El tema es sumamente serio. Nadie piensa en la eternidad, pero está a un suspiro de distancia.
Si partieras hoy, ¿estás seguro de tu salvación? ¿Y qué puedes decir de tus hijos? ¿A dónde irán? El destino automático no es el cielo. Eso es lo que el diablo quiere que creamos. La Biblia afirma: “Todos pecaron y por eso no pueden participar de la gloria de Dios”, Romanos 3:23 PDT. En otras palabras, todos estamos bajo condenación, y nuestro destino eterno es el infierno. PERO Romanos 3:24 declara que: “Dios, por su generoso amor, aprueba (justifica, redime, salva) a todos los que creen…”, PDT. ¿Cómo sabemos que una persona ‘realmente’ cree? Santiago 2:19-20 aclara: “¿Crees que hay un solo Dios? ¡Qué bien!… los demonios también creen que hay un solo Dios y tiemblan de miedo. No seas tonto, la fe sin hechos no sirve para nada”, PDT.
Si Cristo es realmente el salvador de tu vida, entonces habrá muchas evidencias de tu nueva naturaleza. ¿Tus hijos ven a Cristo en ti? ¿Se enamoraron del Dios que profesas por el modo en que tú mismo lo amas? Responder a cuestiones tan profundas requiere valor y humildad. Por favor, sigue con la lectura. No dejes que el orgullo te separe de la mejor temporada de tu vida. Por otra parte, dispensar algunos minutos a la reflexión puede marcar un abismo de diferencia. Podría significar la eternidad con Dios de los que amas, o su condenación para siempre con Satanás en el infierno.
¿Qué está pasando con las nuevas generaciones? ¿Por qué los hijos de los cristianos no son cristianos? ¿Qué les hizo pensar que podían vivir sin Dios? ¿Acaso les hemos dado esa impresión?
“Todos pueden ver claramente el bien que Cristo ha hecho en la vida de ustedes… Porque ustedes son como una carta… Y esa carta está a la vista de todos los que la quieran leer”, 2 Corintios 3:2-3 TLA. Tu vida y la nuestra son una carta leída. ¿Qué leen nuestros hijos acerca de nuestra fe?
Es cierto que algunos hijos de cristianos se rebelan, pero es llamativo que tantos hijos de cristianos confiesen que no lo son. ¿Acaso les falló el Señor? No, eso jamás. En realidad no lo aman porque no lo conocen. ¿Y por qué no lo conocen? Porque los que somos padres hemos abandonado el lugar secreto, la devoción completa y el amor auténtico. Hemos convertido la relación con el Señor en una religión. Hemos sustituido el temor del Señor por mandamientos humanos. ¿Cómo revertiremos esta terrible situación con consecuencias eternas?
Hoy mismo debemos comenzar un camino diferente
- Toma unos minutos y ora al Señor. Pídele perdón por todas tus descortesías, tibiezas, perezas y pecados. Luego decídete a buscar Su rostro cada mañana, con sentido interés en que te hable, corrija y dirija. Que las verdades bíblicas sean realidades en tu vida.
- Sé consciente de su cercanía. Muchos creyentes viven como si Dios no estuviera presente. ¿Cómo pretendemos que nuestros hijos tengan temor del Señor? Sé consciente de que cada acto está ante los ojos escrutadores de Dios y tiene consecuencias eternas. Si lo haces, tus hijos lo notarán. Si tú honras la presencia de Dios en el hogar, tus hijos aprenderán a respetarlo, tal como tú lo haces.
- Incluye al Señor, siempre. La oración para el cristiano debe ser como la respiración para el cuerpo. Ora cuantas veces lo necesites. Ora y pregunta al Señor todas las cosas. De la mañana a la noche, Dios debe ser consultado. Si tus hijos no te ven orar, ¿cómo pretendes enseñarles esta disciplina espiritual que abre el camino a la comunión auténtica?
- No impartas enseñanzas humanas, transmite vida: “Amarás a…tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu poder, y llevarás muy dentro del corazón todos estos mandamientos que yo te doy. Incúlcaselos a tus hijos, y, cuando estés en tu casa, cuando viajes, cuando te acuestes, cuando te levantes, habla siempre de ellos. Átalos a tus manos para que te sirvan de señal; póntelos en la frente, entre tus ojos; escríbelos en los postes de tu casa y en tus puertas…”, Deuteronomio 6:5-9, NC.
El texto bíblico destaca que Dios debe ser el centro de todo, pero con frecuencia perdemos de vista este mandato. Dios no está en el centro de nuestros negocios, matrimonio, familia, decisiones y elecciones. No está en el centro de nuestras emociones. No está muy dentro de nuestro corazón. Entonces, ¿cómo pretendemos que nuestros hijos crean en un Dios que no existe en el seno del hogar?
Muchos padres se esfuerzan para que sus hijos prosperen, ostenten carreras universitarias y alcancen el bienestar económico. Trabajan por metas totalmente humanas y pasajeras, pero no lo hacen con el mismo ahínco para que se conviertan en hombres y mujeres de fe verdadera. No edifican el carácter espiritual. ¿Acaso este aspecto se desarrollará de manera automática con ir a la iglesia dos horas por semana?
Que esta reflexión cambie el curso de tu historia familiar. Que hoy respondas al llamado de Dios. Como padre o madre necesitas un nuevo nivel de consagración, un verdadero “avivamiento” de tu vida espiritual. Cuando Cristo sea visible en todos los aspectos de tu vida, tus hijos lo verán.
Antes de despedirnos debemos responder a una última pregunta: ¿pueden tus hijos ser rebeldes a pesar de tu consagración? ¡Claro que sí! Pero tu persistencia en el Señor provocará transformaciones sobrenaturales. No existe otro camino. Vida auténtica en Cristo o muerte eterna. ¿Qué eliges? ¿Dejarás pasar este día sin hacer modificaciones rotundas en tu manera de vivir de modo que tu comunión con Cristo sea el centro de todo lo que haces y, de ese modo, bendigas a tus hijos?