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¿Cómo debe intervenir la Iglesia en las adicciones?

Miles de personas testifican haber logrado la recuperación de las adicciones con la ayuda de Dios.

Recuerdo cuando llegamos con mi familia a una iglesia de barrio en la localidad de Merlo, por el año 2001. Lo habíamos perdido todo. Mi papá estaba internado por intento de suicidio, mi mamá en un cuadro depresivo agudo y la pobreza nos había dejado en la calle. En lo personal, había sufrido un reciente abuso y, junto con la condición en mi identidad sexual, se sumaba la pérdida de mis amigos, mi barrio, mi sueño y parte de mi infancia e inocencia.

Tras una mudanza obligada a un lugar prestado, tuve que cambiar de colegio y eso me vulneró aún más, al exponerme a un grupo que tenía formas diferentes de vincularse, entretenerse y compartir.

Ahí conocí las drogas, un poco por la propuesta del nuevo grupo, el acceso a las sustancias en este nuevo contexto, la falta de adultos que me acompañaran, el tiempo libre y la falta de contención familiar.

Lo único que tenía era una congregación de barrio que se puso a disposición, pero que sus dos reuniones semanales, con un total de cuatro horas, no llegaban a cubrir las múltiples necesidades y mucho menos a orar por las múltiples causas.

Tras siete años de consumo de drogas y delito, pude iniciar un tratamiento interdisciplinario. Logré recuperar mi cuerpo, mi mente y mis relaciones, pero lo único que pudo llegar a lo más profundo de mi corazón, sanando mi alma y mi espíritu, fue un encuentro sobrenatural con Jesús.

“Te digo que sus pecados, que son muchos, han sido perdonados, por eso ella me demostró tanto amor; pero una persona a quien se le perdona poco demuestra poco amor” (Lucas 7:47).

Los profesionales de la salud fueron fundamentales en mi proceso de recuperación, me ayudaron a ordenar mi vida de desorden, acompañaron mi proceso de desintoxicación, de reinversión y promovieron mi capacidad de resiliencia.

Pero el agujero nada lo llenaba, ni las terapias, ni los estímulos, ni los logros que obtenía en los más sinceros esfuerzos que hacía.

Todo sucedió el día que abrí mi corazón, al que había cerrado bajo siete llaves, y le confesé mis miserias a quien podía librarme de la esclavitud del pecado.

Jesús nos hace libres de adentro hacia afuera y no anula los procesos, aún cuando el milagro de la sanidad pueda ser instantáneo.

Jesús perfecciona la obra que empezó, la trabaja día a día y, en la medida que nos entregamos al trato que su Palabra le quiere dar a nuestras vidas, las bendiciones no acaban. Porque lo más maravilloso del milagro no es el milagro en sí mismo, sino la experiencia del encuentro con el hacedor del milagro.

Jesús siempre demostró poder resolver necesidades. No miraba para el otro lado, pero tampoco miraba lo que miraba la mayoría: su mirada tierna era extremadamente profunda, aguda y tensa.

Siguiendo su ejemplo, no debemos dejar de buscar la manera de resolver las necesidades básicas, como deben ser la alimentación, la vestimenta o la vivienda. En el caso de mi familia, la Iglesia con mucho esfuerzo logró ayudarnos.

Pero por otro lado, no debemos perder de vista la complejidad de las heridas causadas, las cuales sin dudas son muy complejas de abordar.

Tras el crecimiento de las crisis económicas, sanitarias, sociales e institucionales, la Iglesia sigue siendo desafiada a revisar la propuesta de prevención y atención a las problemáticas tan complejas que afectan a las familias, como lo es la enfermedad de las adicciones y los consumos problemáticos.

La mirada pastoral debe dejar de poner el foco en lo que las personas consumen, para mirar lo que consume a las personas. Las congregaciones son de los principales espacios a los que las familias llegan a pedir ayuda, donde encuentran contención y acompañamiento.

Cabe aclarar que los procesos de recuperación de las personas afectadas por consumo de sustancias y conductas compulsivas son muy complejos, y al verse atravesados por múltiples causas, requieren de un abordaje interdisciplinario y específico de la problemática de las adicciones.

Hoy en día, podemos ver a muchas familias que se encuentran en las congregaciones, donde además de las reuniones de celebración, hay un refugio, un espacio de desahogo, de contención y de abrigo.

En las iglesias se trabaja cada vez a más temprana edad la prevención de las adicciones y de forma específica. Se ofrece acompañamiento y seguimiento a las familias más vulneradas.

Se presta precisa atención a la adolescencia, buscando promover la salud física, mental, social y espiritual de las nuevas generaciones.

La pastoral cada vez fortalece más sus equipos, integrando a los equipos pastorales profesionales de diversas disciplinas. La ciencia y la fe siguen achicando las distancias para generar la sinergia necesaria a fin de acompañar a las familias de forma más efectiva.

Las congregaciones integran una red territorial que mira a su alrededor y encuentra apoyo en los centros comunitarios, las escuelas, los clubes, las organizaciones de la sociedad civil y los efectores del Estado.

La razón por la que estamos desafiados a ser una Iglesia organizada e integral no son los tiempos en los que vivimos, sino que es Él, Dios del tiempo, quien desde que nos llamó para ser parte de Su Misión, nos aclaró que son las almas el valor más preciado, que se encuentra en riesgo y debemos trabajar de forma organizada pero con prisa por acercar la salvación que hay en Jesús.

“El Espíritu del Señor está sobre mí,
Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres;
Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón;
A pregonar libertad a los cautivos,
Y vista a los ciegos;
A poner en libertad a los oprimidos;
A predicar el año agradable del Señor”
(Lucas 4:18-19).

Así como Jesús hizo la obra, como Iglesia debemos continuar con la tarea hasta lo último de la tierra.

La Iglesia se une firme y abraza la complejidad de la enfermedad de las adicciones, con una mirada amorosa acompaña los procesos de recuperación y continúa con la tarea de promover la salud y prevenir la enfermedad de las adicciones.

Hoy 26 de junio, en el Día Internacional de la Lucha contra el Narcotráfico y el Consumo Ilícito de Drogas, la Iglesia de Jesús le dice SÍ a la recuperación y a la prevención.

Para lograr la recuperación ofrecemos diversas actividades, tales como reuniones de celebración donde las personas expresan a Dios sus sentimientos, a través de canciones, como los tiempos de meditación en la Palabra, donde van transformando el ser espiritual de los que llegan abatidos.

A su vez, los espacios de consejería, escucha y encuentros grupales facilitan tiempos de conexión y confesión.

Cada momento pensado por la Iglesia de Jesús para la sanidad y restauración espiritual busca intencionalmente afectar positivamente la integralidad de la salud, promoviendo el desarrollo físico, mental y social de las personas.

Si te encontrás atravesando algún tipo de adicción, la Iglesia está para acompañarte y mostrarte la Vida de Cristo, aquella que puede revertir toda situación y dar un nuevo comienzo.

Rodrigo Acosta
Rodrigo Acosta
Escritor, redactor, músico, productor y compositor argentino. Forma parte de la banda Fila 9 desde el año 2016 como bajista y segunda voz.

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