Luego del estreno de la “La Sociedad de la Nieve”, la nueva adaptación de Netflix que narra la historia de la tragedia de los Andes, los medios no paran de hablar de su repercusión, no sólo a nivel cinematográfico, sino también filosófico, analizando todo lo que sucedió en esos 72 días en los que la muerte, la amistad y la valentía eran cosas diarias.
Esta historia dio que hablar tanto en la vida real como en las críticas de las adaptaciones a la pantalla grande, como fue el caso de “Viven”, película de 1993 que también contó la historia de estos pasajeros uruguayos que tuvieron que sobrevivir en la nada misma.
Un poco de la historia real
El 13 de octubre de 1972, el vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya se estrelló en los Andes con 45 personas a bordo, miembros del equipo de rugby Old Christians Club, junto con algunos amigos y familiares.
El avión se partió en dos desde la fila nueve hacia el fondo, por lo que solo sobrevivieron algunos de los que se encontraban en el fuselaje del avión.
Muchos fallecieron instantáneamente por el impacto, otros murieron en los días posteriores por las tremendas heridas provocadas por el accidente. Entre esos heridos, se encontraba Fernando Parrado, quien estuvo inconsciente durante días por un traumatismo de cráneo, que el mismo frío de la nieve de los Andes sanó y finalmente pudo caminar junto a Roberto Canessa durante doce días, hasta el 20 de diciembre que vieron a otro ser humano: Sergio Catalán Martínez, un arriero chileno. Después de que el hombre trajera ayuda al día siguiente, Parrado y Canessa condujeron a las autoridades hasta los otros 14 supervivientes. Después de 72 días, sólo 16 sobrevivieron a la denominada Tragedia de los Andes.
Lo que sucedió en todos esos días no alcanza para ser contado en libros y películas. Desde una avalancha imprevista que mató a varios amigos, hasta la falta de comida de una montaña hostil que los llevó a tener que alimentarse de los cuerpos sin vida de sus propios compañeros, hicieron de esta una historia única en el mundo.
El estreno de esta película, dirigida por Juan Antonio Bayona, volvió a cautivar a miles de personas, y para quienes no conocían su historia los sumergió en preguntas y disyuntivas que llevó a querer conocer más de la historia de este milagro en los Andes.
La historia inspiró prédicas y mensajes. Incluso la banda Fila 9 lleva el nombre del lugar en donde Nando Parrado estaba sentado, un lugar elegido por Dios para que el consiga más tarde rescatar a sus amigos.
Tanto en la película como en las miles de entrevistas y charlas de los mismos sobrevivientes, se pone en la mesa a Dios, su propósito y cómo fue que Él los mantuvo unidos para sobrevivir en esos 72 días a 30 grados bajo cero, a 4.000 metros de altura, en soledad y con la esperanza de volver a encontrarse con sus seres amados.
“Voy a ser completamente feliz cuando saque al resto de mis compañeros, y por mis compañeros que fallecieron estoy feliz porque sé que están en el cielo”, dijo Roberto Canessa, horas después de ser encontrado por el arriero, junto a Nando Parrado.
Los amigos asistían a un colegio católico, por lo que habían sido educados con temas de la fe, pero en la montaña y al haberse quedado sin nada, más que la esperanza de vivir, aprendieron a depender solamente de Dios y conocerlo de una manera única.
En el programa “Esta Noche Mariasela”, Nando Parrado dijo: “Por un lado le pedía a Dios que nos dé fuerzas para seguir y por otro lado le preguntaba ¿Por qué nos haces pasar esto si sos tan magnánimo, si sos el Dios del amor, la bondad? ¿Por qué tuvieron que morir mi mamá y mi hermana? ¿Cual es la prueba? Explicamela”, decía Parrado. Nando comentó también que pasó momentos en donde se alejó de Dios pero finalmente se entregó a Él. “ En ese momento, dudas sin miedo de la religión y en la duda uno busca”, dijo en otra entrevista.
“A mi me salvó Dios a través de mis amigos”.
Expresó Javier Methol en una entrevista junto a sus compañeros.
La película refleja la unidad y la amistad que fue indispensable para poder sobrevivir. Cada uno de los sobrevivientes contribuía de una manera distinta. Cada compañero hacía su parte para poder vivir el día a día. Incluso el menor de todos con 19 años, Carlitos Paez, que en palabras de él mismo, antes del accidente era un niño “malcriado” que gozaba de comodidades en su casa, teniendo una mucama que le llevaba el desayuno a la cama. Sin embargo, fue el encargado de coser la bolsa aislante que luego protegería de las noches más hostiles a los dos líderes que llegarían a Chile para buscar ayuda.
“Dios fue muy tangible en Los Andes para mí, yo casi que lo sentía. Dios fue parte de esta historia y nos dio las herramientas para resolver”
dijo Carlitos Paez en una entrevista para Teledoce.
Esta película bien puede ilustrarnos cómo debe actuar la iglesia en medio de la adversidad. En muchas ocasiones, solemos pensar en nuestros beneficios o comodidades por encima de los demás. Pero conociendo la historia de “La Sociedad de la Nieve”, podemos relacionar a las distintas partes que conforman un equipo con la iglesia, entendiendo que cada uno tiene un papel importante y que formamos parte de un mismo cuerpo que integra la Vida en Cristo.
“Éramos gente común y corriente que, enfrentando esta situación terrible, Dios nos ayudó a tener un resultado extraordinario”
Dijo Roberto Canessa en una entrevista junto a los sobrevivientes.
En el caso de la historia, todos estaban despojados de sus vidas, de su presente y de su futuro. La única acción que logró que salgan de allí ocurrió cuando todas las personas que quedaban vivas trabajaron juntas con un mismo objetivo: Vivir.
Esa tiene que ser la iglesia. La que anhela la vida de Cristo todos los días, entendiendo que no podemos vivir esa vida solos, sino que todo el Cuerpo de Cristo la compone.
“Yo me rebelé mucho con Dios en la montaña pero en los momentos más culminantes del dolor, Él estaba siempre presente. Y ahí me dije en la mente ‘Pero si Dios existe y venimos a la Vida, no puede ser que esto termine con la muerte como que sea algo malo». Así que me entregué a vivir la experiencia’, confesó Gustavo Servino.
Hay una escena que sin dudas es una de las más emocionantes que es cuando Numa, personaje que si bien en la vida real no era amigo íntimo de ellos, en la película cobra un papel importante a modo de homenaje, muere teniendo en sus manos un papel en en el que escribió “No hay un amor más grande que el dar la vida por los amigos”, el versículo de Juan 15:13
La película refleja que más allá de la historia real hubo una experiencia, un encuentro con Dios que marcó un antes y un después en la vida de todos los sobrevivientes. Hoy en día reconocen que junto a Él, los amigos pudieron formar una sociedad en la que cada parte era indispensable para trabajar unidos y así un 22 de diciembre de 1972 pudieran contar su testimonio e inspirar a miles de personas hasta el día de hoy.