Isaías 64:4 «Fuera de ti, desde tiempos antiguos nadie ha escuchado ni percibido, ni ojo alguno ha visto, a un Dios que, como tú, actúe en favor de quienes en él confían».
Hace 9 años pisé uno de los lugares más asombrosos para mí, la selva amazónica. Esto ocurrió años después de que Dios había hablado a mi corazón sobre un lugar por el que me estaba preparando, donde trabajaría con personas que hablaban varios idiomas y expresaban diferentes culturas.
En un primer momento no lo entendí, pero cuando conocí la selva amazónica en Brasil, en 2012, comprendí que era el lugar donde Dios quería que empezara, el lugar donde yo iba a contribuir para formarlos desde niños como pastores para ganar esta tierra.
En estos momentos llevamos construidas cuatro iglesias y tenemos una casa donde realizamos cultos semanales. Hay cuatro etnias diferentes y cada una maneja su idioma, por eso es tan importante la formación, ya que dos de estas iglesias ahora cuentan con pastores que comparten la Palabra en su propio idioma.
Después de visitar a la comunidad en varias oportunidades, comencé a realizar escuela bíblica para los niños y se me permitió ayudar para la construcción de una maloca o casa de reunión, hecha con hojas de palmeras y madera sacada directamente de la selva.
La construcción llevó dos meses, tras los cuales se pudo levantar esa gran casa, gracias al trabajo del cacique, sus hijos y algunos hombres de la comunidad. Fue muy agotador, pero a la vez emocionante. Se usaron muchas hojas de palmera que obtuvieron después de muchos viajes en una moto furgoneta.
Ese tiempo de trabajo y las horas de compartir y colaborar consiguieron romper cualquier barrera que el temor o el prejuicio hubiera puesto entre el cacique y yo. Compartimos risas, cansancio y el tiempo de comer todos juntos; después de esto fue mayor la apertura para evangelizar en esa comunidad.
En las comunidades indígenas el cacique es la personalidad más respetada y temida, es el líder y quien conoce y aplica las artes de la curación con hierbas y medicina tradicional. Ejerce la autoridad en la comunidad, por eso muchas veces también es temido.
Pero en el 2020, durante la pandemia, el cacique se enfermó y tuvieron que operarlo. El tiempo que estuvo hospitalizado no contrajo COVID y la operación salió muy bien. A mi regreso a Brasil fui a visitarlo y me sorprendió escucharlo decir que agradecía a Dios por no enfermarse de coronavirus y porque Dios había obrado para que en su cirugía salga todo bien.
Me contó que tuvo una visión donde él estaba vestido de blanco, con una Biblia en su mano, y alguien le decía que ése era el camino que debía seguir. Hoy realizamos cultos en esa comunidad, y hay un buen grupo que se sienta a escuchar la Palabra de Dios.
Mi temor al entrar en esa comunidad era pensar en cómo le iba a explicar el mensaje de salvación a una etnia con una cosmovisión tan diferente a la nuestra. Con creencias y prácticas tan lejanas a nuestras costumbres que no podemos entender.
Pero ahí en las dificultades empieza el trabajo de Dios. Mientras que oramos y actuamos, Dios se ocupa de revelársele a aquellos por quienes Cristo padeció y murió y a quienes les tiene preparada una tremenda salvación y vida eterna.
Los tiempos de Dios no son los nuestros, por eso es necesario descansar mientras Dios trabaja. Oramos mucho, pero nos olvidamos de descansar en Dios. Saber descansar y esperar es tan importante como orar, y es uno de los secretos de vivir la plenitud de lo que Dios tiene para nosotros.
Como sus hijos podemos experimentar el obrar de Dios en nuestras vidas, pero debemos ser pacientes para esperar, confiando en Su brazo fuerte y no en nuestra autosuficiencia.
Nuestra parte es entrar en el descanso. Usted tiene el regazo del mejor Padre. ¡Entonces aproveche! Crea que absolutamente todo está bajo Su control, entonces no hay motivos para temer; usted verá cada promesa de Dios cumpliéndose en el tiempo ideal. Descanse su corazón.
Sara Gabriela Serves
Misionera en Amazonas, Brasil