes era el gobernador y contaba con todos los recursos militares para buscar por todos lados, pero no lo encontró porque Pedro se escondió en el mejor lugar, la iglesia, ese lugar donde podemos morir a nosotros mismos y conectarnos con otros para convertirnos en un solo cuerpo, ese lugar donde Satanás no puede encontrarnos.
La iglesia no es marketing cristiano bondadoso, la iglesia se planta, se queda cuando las cosas están mal, nos abre la puerta y nos sostiene. La iglesia sufre fricción, sufre tensión pero al mismo tiempo produce sanidad, así como cuando nuestro cuerpo se lastima y él mismo produce la mejoría, así es la iglesia.
Cuando dejamos de pertenecer Satanás nos encuentra, pero cuando somos parte el enemigo no nos puede hallar, aunque tenga todos los recursos. Cuando somos parte nos paramos en el nombre de Jesús en algún lugar que el infierno ha tomado y este debe retroceder.
Después de este acontecimiento tan fuerte Herodes vive un episodio de corrupción grande en su gobierno y en medio de esa gran corrupción el ángel del Señor interviene diciéndole: por cuanto no reconoció en la iglesia al Rey de Reyes y Señor de Señores, Dios lo maldecirá y morirá comido por los gusanos.
En medio de esa persecución el evangelio crecía y se multiplicaba. No tengamos miedo de Herodes pues nos va a seguir gritando la realidad y va a seguir persiguiendo a la iglesia, pero lo real es que cuando el Señor se levanta Herodes es ajusticiado.
La iglesia permaneció y en el peor de los contextos, crecía y se desarrollaba. Los hombres impíos se podrán levantar con más fuerzas, pero sabemos que hay un juicio de parte de Dios y nuestra labor como iglesia es que el Evangelio de Cristo se siga multiplicando, que abramos la puerta para que los milagros sucedan y deshagan todo lo viejo y abracemos lo nuevo. Este es el año del favor de Dios para nuestras vidas.