Una poderosa revelación que puede cambiar la manera en la que nos relacionamos con el Padre es que nuestra sanidad está condicionada a la actitud de nuestro corazón.
La actitud de nuestro corazón puede llegar a impedir experimentar lo que Dios tiene para darnos. Es la única barrera que podemos llegar a tener para ser libres, para ser sanos y ser salvos.
La insensibilidad del corazón nos impide oír a Dios y conocer los planes que Él quiere hacer. Las personas que escuchaban a Pablo (judíos) eran personas que en teoría conocían de Dios, sin embargo tener entendimiento religioso no siempre es garantía de entendimiento espiritual.
¿Qué puede causar insensibilidad en nuestro corazón?
- La religiosidad.
Uno de los factores fundamentales que puede provocar la insensibilidad de nuestro corazón es la religiosidad. Cuando conocemos a Jesús, necesitamos el corazón completamente abierto a lo que Él quiere decirnos y lo que quiere hacer en nuestras vidas, porque la demanda de Cristo siempre será transformar por completo nuestra mentalidad y nuestra manera de vivir.
El religioso es aquel que pudo tener un encuentro con Dios, pero que se quedó con lo de ayer, y nunca pudo establecer una relación y comunión constante con Jesús. Otro factor determinante de la religiosidad es la rutina, cuando nuestro único vínculo con Dios se trata de cumplir ciertas reuniones, de hacer ciertos actos o de responder a nuestra propia agenda, cuando en realidad el Espíritu de Dios es dinámico y espontáneo.
Detrás de la religiosidad hay orgullo, y siempre la arrogancia nos aparta de la verdad, provocando insensibilidad a la voz de Dios. El arrogante ve lo que quiere ver, pero el humilde aprecia la verdad con afán de que lo perfeccione.
- El pecado.
El principal endurecedor de la consciencia es el pecado, por sobre todas las cosas cuando pecamos conscientemente. Cuando a pesar de saber que lo que estoy haciendo está mal, lo hago de todas formas, de a poco mi conciencia se ve endurecida o cauterizada, al punto de que ya no es capaz de escuchar el consejo del Espíritu Santo.
El deseo del Espíritu es encontrar en nosotros un corazón abierto, ojos expectantes y oídos atentos:
En esta parte, Pablo está citando Isaías 64:4. Evidentemente, el profeta Isaías comprendía que el corazón tiene una dimensión espiritual que no podemos descuidar. El anhelo de Dios demanda que podamos tener oídos espirituales abiertos, ojos espirituales atentos y un corazón dispuesto.
La sensibilidad de nuestro corazón es fundamental para que escuchemos al Espíritu y para que así Él pueda guiarnos. Nos fue dado el Espíritu de Dios, para que nos revele las profundidades del corazón del Padre. Él está queriendo traer las verdades escondidas durante tantas generaciones, pero para eso necesitamos tener la actitud correcta y brindarle un lugar en el que Él se sienta cómodo para hablar.
La clave para una mayor sensibilidad.
Para crecer en sensibilidad necesitamos crecer en exposición a la presencia de Dios. Congregarnos, orar, ayunar y meditar nos exponen a la presencia de Dios como nada más lo puede hacer. Empaparnos de Su presencia ablanda nuestro corazón y lo vuelve receptivo a Su voz.
¡El Señor aún no terminó con nosotros! Mientras vivamos en la tierra necesitamos un corazón abierto y dispuesto para ser perfeccionados.