Llegamos al campo misionero en diciembre de 2018, y desde que pisamos este país cada día fue una aventura y aprendizaje en muchísimas áreas.
México es el país más católico de Latinoamérica, el 82 % de la población profesa esta religión, y es el segundo en Latinoamérica con mayores problemas de narcotráfico organizado, una situación muy fuerte con la que se lidia a diario. Dios nos dio el privilegio de brindar servicio en muchos lugares y de diferentes maneras, pero no sabíamos que nos daría el privilegio de servir en centros de rehabilitación en conductas adictivas, de mujeres y varones.
Allí hemos visto y escuchado muchísimas cosas, principalmente entre los varones, ya que muchos de ellos llegaron a pertenecer a grupos de narcotráfico, pero nosotros no nos quedamos solo con sus historias del pasado, es hermoso ver correr las lágrimas por sus rostros cuando escuchan hablar del amor de Dios. Cuando saben que Dios los perdona, los ama y los quiere transformar, nuestros corazones se estrujan cuando hacen la oración de fe, cuando adoran a Dios y levantan sus manos en señal de rendición.
En una ocasión, Nahuel tenía que asistir a compartir la Palabra, como cada semana, a un centro, a donde se llega en auto por motivos de seguridad, y aunque por motivos económicos había decidido no ir, Karina le dijo: “tenés que ir, Dios proveerá”, entonces asistió al centro, compartió la Palabra y al terminar la actividad, mientras caminaba a la puerta escucha gritar: “¡NAHUEL! ¡NAHUEL!”. Era un interno que venía corriendo con una sonrisa en su rostro, y le dijo: “yo quiero aceptar a Jesús en mi corazón, quiero ser una nueva persona”, al instante Nahuel pensó: ¡por esto vale la pena gastarse! y no sólo eso, Dios proveyó para pagar el taxi de ida y de vuelta.
El gozo de servir a Dios es incomparable, absolutamente ni lo más valioso en esta tierra puede pagar ese gozo; en medio de muchas batallas hemos visto la victoria cuando almas se rinden a los pies de Cristo, ver pasar a las personas por las aguas como señal de su fe, ¡qué hermoso!
Verlos llorar o gritar de alegría cuando salen de las aguas llena el alma y nos recuerda el llamado de Dios para nuestras vidas.
El apóstol Pablo dijo: “queridos hermanos míos, a quienes amo y extraño mucho, ustedes que son mi alegría y mi corona” (Filipenses 4:1).
Un claro ejemplo de nuestro gozo del servicio debe ser aquellos que se acercan a Cristo, el centro de nuestro ministerio debe ser el mensaje de salvación al mundo entero desde donde nos encontremos, amemos, disfrutemos y tengamos gozo en nuestros corazones en nuestro servicio, aún en medio de las circunstancias.
Seamos una iglesia que se goza en lo que hace y que no pierde la gran alegría cuando alguien entrega su vida a nuestro Salvador, hablar al mundo entero del amor de Dios nos trae un gozo verdadero. Queda muchísimo por hacer, quizás seas vos el próximo en escuchar el llamado a las Naciones.
Nahuel, Karina y Miqueas Zabala, familia argentina de misioneros del DNM en México trabajando con hombres y mujeres en etapa de rehabilitación de adicciones.