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Soy pobre ¿Qué hago?

En esta oportunidad, nos basaremos en la historia que leemos en 2 Reyes 4:1-17. Esa es la primera respuesta que le da la viuda al profeta Eliseo cuando le pregunta qué tiene en su casa para afrontar la difícil situación que está viviendo.

Imagino que el nivel de presión era tremendamente alto. Una mujer que está transitando una pérdida, su amado esposo, un hombre de Dios, había fallecido. Pero, aparte de tener que superar el duelo de alguien querido, tiene que afrontar deudas con personas que, lejos de tenerle misericordia, vienen a reclamar fríamente lo suyo. Y, sobre todo ese dolor, la amenazan con llevarse a sus hijos como parte del pago.

A veces hay tiempos así, que sobre el dolor se van sumando más y más dificultades, como un espiral que se va encerrando cada vez más, y una complicación se le va sumando a la otra.

Imagino a esa mujer sentada en su cocina, llorando y pensando cómo será que va a poder salir de semejante circunstancia. Mira su casa, su alacena sin la comida de otras épocas, quiere mirar el futuro, pero ve oscuro, siente un nudo en el estómago que no la deja respirar. La angustia se instaló en su vida y parece no soltarla más.

De repente recuerda a Eliseo, lo conocía, su esposo era parte de su equipo. Fue con un clamor desesperado, rogando que el profeta desde afuera pueda ayudarla a resolver su deuda y su problema. Y Eliseo le hace la pregunta clave: ¿qué tienes en tu casa?

Calculo que su pregunta la desconcertó. ¿Qué tengo yo? No tengo nada.

Así llegamos muchas veces a la presencia de Dios: angustiados, cansados de la presión y las deudas, aturdidos y bloqueados como esta mujer. Es que la angustia es muy mala consejera y genera una mentalidad de escasez. Desde la angustia hacemos generalizaciones negativas. Decimos frases tales como: “no sirvo para nada”, “no tengo nada de valor”, “a mí nada me sale”, “no soy nadie”, “no estoy a la altura para enfrentar esto”.

La angustia es un lugar estrecho, cerrado, con poco aire, que pesa en el cuerpo, que genera la multiplicación de pensamientos negativos.

David veía a la angustia como un lugar de encierro mental, y describe su experiencia de esta forma:

Salmos 118:5 – «Al SEÑOR invoqué desde la angustia, y el SEÑOR me respondió poniéndome en lugar espacioso».

Uno de los gérmenes que provocan angustia o las llamadas crisis de angustia o ataques de pánico, es la mentalidad del todo o nada. De hecho, muchas personas que no están viviendo circunstancias tan extremas como la mujer de la historia se sienten devastadas por un malestar físico que las ataca por sorpresa.

Es que el malestar emocional, cuando no encuentra cabida a través de las palabras, se abre paso en el cuerpo y expresa lo que no estamos elaborando en la presencia del Padre, y en sinceridad con alguien que nos oriente, entre otros factores. Este miedo inmenso asalta, es abrupto, pero expresa en código malestares, traumas, situaciones no elaboradas, pensamientos callados o no confesados, desórdenes personales, entre otras posibilidades.

La mentalidad del todo o nada me exige a pensar que debo tenerlo todo, que debo ser todo, y que, si no lo logro, no tengo nada. Es una mentalidad que se alimenta de las redes, esos reels que muestran una ilusa perfección, con casas impactantes, mujeres y hombres que son organizados, que no tienen apuro, que comen sano, con hijos que sonríen todo el tiempo, frente a paisajes increíbles.

Y como estamos diseñados para creer, las personas creen esos ideales que no existen, ignorando que en las redes la gente muestra lo que quiere, y que, de hecho, están armadas para alimentar la mentira del ideal.

Luego la comparación hace su efecto. Pensamientos de insuficiencia, de menosprecio y de victimización, comienzan a bloquear y debilitar todo el potencial que tenemos. Si a eso le sumamos una dificultad real, tenemos una persona sumida en la angustia sin poder ver cuáles son sus recursos para enfrentar lo que tienen por delante, resolver y avanzar.

Volviendo a nuestra historia, inmediatamente después que la mujer asegura no tener nada, recuerda que tiene un poco de aceite de oliva. Hay un poco de algo. Ella lo tenía que ver, porque cuando comenzamos a ver, en serio, lo que sí tenemos, comenzamos a potenciarlo. Una actitud de gratitud genera un ambiente de multiplicación.

Salmos 100:4-5 – «Entrad por sus puertas con acción de gracias, Por sus atrios con alabanza; Alabadle, bendecid su nombre. Porque Jehová es bueno; para siempre es su misericordia, Y su verdad por todas las generaciones«.

La gratitud ordena el plano de la situación, ubica a Dios como soberano, me ubica a mí como dependiente de Su misericordia y Gracia, y como simple administrador de los dones que Él decidió darme.

La viuda logró ver lo poquito que había, siguió las indicaciones precisas y el aceite no cesó hasta que dijeron otra vez: no hay más. Sin embargo, les alcanzó para pagar las deudas y vivir.

Te hacemos un llamado a que comiences a desarrollar un corazón agradecido de lo que Dios te dio, porque hasta que no lo veas, no vas a poder multiplicarlo.

Hay algo, hay un don, hay un poco, pero desde allí comenzará la multiplicación. Y desintoxícate de lo que hacen o tienen los demás. Mira al cielo y replica lo que está esperando de tu vida. Eso es obediencia, eso es ser fiel administrador.

Germán Palermo
Germán Palermo
Fundador de la “Red Global Vida Plena”. Ha fundado más de 50 congregaciones distribuidas en Argentina y en el mundo. Actualmente pastorea en la ciudad de Córdoba. Creador y director de CEF Training - Una plataforma virtual de entrenamiento y formación ministerial totalmente gratuita. Está casado con Sabrina Arriete y juntos tienen dos hijos.

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