De pequeño, me gustaba jugar a las escondidas con mis amigos. Aunque tengo que confesar que muchas veces hacía trampa, echando una miradita rápida para ver hacia donde corrían ellos. Y cuando me tocaba esconderme, siempre trataba de escoger el lugar más raro y difícil para que no pudieran encontrarme; y me quedaba en silencio, sin moverme. Yo creo que Dios también juega a la escondidas con nosotros, pero con la gran diferencia de que Él nos está gritando dónde está escondido.
«dios Está lo suficientemente escondido para no ser hallado por accidente, pero lo suficientemente a la vista para ser descubierto apenas lo empecemos a buscar».
Seba Franz
En el hombre, desde el principio de la historia, está el jugar a las escondidas con Dios. Cuando el hombre pecó en el huerto del Edén, su primera reacción al escuchar que Dios lo buscaba fue esconderse. El rey David, en cierta etapa de su vida, también pensó que podía esconderse de Dios, pero terminó resumiendo: “¿A dónde podría huir de tu presencia?” Salmo 139:7b.
El hombre se esconde para no ser encontrado y vivir en oscuridad, pero Dios desea ser hallado por todo aquel que verdaderamente lo busca. En Santiago 4:8, podemos leer: “Acérquense a Dios, y Él se acercará a ustedes”. Muchos, al leer este versículo, piensan que es el hombre el que da el primer paso hacia Dios, y luego Dios se acerca.
Sin embargo, Dios ya dio el primer paso. Ya está gritándote desde donde está, esperando que tú y yo volvamos a Él. Dios dio el primer paso al amarnos primero, mandando a su hijo a morir en la cruz por nuestros pecados a fin de darnos vida eterna. ¡Eso sí que es un gran primer paso!
Pero ahora Dios quiere ser conocido no por accidente, sino por una decisión voluntaria del corazón. Los hijos de Dios, al ver la creación, las estrellas, las galaxias, el sol, la luna, los árboles, las montañas, el océano, decimos: “¡Qué hermosa tu creación, Dios!”. Podemos verlo en sus obras porque ya previamente lo vimos con los ojos de la fe, a través de Jesús. Muchas personas que se declaran ateas o agnósticas observan y analizan toda la creación, y aun así no glorifican a Dios; pero Dios no quiere ser “investigado” sino “conocido”.
Pablo lo dice muy bien en Romanos 1:19-20: “lo que se puede conocer acerca de Dios es evidente para ellos, pues él mismo se lo ha revelado. Porque desde la creación del mundo las cualidades invisibles de Dios, es decir, su eterno poder y su naturaleza divina, se perciben claramente a través de lo que él creó, de modo que nadie tiene excusa”.
Dios nos dio la “FE”, y a través de ella, podemos conocer y entender que todo fue hecho por Él. Puso la fe dentro del corazón del hombre no porque seamos débiles e incapaces de comprobar, sino, todo lo contrario, porque por medio de ella es que entendemos que todo proviene de Dios. La fe es el sexto sentido que Dios nos dio. Todos tenemos fe, pero no todos la tienen hacia la dirección correcta.
En un momento, Jesús dijo: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque habiendo escondido estas cosas de los sabios e instruidos, se las has revelado a los que son como niños” (Mateo 11:25). El Reino de Dios no puede descubrirse a la manera de una isla en medio del océano, sino que el Reino de Dios es revelado por medio del Espíritu Santo, a través de la fe en Cristo Jesús. “En cambio, cuando alguien se vuelve al Señor, el velo es quitado. Pues el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Así que, todos nosotros, a quienes nos ha sido quitado el velo, podemos ver y reflejar la gloria del Señor (2 Corintios 3:16-18, NTV).
¿Quieres encontrar a Dios? Él también desea que lo encuentres, pero no por medio de investigaciones, prédicas, libros o la historia de otras personas. Quiere encontrarse personalmente contigo, cuando te humilles, pongas tu fe en Él y lo busques con todo tu corazón.
Quiero concluir dejándote con este versículo de la Palabra de Dios. “Me buscarán y me encontrarán cuando me busquen de todo corazón” (Jeremías 29:13).