Fue la primera seguidora de Jesús y una de las principales difusoras del primer evangelio.
Octubre es el décimo mes del año. Si vivís en el hemisferio Sur, sabrás que todavía estamos atravesando la mitad de la primavera. Al igual que septiembre, octubre también trae diversas celebraciones, algunas nacionales, otras internacionales. En el caso argentino, el segundo domingo de octubre se conmemora el Día de la Madre. A diferencia de muchos otros países, donde se celebra en el mes de mayo.
Aprovechando un día tan especial como éste, hoy nos vamos a interiorizar un poco en la vida de María, la madre de Jesús. Aunque es reconocida por todo el cristianismo y venerada con mayor énfasis en el catolicismo, la mayoría sólo le reconoce el haber traído en carne y hueso al Mesías. Sin embargo, su papel no terminó ahí, porque María es, sin duda, la primera mujer valiente en creer con confianza en el evangelio y, junto a María Magdalena, la más fiel en seguir de cerca todo el ministerio de Jesús, acompañándolo hasta su crucifixión, muerte y resurrección.
Adolescente y embarazada
El embarazo adolescente es una problemática que atraviesa a todas las clases sociales, países y épocas históricas. Sin embargo, en la ley judía un embarazo sin que mediara el matrimonio se castigaba con la muerte, debido a que se consideraba adulterio.
Cuando el ángel Gabriel le anunció que quedaría embarazada del Altísimo, María tendría entre doce, trece o a lo sumo dieciséis años. Esto se infiere porque era una época donde hombres y mujeres no vivían más de 50 años. Por lo tanto, la edad de casamiento solía ser en la adolescencia, antes de los veinte años.
Pero el embarazo de María podía considerarse aún más grave, debido a que ella estaba comprometida, por lo que su futuro esposo podía rechazarla y decidir no celebrar el matrimonio. Si esto sucedía, María podría haber sido asesinada o desterrada a vivir lejos de la sociedad judía, al no poder relacionarse con su familia. Por esto, José tuvo también una revelación divina:
“José, su marido, como era justo y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente. Pensando él en esto, un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es”, Lucas 1:19-20.
En realidad, José quería desposarse, pero manteniendo en secreto el embarazo. Luego, por convencimiento divino, aceptó tomarla como esposa sin ninguna duda sobre su comportamiento antes del matrimonio.
Entonces, aceptar estoicamente estar embarazada sin esperarlo, justo cuando estaba comprometida con un hombre que podría haberla hecho matar, fue una de las primeras pruebas de fe de esta joven mujer.
Las otras vicisitudes de María al nacer Jesús
Los evangelios relatan las otras dificultades que tuvo que atravesar como futura madre, involucrando a José y, por ende, a toda su familia en la difícil tarea de ser la madre del Mesías:
- Viajar caminando por el censo, o a lomo de un animal, embarazada (Lucas 2:2).
- Dar a luz casi sola rodeada de ganado, en un pesebre (Lucas 2:7).
- Huir a Egipto debido a la matanza de primogénitos, nuevamente a lomo de un animal, con el bebé recién nacido (Mateo 2:4) donde vivirían por largo tiempo, hasta la muerte de Herodes.
Hasta ahora la maternidad de María no fue para nada sencilla: mucho tiempo de viaje, pero no en las comodidades que tenemos ahora, un nacimiento un tanto complicado y la huida a un lugar extraño, sufriendo el desarraigo y teniendo que empezar una nueva vida, cada cierto tiempo, debido al encargo de ser la cuidadora del Redentor.
María y la difusión del evangelio
Cuando ocurrió la Pasión y la ejecución de Jesucristo, a María le tocó la difícil misión de ver morir a su hijo, desnudo y crucificado. A pesar del mal momento, Jesús le encargó a Juan que se ocupara de ella, como reemplazo de él mismo.
Lo último que se sabe de la madre de Jesús se lee en el libro de Hechos, donde se narra que se encontraba con el resto de los discípulos, orando hasta esperar la revelación para la difusión del evangelio. Es quizás uno de los hechos que más se ignora de esta valiosa mujer: fue de los primeros testigos del poder para predicar sobre Jesús.
Ser madre de por sí es una labor que no se compara con ningún otro trabajo de la tierra. Por eso, aprovecho este artículo para desearles un Feliz Día a todas y a cada una de ellas. Así como homenajeamos a esa valiente mujer que decidió ser la madre, amiga, cuidadora y fiel seguidora del Redentor. Gracias a ella, pudimos disfrutar de los ejemplos que quedaron escritos sobre los milagros y enseñanzas de Jesús y hoy llamarnos cristianos.