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Renuncien al divorcio

“Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra quedará atado en el cielo…” Mateo 18:18.

“Ya no nos amamos”, “estoy cansado de luchar”, “hemos llegado muy lejos con esta relación y ya no hay retorno” son solo algunos de los argumentos que personas en todo el mundo usan para justificar el divorcio. No importa cuán marchitos se encuentren los sentimientos en su relación, si toman la decisión de restaurarla y asumen responsabilidad por la situación, el sentimiento de amor resurgirá.

Pero será muy difícil salvar un matrimonio que ha sido golpeado por la infidelidad, el abuso y la negligencia, si no somos intencionales y estamos dispuestos a pagar el precio que requiere toda restauración.

Para muchos, es más fácil buscar una nueva relación para encontrar lo que han perdido en su matrimonio, en lugar de pagar el precio por resucitar lo que ha muerto entre ellos. Creemos que la gran mayoría de los divorcios se hubiera podido evitar, si tan solo hubiéramos ayudado a los contrayentes a sanar y usar las herramientas correctas para la restauración.

Condenados por nuestras palabras

Cada vez que pronunciamos la palabra ‘divorcio’, activamos en el mundo espiritual dicha maldición y ponemos en movimiento las huestes espirituales de maldad que, sin saber, invitamos a nuestra casa. También Jesús nos alertó de tener cuidado con lo que hablamos: “porque por tus palabras se te declarará inocente y por tus palabras se te condenará”(Mateo 12:37).

Nuestras declaraciones crean una atmósfera, en el mundo espiritual, que autoriza al enemigo a concretar en la esfera terrenal lo que hemos manifestado. Lo más triste es que somos nosotros mismos quienes hemos habilitado, con nuestras afirmaciones de muerte, a esas entidades demoníacas.

El rey Salomón dijo: “…Te has comprometido verbalmente, enredándote con tus propias palabras…”(Proverbios 6:2). Santiago cuestionó que “con la lengua bendecimos a nuestro Señor y Padre, y con ella maldecimos a las personas, creadas a imagen de Dios. De una misma boca salen bendición y maldición” (Santiago 3:9-10).

Muchas personas están atadas al divorcio porque constantemente declaran palabras de muerte sobre su relación y se maldicen el uno al otro. Quizá cada uno de ustedes en este momento tenga razones suficientes para argumentar un buen y merecido divorcio, debido al trato, descuido o traición por parte de su cónyuge. 

Sin embargo, Jesús instruyó a sus discípulos que “bendigan a quienes los maldicen y oren por quienes los maltratan” (Lucas 6:28). Entonces buscar restaurar una relación no requiere esperar a ver vestigios de cambio en el otro; es decir, es por fe. 

La fe es lo que nos lleva a actuar sin ver. Si aguardas hasta percibir mejoría en el otro para poner de tu parte, la ruptura simplemente será inevitable. Muchos divorcios se hubieran podido frenar, si por lo menos una de las partes hubiera decidido seguir batallando, buscar ayuda y tomar la decisión de dar, a pesar de no recibir nada a cambio. 

El matrimonio se basa en el compromiso de amar, sin importar lo que nos suceda por el camino. Es la razón por la cual la Biblia lo define como pacto y no como contrato. El matrimonio se basa en el compromiso de amar, sin importar lo que nos suceda por el camino. Un contrato está basado en la desconfianza y no en el compromiso de beneficiar al otro. Trata de proteger mis derechos y limitar mis obligaciones. 

Pretende resguardar a cada una de las partes, unilateralmente, en caso de incumplimiento. Por su parte, un pacto busca beneficiar al otro, aun a expensas de uno mismo. Es decir, voy a buscar la mejor manera de hacerle la vida más fácil al otro.

¡Declaren hoy mismo la guerra al divorcio! He aquí algunas sugerencias para hacerlo: Pídanle al Espíritu Santo que les dé dominio propio para refrenar su lengua y nunca más volver a pronunciar el término ‘divorcio’. Tengan presente Proverbios 13:3, “el que refrena su lengua protege su vida,pero el ligero de labios provoca su ruina».

Deben cambiar su confesión: no sigan declarando muerte sobre su relación matrimonial cada vez que tengan una discusión. Rueguen a Dios que les ayude a cambiar en primer lugar, implorandole que les dé sus ojos para ver al cónyuge como Él lo percibe y que los llene de su amor para querer al otro como Él lo hace. 

Oración modelo: Padre celestial, venimos ante tu trono de gracia, a sabiendas de que te hemos fallado. Hemos maldecido nuestra relación matrimonial, en varias ocasiones, mencionando el divorcio. Perdónanos por haber permitido que, de nuestra boca, saliera esa palabra. Hoy somos conscientes de nuestro error y de lo que esta declaración ha activado sobre nuestra vida y matrimonio. En el nombre de Jesucristo, antes que nada, te pedimos que nos disculpes por haber maldecido lo que tú has bendecido. Hoy rompemos el poder del divorcio sobre nuestro matrimonio y nuestras generaciones.

Con la autoridad de tu nombre, declaramos rota toda maldición heredada de divorcio y fracaso marital. Entendemos que gracias a la obra de Cristo en la cruz, hemos sido libres. Declaramos, en fe, que nuestro apellido nunca volverá a ser manchado con la palabra ‘divorcio’. Nuestro hogar será conocido por todas las generaciones como un lugar en donde se engendra bendición y vida. Ayúdanos a refrenar nuestra habla, cuando estamos frustrados o enojados, y a no pronunciar expresiones de maldición el uno sobre el otro ni sobre nuestra relación. Espíritu Santo, danos dominio propio y toma control de nuestra lengua y reacciones, y no permitas que de nuestra boca salgan palabras de muerte y maldición.

Te pedimos, como el rey David, que pongas un guarda en nuestra boca: “Señor, ponme en la boca un centinela;un guardia a la puerta de mis labios. No permitas que mi corazón se incline a la maldad…” (Salmo 141:3-4). Ayúdanos a reproducir a partir de hoy las nueve características del carácter cristiano descrito en Gálatas 5:22-23: “En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas”. En el poderoso nombre de Jesús. Amén.

Texto extraído del libro “30 días a sus pies por mi matrimonio” de Donald y Silvia Franz.

Conseguí el libro para Argentina y para el resto del mundo.

Donald y Silvia Franz
Donald y Silvia Franzhttps://fortaleciendofamilias.net/
Donald y Silvia son plantadores de iglesias y fundadores de Fortaleciendo Familias. Un ministerio enfocado a la restauración y fortalecimiento de la familia. Radican en Oklahoma, Estados Unidos, junto a sus 4 hijos Sebastián (casado con Andrea), Jason, Melody y Paul.

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