Más valen dos que uno, porque obtienen más fruto de su esfuerzo. Si caen, el uno levanta al otro. ¡Ay del que cae y no tiene quien lo levante! Eclesiastés 4:9-10 (NVI).
El libro de Rut narra la dolorosa historia de las pérdidas en la vida de varias mujeres, pero en especial en la vida de una mujer: Noemi La historia empieza con una mudanza, la pérdida de sus raíces, le sigue la viudez y, para culminar, sus dos hijos también son parte de los múltiples duelos por los que esta mujer tiene que pasar.
El duelo es un proceso psicológico que se produce tras una pérdida, algo que todos tarde o temprano vamos a atravesar a lo largo de nuestra vida. Si bien suele asociarse primariamente a la muerte, también hay otros tipos de pérdidas muy diferentes, como cambiar de país, dejar un trabajo, perder peso, cortar una amistad, padecer una enfermedad, entre otras.
En el duelo hay etapas comunes por las que uno transita y cada proceso es como cada persona, único.
Volviendo a la historia de Noemí, lo que más me atrae de este escrito es que nos ayuda a dialogar y poner no solo en la mesa, sino también en el púlpito estos temas tan actuales y tan difíciles.
Considero que el nombre de este libro, Rut, es una llave a la reflexión. El nombre Rut por su parecido fonético me hace pensar en una ruta y en el camino que es todo proceso de duelo, pero, a su vez, en el significado del nombre, “compañera”. Y es que el duelo es una ruta que necesita ser transitada, fundamentalmente, acompañada.
¿Cómo actúas en tus procesos? ¿Te abrís a la compañía? ¿O preferís llorar en soledad?
Es interesante cómo Noemá tiene que tomar una decisión para vivir ese proceso, acompañada. En primer lugar, se despide de Orfa, su nuera, nombre que viene de dureza y de orfandad.
Creo que no solo Noemí tiene este trabajo, todas, en algún punto, necesitamos decirle chau a esas partes nuestras que se endurecen y quieren cerrarse, dejarse ayudar y acompañar es el primer paso de un largo camino para recuperarnos de una pérdida.
Decirle chau a Orfa es debilitar un paradigma de soledad y autosuficiencia. Es poder pedir ayuda, mandar un mensaje para solicitar oración, expresarle a una amiga la necesidad de que nos llame o nos venga a visitar.
Y esta decisión es ampliamente apoyada por las neurociencias ya que químicos naturales como la dopamina, oxitocina y endorfinas circulan en nuestro cerebro cuando estamos acompañados, son sustancias que contrarrestan el efecto del cortisol y el estrés, trayendo sensación de calma y de bienestar.
Además, como si esto fuera poca cosa, las endorfinas también contribuyen a la disminución del dolor ya que actúan en nuestro cuerpo como un analgésico natural. La conclusión es inequívoca: a nuestros cerebros les hace muy bien estar junto a otros.
Es por eso que, si estás pasando por una situación dolorosa, te animo a que te acerques a los demás, quitando cercos de soledad, vergüenza, mentira, indiferencia y si estás junto a alguien que está viviendo una situación compleja eso es lo mejor que podés hacer, honra las palabras de Jesús: “el reino de los cielos se ha acercado”, ser una persona de reino y seguir así, bien cerca.
En este artículo me gustaría dejarte una sola propuesta: cultivar vidas de reino, vidas que se acercan y dejan que otros se acerquen. En la salud o en la enfermedad, en la riqueza o en la pobreza. Hacer la vida acompañadas.