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El Poder de las Expectativas en Nuestro Camino en Cristo

«Las esperanzas del justo traen felicidad, pero las expectativas de los perversos no resultan en nada.” Proverbios 10:28 NVI

¿Cuáles son tus expectativas respecto a la vida? ¿Y en cuanto a tu familia? ¿Al trabajo? ¿Al ministerio? Lo tengamos presente o no, todos tenemos expectativas acerca de nosotros mismos, de los demás, de las circunstancias y de Dios.

¿Cuántas personas sienten que perdieron las expectativas en distintas áreas de su vida? Tal vez porque las cosas no salieron de la forma que esperaban, quizás porque después de haber intentado más de una vez y no ver resultados, desisten y se permiten pensar: “ya no vale la pena”. Para algunos esa falta de expectativa se manifiesta mediante el desánimo al momento de emprender algo nuevo, para otros mediante el temor a la hora de “volver a intentar”, y en muchas ocasiones hay quienes se estancan pensando:esto no me va a salir”, “aquello no va a funcionar”, “las cosas no se van a solucionar”, “me va a ir mal”, etc. ¿Te sentiste así alguna vez?

Probablemente todos pasamos por momentos en los cuales nuestras expectativas fueron negativas, fueron mínimas o se frustraron. ¡Pero que sean solo momentos! ¡Somos hijos del Rey del Universo quien nos ha dado no sólo salvación y vida eterna! No podemos vivir resignados, ni mantener nuestro nivel de expectativa “en rojo”.

Tener expectativas incluye ponerme en acción. No solo espero algo, sino que me pongo en marcha para alcanzarlo. Oro para que el Espíritu Santo me dirija a moverme dentro de las expectativas que Dios tiene para mí, y cuando lo hago descubro que superan lo que yo pueda pedir o entender, sencillamente porque como Él mismo afirma:

Yo no pienso como piensan ustedes ni actúo como ustedes actúan. Mis pensamientos y mis acciones están muy por encima de lo que ustedes piensan y hacen: ¡están más altos que los cielos!Isaías 55:9 TLA

Me encanta el texto de 1° Pedro 3:3-4 que nos habla de “vivir con gran expectación” en el contexto de la herencia que hemos recibido en Cristo:

“Que toda la alabanza sea para Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo. Es por su gran misericordia que hemos nacido de nuevo, porque Dios levantó a Jesucristo de los muertos. Ahora vivimos con gran expectación y tenemos una herencia que no tiene precio, una herencia que está reservada en el cielo para ustedes, pura y sin mancha, que no puede cambiar ni deteriorarse.” 1° Pedro 3.3-4

La palabra que se traduce como “expectación” en el original es la palabra griega ἐλπίς (“elpis”) que significa expectativa, esperanza, fe y fruto y se usa en muchas otras citas del Nuevo Testamento con el mismo significado. ¡Qué maravillosa combinación! Haber conocido a Cristo nos lleva a vivir “con gran expectación” no solo porque tenemos una herencia invaluable, sino porque podemos vivir hoy con la esperanza puesta en el Dios Todopoderoso que levantó a Jesucristo de entre los muertos, y esto nos impulsa a alimentar expectativas de fe, a llevar mucho fruto para Su gloria, a mantener la esperanza, a creer y a confiar en que en Dios siempre hay algo nuevo y bueno por delante.

Tener expectativas de fe no significa vivir fuera de la realidad, porque mantener expectativas realistas no anula una fe audaz. Que seamos personas de fe que nos animamos a creer lo imposible y que al mismo tiempo tengamos expectativas realistas puede no resultar sencillo pero es fundamental y complementario. Cuando no hacemos una lectura objetiva de la realidad y vivimos proyectando expectativas inalcanzables, muy pronto nos encontraremos frustrados, enojados y amargados.

¿Y qué nos sucede cuando esperamos de Dios algo que no llega o que se da de otra manera a lo que hubiéramos deseado? Esperábamos que el Señor actuara de tal forma, pero no lo hizo. Esperábamos que luego de haber orado con fe la respuesta hubiera sido otra, pero no fue así. Esperábamos que Dios interviniera de “esta manera” pero lo hizo de otra… y podríamos continuar.

«Que mis expectativas no se cumplan no significa que Dios se equivocó o que no tiene poder o que es injusto».

Me vienen a la memoria las palabras de un pastor, quien compartiendo acerca de este tema, concluyó: “Dios es bueno siempre.” “Pienso que cuando nos hallamos más desilusionados con la vida, no es porque algo en la vida nos haya fallado. Más bien, lo que nos han fallado son nuestras expectativas de lo que la vida “debería ser.” O, dicho en otras palabras, cuando nos hallamos más desilusionados con Dios, Dios no nos ha fallado; lo que nos ha fallado son nuestras expectativas de Dios.” Charles Swindoll.

Mirar hacia adentro y observar las expectativas que tenemos en cuanto a nosotros mismos, a los demás e incluso respecto a Dios es un ejercicio que nos ayudará a enfocarnos y a realinearnos si es necesario. Algunas acciones concretas para ponerlo en práctica pueden ser:

  1. Revisar mis expectativas respecto a mí mismo, a quienes me rodean y a Dios.
  2. Aceptar que los demás no tienen porqué cumplir siempre con mis expectativas.
  3. Desarrollar una visión de complementariedad con quienes nos rodean; somos diferentes, hacemos las cosas diferentes, tenemos expectativas diferentes pero podemos complementarnos.

Si cada día elegimos “vivir con gran expectación”, considerando que no se trata de nosotros sino de Él, comprendiendo que tenemos una herencia maravillosa en Cristo y que somos llamados a vivir con propósito, estas expectativas –como leímos en el texto inicial de Proverbios- nos traerán felicidad.

¿Es esta una realidad hoy en tu vida? ¿Te trae alegría lo que esperás? ¿Estás llenando tu mente con expectativas de fe y de bien? ¿Estás dando lugar a que el Espíritu Santo que vive en vos, alimente expectativas alineadas a la voluntad de Dios y a Su propósito? ¿Necesitás renunciar a la resignación y animarte a vivir “con gran expectación”?

Te dejo un ejercicio para bajar a la práctica lo anterior: escribí qué expectativas tenés en las diferentes áreas de tu vida para lo que resta de este año (desarrollo integral, espiritual, físico, emocional, familia, relaciones, trabajo, servicio, finanzas, etc.) Al lado de cada una de las reflexiones anteriores escribí ¿qué estás haciendo concretamente en cada caso para alcanzarlas?

Al observar todo lo anterior, ¿identificás alguna área en la que te das cuenta que es preciso “recalcular” algún recorrido y ajustar esas expectativas a lo que Dios te está indicando? ¿Cuáles van a ser tus próximos pasos respecto a lo anterior? 

Mayra Djimondian
Mayra Djimondian
Licenciada en Orientación Familiar, Coach Ontológico y escritora. Mediante sus libros, conferencias y talleres, capacita, potencia y activa a mujeres y familias desde un abordaje integral para desarrollar ser su mejor versión y vivir en plenitud. Es mamá de tres hijos y, junto a su esposo, pastorea la iglesia Tierra de Avivamiento, CABA.

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