Sin importar en qué etapa de nuestro matrimonio nos encontremos, los quehaceres cotidianos y su resolución fácilmente ocupan el centro de la escena. Es importante poner un freno, salir de la rutina y saber generar otros espacios que mantengan la relación fresca y sana.
En ocasiones nos encontramos con diferentes parejas que coinciden en un punto; todas ellas advierten: “No tenemos de qué hablar”, “Preferimos estar con otros porque, si estamos solos, no tenemos tema de conversación”.
Uno podría preguntarse: “¿Es posible quedarse sin temas de conversación con alguien con quien convivo? , ¿acaso la vida cotidiana no nos ofrece suficientes temas para llenar largas horas de conversación?”.
Justamente ahí está la clave, no se trata de que no haya de qué hablar, el problema reside en la elección de los temas. Hablar de las cuentas, los hijos, los trabajos, las tareas domésticas, es algo generalmente sencillo o que surge espontáneamente.
Sin embargo, cuando nuestras conversaciones versan únicamente sobre esos temas, pueden tornarse vacías, monótonas, carentes de sentido y significado. La rutina, y cómo la llevamos adelante como un equipo, es un aspecto fundamental del matrimonio, pero no es dadora de propósito ni genera profundidad en el vínculo.
¿Qué otro tipo de conversaciones es necesario fomentar en una pareja y por qué?
En primer lugar, es importante que intencionalmente generemos un espacio de diálogo donde el eje de la conversación sea la pareja. Cómo va nuestro matrimonio, cómo estamos manejando los conflictos, qué aspectos debemos mejorar y en cuáles nos sentimos satisfechos y en crecimiento. Generalmente relegamos estos temas y los “discutimos” únicamente cuando se presenta un conflicto.
Si bien en muchas ocasiones a raíz de un problema es que se habilitan posibilidades de cambio y de diálogo, es importante ir por más. Tomarnos este tiempo como una práctica habitual, planeada, en donde hablamos de nuestro matrimonio y de cómo queremos que sea, lejos de cualquier conflicto que requiera urgencia en su resolución, sienta las bases para construir un matrimonio sólido y flexible para afrontar cualquier adversidad.
En segundo lugar, es fundamental que hablemos sobre nosotros mismos. Sobre nuestros proyectos, anhelos, temores, dudas, inquietudes. “¿Cada cuánto le pregunto a mi pareja cómo se siente, qué desea, qué proyectos personales, de servicio, tiene? ¿Conozco cómo está su corazón o me es ajeno?”.
Cuando no nos tomamos el tiempo para hablar sobre estas cosas personales, podemos llegar a sentir que convivimos con un extraño o que sabemos todo de su rutina pero nada de la profundidad de sus emociones y esto logrará distanciarnos lentamente.
«La intimidad que podemos lograr al conocer las emociones y los deseos de nuestro cónyuge fortalecerá otros aspectos del matrimonio, incluidos la sexualidad».
Carolina Kerikian
En Cantar de los Cantares se menciona en reiteradas ocasiones al amante como a un “amigo”. Esa amistad solo se forja a partir de compartirme sin reservas a mi esposo/esposa. A su vez, cuando disfruto de esa amistad con mi cónyuge me resultará más sencillo escuchar sus pedidos, estar atento a sus necesidades y comprenderlo, favoreciendo incluso la asunción de roles en las actividades cotidianas.
En tercer lugar, es necesario conversar acerca de nuestro propósito como pareja/familia. “Los temas espirituales, el servicio, y cómo experimentamos el propósito de Dios para nuestro matrimonio, ¿son parte de nuestra agenda de diálogo?”.
Recuerdo haber escuchado en muchos congresos a pastores y líderes preocupados porque su compañero/a de vida no compartía “su visión” de servicio, o se sentían desplazados frente a un cónyuge con mucha visibilidad o “protagonismo” en el servicio.
Si nuestra espiritualidad no forma parte de los temas que intencionalmente elegimos conversar y orar como matrimonio, somos blanco de dudas y temores que nos alejan uno de otro. Recordemos: “… ¡La cuerda de tres hilos no se rompe fácilmente!”- (Eclesiastés 4:12).
Cómo generar conversaciones que salgan de la cotidianidad
Ya hablamos sobre la importancia y la necesidad de tener estas conversaciones que salgan de la cotidianidad. Pero ahora la pregunta que surge es: “¿Cómo?”. En la creatividad está la respuesta.
Seguramente vamos a coincidir en que separar tiempo para tener conversaciones no rutinarias en una pareja con hijos pequeños puede resultar una tarea mucho más titánica que para un matrimonio que ya se encuentra nuevamente solo porque los hijos armaron sus propias familias, o para una pareja de recién casados. Sin embargo, todas pueden coincidir en que si no hay una intención en generar conversaciones profundas, la rutina nos puede ganar fácilmente.
Es por ello por lo que para los que somos padres en etapa de crianza, deberemos recurrir a la ayuda externa, ya sea de familiares o de alguien que podamos, una vez cada tanto, llamar para que nos cubra en las tareas domésticas. Eso sí, una vez que logramos esa tan anhelada salida o tiempo a solas, está prohibido hablar sobre los hijos que dejamos a cuidado de otro. Seguramente ellos estarán más que felices divirtiéndose y nosotros tendremos ese tan necesario y reparador momento para dedicarnos al cuidado mutuo.
Para los que ya no tenemos hijos a cargo, es bueno, si no lo tenemos como costumbre, tomarnos un tiempo para salir solos, que el tiempo a solas no se vuelva rutinario, al contrario, que sea un tiempo de disfrute, de sorpresa, de hacer aquellas cosas juntos que tanto tiempo quisimos y que en otras etapas de la vida nos eran más difíciles. Viajar, ir al cine, salir a comer, a caminar, a recorrer la ciudad, escuchar música, variar e innovar.
Y para los recién casados, empecinarse en conservar esa frescura y ese deseo de estar con el otro todo el tiempo que tanto caracteriza esta primera etapa.
Sin dudas que la rutina, las tareas, los chicos, las compras son temas que siempre van a surgir en nuestras conversaciones, los busquemos o no, porque son parte de la vida. En nosotros está el buscar aquellas otras cosas, esa “mejor parte” dentro de nuestro matrimonio que María descubrió en su conversación con Jesús (Lucas 10:38-42).