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LOS TROYANOS DEL ALMA

Hay una leyenda bien conocida sobre el Caballo de Troya, que es una de las historias más famosas de la mitología griega y se relaciona con la Guerra de Troya.

Resumiendo, durante la Guerra de Troya, los griegos, liderados por Agamenón, sitiaron los alrededores de la ciudad de Troya durante 10 años. Sin embargo, no podían entrar en ella debido a sus murallas fortificadas.

Aquiles ideó un plan para infiltrarse en la ciudad, y ordenó construir un enorme caballo de madera, hueco por dentro, con una puerta secreta.

El rey Príamo y muchos troyanos fueron asesinados. A lo largo de la historia, el Caballo de Troya se ha convertido en un símbolo de la astucia y la estrategia militar. La expresión “caballo de Troya” se utiliza para describir una estrategia que se disfraza como algo inofensivo pero que en realidad es peligrosa.

Esta leyenda, ya sea mito o verdad, nos deja ver la realidad del ser humano: nuestra alma si no está absorta por la realidad del espíritu en nosotros, es muy probable que esté llena de caballos troyanos.

Hay dos relatos bíblicos que son muy interesantes y nos van a iluminar el entendimiento con respecto al tema que vamos a desarrollar.

ÉXODO 32 BLS

25 Moisés se dio cuenta de que los israelitas no tenían quién los dirigiera, pues Aarón no había sabido controlarlos. También se dio cuenta de que los enemigos del pueblo se burlarían de ellos, 26 así que se puso a la entrada del campamento y les dijo: «Los que estén de parte del Dios de Israel, vengan conmigo».

Todos los de la tribu de Leví se unieron a Moisés, 27 quien les dijo: «El Dios de Israel, ha ordenado que cada uno de ustedes tome una espada, regrese al campamento, y vaya casa por casa matando a su hermano, amigo o vecino».

28 Los de la tribu de Leví hicieron lo que Moisés ordenó, y ese día mataron como a tres mil varones. 29 Luego Moisés les dijo: «Hoy Dios los bendice y les da autoridad como sus sacerdotes, pues ustedes se opusieron a sus propios hermanos e hijos, para obedecerlo a él».

Lucas 14:26 RV60

Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo.

Mateo 16 NVI

24 Luego Jesús dijo a sus discípulos: —Si alguien quiere ser mi discípulo, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. 25 Porque el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la encontrará.

¿A QUÉ SE REFIEREN EL RELATO DE ÉXODO Y LAS PALABRAS DE JESÚS?

Moisés es un tipo de Cristo, y para vivir sin ser destruidos, ellos debían de acabar con todo, aun con todos los que más amaban.

La espada representa “la palabra encarnada de la cruz” que divide el alma del espíritu, la oscuridad de la luz, a Adán de Cristo.

Todo lo que sucedió en el Antiguo Testamento no son solo historias de guerras históricas, sino la guerra espiritual que nosotros enfrentamos hoy, la lucha no es contra las personas, sino contra la carne.

Cuando Jesús acentuó las bases y condiciones de lo que significa ser un discípulo, lo definió de esta manera: “el que no se niega a sí mismo no puede seguirme”, “el que no aborrece…” Se refiere en el original: “el que ame más a otras personas, etc., no puede seguirme” o sea el que tiene otros amores, el que decidió que Cristo no sea su tesoro, ese no puede tomar la cruz.

Nuestra alma está poblada de reinos que tienen que ser conquistados, y la oración nos ayuda a identificar con lo que luchamos.

Quizás estamos como el pueblo de Israel, nos olvidamos de que Dios nos liberó de Egipto sin que nosotros hiciésemos el movimiento de algún dedo, nos trasladó del reino de la oscuridad al reino de la luz, antes éramos ciegos y ahora vemos, éramos sordos y ahora lo oímos, éramos mudos (porque no podíamos orar) y ahora él, por su gracia, nos otorgó comunión en su nuevo pacto, y la oración, al igual que la adoración, son el respirar de su vida en nosotros.

Pero oramos y decimos cosas como: “no recibo respuesta”, “Dios no me escucha” quizás porque no entendimos el secreto de la oración.

Hay ídolos en el alma que tienen que morir, por eso Moisés hace una convocatoria y dice: “El que esté por Jehová tome una espada y acabe con todos los adoradores del becerro” y los que tuvieron oídos para oír fueron los levitas, quienes mataron a espada a todos, incluyendo a gente que ellos amaban. Por tal obediencia, fueron constituidos sacerdotes.

¿Cómo se traduce esto en nuestros días?

Claramente no se trata de andar lastimando a nuestro prójimo, todo lo contrario. Se trata de identificar a los enemigos de nuestra alma, como pensamientos que nos llevan constantemente hacia atrás, lo que nos acusa en nuestras conciencias, las emociones desordenadas que nos retrasan para alcanzar la madurez, el seguir peleando en nuestro interior por querer gobernar nosotros y no Dios.

Es interesante mencionar que los sacerdotes eran un grupo de escogidos que tenían acceso al sumo-sacerdote y podían andar libremente por el tabernáculo (exceptuando el lugar santísimo exclusivo del sumo sacerdote). Pero ellos estaban apartados para el servicio a Dios.

Esto nos revela que nosotros en Cristo fuimos hechos sacerdotes, cuando la cruz es esa espada o frontera que divide, hay que poner sobre ella todo lo que no colabora con el Reino de Dios.

Al ser sacerdotes, nosotros ahora podemos tener comunión con el Sumo Sacerdote, podemos orar, porque habitamos en el tabernáculo, se nos abrió el camino al lugar santísimo. Ese lugar era antes nuestro espíritu muerto en delitos y pecados, en el que ahora, si hemos nacido de nuevo, habita Cristo.

Giselle Cabrera
Giselle Cabrera
Giselle Cabrera es Bachiller en Teología de la UAD, se desempeña como profesora de Institutos bíblicos externos.

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