“¡Felices Pascuas!” Es el saludo que intercambiamos todos los años en estas fechas y con muchas personas en diversos ámbitos.
¿Es un saludo automatizado o lo decimos porque sabemos lo que realmente significa y lo que en verdad sucedió hace más de dos mil años?
Es muy posible que coincidamos en que la mayoría disfrutamos tanto de los chocolates como de los días feriados que el calendario nos otorga.
Aprovechamos para salir de vacaciones, mirar el “Vía Crucis” y recordar aquella cruz, quizás porque nos consideramos pertenecientes a un credo o religión cristiana, por lo cual es menester respetar estas fechas, o porque así nos lo inculcaron en la familia nuestros mayores o bien porque estudiamos algo de historia y a partir de todo esto surge el sentido que le damos a las Pascuas.
¿Qué podemos hablar acerca de las Pascuas?
¿Qué podríamos escribir que no se haya escrito antes? Aunque podría parecernos que no hay nada novedoso para comunicar, la realidad es que no se trata de ser novedosos en el mensaje sino certeros en la vivencia. Incontables veces no hablamos verdad, ya desde el saludo cuando decimos “¡Felices Pascuas!” pero por dentro la felicidad parece haberse esfumado y ni las vacaciones, ni los chocolates ni nada lo pueden compensar. ¿Somos felices? Creo que deberíamos en primer lugar poder preguntarnos eso, aunque no sea el tema que nos convoca hoy.
Entonces ¿De qué hablamos cuando nos saludamos con un “¡Felices Pascuas!”? ¿Qué sucedió que ha marcado tanto y ha definido la historia? Como cristianos seguramente podamos responder en base a lo estudiado, oído o practicado, pero lo crucial es si lo vivimos como quien conoce el profundo significado que tiene.
Recordemos juntos la salida del pueblo de Israel de Egipto, esa noche única en donde mueren los primogénitos de las familias que no tenían pintado el dintel de sus puertas con sangre de un cordero que luego debían comer. Inmediatamente después de este hecho sumamente importante se produce la liberación de todos los israelitas de la esclavitud tras 400 años bajo el yugo de los egipcios.
Pasados los años entendemos que esto fue tipo, figura y sombra de lo que había de venir, lo prometido y anunciado por los profetas por años a las generaciones: el nacimiento de Jesús, el cordero de Dios, quien 33 años después moriría por nosotros en la cruz de la forma más vergonzosa, dolorosa y humillante que podía morir un ser humano. Derramó su sangre y por ella los pecados de los hombres fueron perdonados. Veamos el siguiente pasaje:
“Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca. Y se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte; aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca. Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada. Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos”. Isaías 53:3-5, 7, 9-11 RVR1960
La cruz marca un antes y un después, no podemos recordarla simplemente una vez por año ni podemos solo tenerla como un hecho histórico. ¿Qué es la cruz para nosotros hoy? ¿Es un viejo madero solamente? ¿Unos pedazos de madera en donde colgaron y mataron a Jesús que tan claramente vemos en películas y nos emocionamos? Si nos quedamos solo con ese hecho que tuvo lugar tanto tiempo atrás no estamos entendiendo el verdadero significado.
Amados amigos y hermanos, la cruz es profunda y amplia, es la aniquilación de todo lo que es carne, es la crucifixión del viejo hombre, el juicio al pecado, es la derrota de las tinieblas, todo lo que había sido profetizado se cumplió en la cruz. “Consumado es” fue la frase de que todo lo que el Hijo vino a hacer lo hizo por completo, en total obediencia al Padre.
¡El sacrificio fue perfecto, el cordero fue inmolado, no se halló pecado el, Cristo venció la muerte! ¡El Señor resucitó! El mismo poder del Espíritu de Dios que operó para levantar al Hijo de entre los muertos y esa vida divina incorruptible también está en nosotros gracias a su obra completa y su triunfo sobre la muerte.
Pablo escribe estos versículos y cuenta magistralmente lo sucedido:
“Toda la plenitud de la divinidad habita en forma corporal en Cristo; y en él, que es la cabeza de todo poder y autoridad, ustedes han recibido esa plenitud. Además, en él fueron circuncidados, no por mano humana, sino con la circuncisión que consiste en despojarse del cuerpo pecaminoso. Esta circuncisión la efectuó Cristo. Ustedes la recibieron al ser sepultados con él en el bautismo. En él también fueron resucitados mediante la fe en el poder de Dios, quien lo resucitó de entre los muertos. Antes de recibir esa circuncisión, ustedes estaban muertos en sus pecados. Sin embargo, Dios nos dio vida en unión con Cristo, al perdonarnos todos los pecados y anular la deuda que teníamos pendiente por los requisitos de la ley. Él anuló esa deuda que nos era adversa, clavándola en la cruz. Desarmó a los poderes y a las potestades, y por medio de Cristo los humilló en público al exhibirlos en su desfile triunfal”. Colosenses 2:9-15 NVI.
¡En Él fuimos circuncidados, bautizados en su muerte y fuimos resucitados! Debemos vivir una vida acorde a lo hecho en la cruz y en el poder del resucitado. No debemos vivir de acuerdo a lo que nosotros pensamos, nuestros propios paradigmas y parámetros, sino que debemos morir cada día para que Su vida, la vida del resucitado, nos absorba, nos consuma y cada minuto haya menos de nosotros y más de Él.
Quiero recordar también lo escrito por Pablo en la epístola a los Romanos, en el capítulo 8:
“Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y, si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero, si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y, si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes”. Romanos 8:5-11 NVI.
Necesitamos pedir al Espíritu que nos revele que todo lo que el Señor reconoce es lo que produce la nueva naturaleza, la vida de Cristo en mí. No hay forma de agradar al Padre desde la carne, desde la vieja creación, desde la vieja naturaleza. Necesitamos vaciarnos de nosotros mismos, y eso ocurre yendo a la cruz.
Hay una frase que dice el apóstol Gustavo Lara y es “del otro lado de la cruz”. Muchos podemos ver el sacrificio solamente como una historia, pero necesitamos cruzar al otro lado de la cruz, porque una cosa es leerlo y saberlo pero otra cosa es vivir la vida del resucitado en nosotros, ahí es cuando experimentamos esa plenitud de la que hablamos, y eso se logra únicamente del otro lado de la cruz. Debemos morir a nosotros mismos, vaciarnos del yo, para que el resucitado viva en nosotros.
Todo lo que el Espíritu produce en nosotros es perfecto, porque su vida es perfecta. Y todo lo que es producido por la carne, por muy bueno que parezca, ¡es muerte! En estos días de meditación les animo a que juntos podamos pedir al Señor que abra los ojos de nuestro entendimiento para ver las cosas, como Él las ve y que solo el Espíritu puede revelarlo a nosotros.
Ahora sí ¡Felices Pascuas!