En este mismo instante hay personas en nuestro círculo inmediato de relaciones que están atravesando fuertes padecimientos con origen en múltiples causas, como la pérdida de un ser querido, la ruptura de una relación, el desempleo, un abuso, la pobreza, una mudanza, el acoso escolar, la indiferencia, los conflictos no resueltos, enfermedades terminales o dolores crónicos.
Estas situaciones provocan en las personas una gran desesperanza frente al futuro y desesperación ante el presente. Agotados de tanto sufrir, sienten que ya no tienen fuerzas para continuar. Con frecuencia el abandono es un indicador de alarma, como también el aislamiento y el desinterés total por aquellas cosas que antes les producían placer.
Debido a estos padecimientos es que muchas personas toman una decisión permanente para problemas que en realidad son transitorios, pero el dolor les impide verlo, y es por esta razón que el suicidio es la segunda causa de muerte entre adolescentes y jóvenes.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que para el 2022 habrá 1 suicidio cada 20 segundos y 1 intento por segundo.
Estas estadísticas del suicidio debería hacer sonar nuestra alarma muy fuerte, al punto de despertar nuestros sentidos mas sensibles, para contener y sostener a quienes se encuentran atravesando padecimientos. Podemos acompañarlos en el dolor hasta que lo logren elaborar, afrontar y transitar.
Como familia tenemos la responsabilidad de responder a las necesidades que se presentan en las diferentes áreas del desarrollo de la salud, tanto los aspectos físicos, mentales, sociales, como espirituales. A su vez, es un desafío que solos no podemos abordar; necesitamos fortalecer nuestras redes de contención y acompañamiento. Tanto los familiares y amigos, los pastores y líderes, como los profesionales de las diferentes disciplinas que hacen a la salud y la educación deben ser parte de nuestra red subjetiva.
Entre los principales factores de protección que debemos tener presentes para prevenir el suicidio hay que destacar la importancia de suplir las necesidades básicas para satisfacer la vida, tanto en lo material como en lo emocional; desde la alimentación, el abrigo, el techo para proteger la integridad y el acompañamiento para la seguridad. Al igual que alimentar el alma y abrigar las emociones.
Es importante dedicar a los niños el tiempo que necesitan y también alimentar el niño que cada uno tenemos dentro, con acciones como jugar, reír, soñar y no dejar de aprender, por eso te dejamos estas recomendaciones para mantener aceitadas las emociones:
- Sumar a la familia nuevos integrantes, bebés, proyectos, amigos, sueños. Embarazarnos de la fe, de la esperanza y del amor, mantenernos expectantes de lo que vendrá.
- Hacer alianzas, comprometernos, casarnos, compartir, cuidar y alimentar cada una de nuestras relaciones tal como Dios nos lo enseñó.
- Desarrollar una vida espiritual, cultivando nuestra fe, abrazando la esperanza, meditando en los principios que Dios nos enseñó a través de Jesús, el verdadero modelo a seguir.
- Cuidar a la familia y promover el sentido de comunidad, teniendo una alta estima por el otro, ejercitando la escucha, la empatía, los espacios de diálogo y conformando un verdadero equipo con roles y responsabilidades en común.
- Acompañar los procesos de cada integrante de la familia, tanto las crisis y frustraciones como la resolución de conflictos, practicando el respeto y el amor como pilares de la comunicación.
- Fomentar la colaboración y la importancia de la ayuda, tanto a la hora de ofrecer como también de aceptarla, ya que es un valor fundamental para lograr atravesar los momentos difíciles que la vida nos presente.
Creo firmemente que si nos proponemos desarrollar estos ejercicios como una disciplina diaria lograremos resultados extraordinarios. Jesús está a nuestro lado para formar en nosotros cada principio que necesitamos desarrollar para prevenir el suicidio.
Para despedirnos quiero dejarte este video por medio del cual Jesús te quiere hablar una vez más.