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Cómo afecta el estrés nuestra piel

Por las situaciones que nos preocupan, las corridas para retirar a los chicos de la escuela, las presiones de nuestros trabajos, constantemente estamos enfrentando escenarios que nos obligan a dar un poco más de nosotras. 

Se hace difícil escapar de la batalla de todos los días, del ajetreo constante al que nos vemos sometidas, y para poder cumplir con lo que demanda el día a día, nuestro cuerpo entra en modo “estrés” y éste nos afecta en distintos planos. Es importante saber qué cambios podemos notar en nuestro organismo en relación al estrés, primero para conocernos y conocer la forma en que reaccionamos y segundo para saber cómo enfrentar el problema.

Cuando nuestro cerebro detecta alguna amenaza al statu quo de tranquilidad que queremos preservar, comienza una cascada de mediadores inflamatorios que vienen a ser como sustancias que capacitan a nuestro cuerpo para responder a esta nueva “amenaza”. Nuestro corazón bombea más rápido, nuestra concentración aumenta, en fin, el cuerpo se prepara para enfrentar esta situación amenazante y salir victorioso, por graficarlo de alguna manera.

«Eso es innato, nuestro cuerpo fue diseñado para responder de esta forma, esta respuesta no es nuestro enemigo».

Y si la pandemia a la cual nos enfrentamos durante estos últimos dieciocho meses no es un ejemplo perfecto de una situación amenazante que aumentó exponencialmente las demandas que experimentamos, no sé qué puede ser. De la noche a la mañana nos vimos enfrentadas a cambios bruscos de planes, a cambios rotundos en la forma de convivir y trabajar. Más de una mujer que atiendo en mi consultorio me confesó, en medio de risas nerviosas, que no estaba preparada para situaciones como: “convivir tanto tiempo con mi marido”.

El problema comienza cuando el estrés se convierte en nuestro estilo de vida, cuando en vez de ser alguna que otra situación es algo permanente de nuestro día a día. Muchas veces son circunstancias que salen de nuestro control y eso aumenta más la frustración y los efectos de estos mediadores inflamatorios en nuestro cuerpo.

Principales signos que el estrés deja en nuestra piel

  1. Envejecimiento cutáneo: El efecto del estrés crónico en la piel se evidencia por una menor densidad, pérdida de colágeno y, por lo tanto, de firmeza de la piel y comienzan a aparecer las arrugas y las manchas como resultado final.
  2. Color pálido: La piel, específicamente la dermis, posee receptores sensibles a las hormonas que nuestro cuerpo produce en momentos de estrés. Al activarse estos receptores se genera un cambio a nivel celular que genera que nuestra piel parezca más pálida, amarillenta, incluso grisácea.
  3. Ojeras y bolsas: El estrés sumado a la falta de horas de sueño puede producir un aumento de las ojeras y las bolsas en el contorno de los ojos.
  4. Herpes simple: El estrés nos genera una baja en nuestras defensas, esto posibilita que el virus del herpes se “active” y genere un cuadro caracterizado por vesículas o pequeñas ampollas que pueden ser muy molestas.
  5. Aumento de la sudoración: Las glándulas sudoríparas son otras de las estructuras que responden al estrés, a través de un aumento de su actividad, esto puede generar un aumento de la sudoración que incluso puede generar mal olor.
  6. Aumento de aparición de enfermedades como acné, eccema, vitiligo, psoriasis, herpes zoster, alopecia areata, estas patologías están fuertemente asociadas al estrés.

Qué puedo hacer al respecto

Hay un texto que me gusta mucho y que da en el clavo para responder a esta pregunta. Gálatas 6:7 dice así: “cada uno cosecha lo que siembra” y más adelante en el capítulo sigue diciendo “no nos cansemos de hacer el bien, porque a su debido tiempo cosecharemos si no nos damos por vencidos”.

“En nuestras manos está el poder cambiar las cosas que no nos gustan de nuestra vida, puede que el resultado no sea inmediato, pero está garantizado”. 

Si seguimos “sembrando” situaciones de estrés, diciendo que sí a más compromisos de lo que nuestra agenda permite, teniendo niveles de autoexigencia inalcanzables, o simplemente quedarnos de forma crónica mirando Netflix en vez de dormir las 8 horas correspondientes, seguiremos cosechando los efectos de estas decisiones. Y nuestra piel inevitablemente dará cuenta de esto.

Así que el primer paso es tomarnos el tiempo de pensar qué cambios en nuestro estilo de vida son necesarios para poder empezar a descansar lo suficiente, a no vivir corriendo desde la mañana hasta la noche, en fin, cambios que nos permitan poner nuestra salud en el lugar prioritario que le corresponde. Ya con esto empezaremos a notar inmediatamente los cambios en nosotras.

El segundo paso es hacernos un espacio en nuestra rutina para un cuidado de la piel diario. A medida que pasa el tiempo se vuelve cada vez más necesario el uso de cremas humectantes y nutritivas que ayuden durante el día a que nuestra piel no se sienta seca o se vea apagada y, lo más importante, a incorporar en nuestra rutina diaria es el protector solar. A menos que vivamos en una cueva las 24hs del día, la exposición solar es inevitable y por lo tanto también lo es el uso de un protector solar adecuado.

El tercer y último paso es mantener expectativas realistas con respecto a nuestro cuerpo, nuestra piel y nuestra salud en general. El paso del tiempo va dejando sus marcas, y la idea no es afanarnos por detener el paso del tiempo, lo cual nunca lograremos, sino poder cuidarnos y mantenernos en nuestra mejor versión en la etapa de la vida en la que estamos.

Juliana Garrido
Juliana Garrido
Médica dermatóloga recibida en la UBA. Trabaja en diferentes consultorios médicos en CABA. Junto a su esposo Kelo Martinez tienen dos hijos, Noah y Sofia, y juntos sirven con pasión en la iglesia Tierra de Avivamiento CABA

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