Si me dijeras: “Quiero entrar en la banda de mi iglesia”, yo podría preguntarte algo así como: «¿Por qué y para qué?». Entonces, podrías contarme acerca de tus razones. Y aunque la motivaciones en sí sean muy buenas, no siempre son las correctas. Aprendí a lo largo de mi vida, y obvio que sigo aprendiendo, cuáles deberían ser aquellas que me lleven a formar parte de «la banda». Me gustaría contártelas…
Es muy importante que entiendas que eres necesario, pero no eres indispensable. La obra es del Señor y se desarrollará de manera extraordinaria, estés tú o no. Si confías tanto de que tu talento es el que mueve al grupo, recuerda que un instrumento no es suficiente para hacer un ministerio de alabanza.
No seas egoísta, comparte lo que sabes con otros
No seas una estrella de rock, pon los pies en la tierra, no te creas exclusivo y demasiado importante. Aprendí que esto no te lleva a ningún lado, al final puedes terminar solo y sin posibilidades de agradar a Dios. Que la gente te admire solo por lo bien que ejecutas tu instrumento, nunca será suficiente. El Señor es el que nos recompensa en público y Él sí mira tu corazón.
Sé humilde
Si logras desarrollar habilidades que otros no, también desarrolla tu capacidad de ser humilde. Sé mejor cada vez, no te creas el mejor. Dios ama a los humildes. Congrégate, no asistas a la iglesia solo porque eres parte de un programa musical, asiste para edificar tu vida, esto requiere muchas veces sentarse en el banco.
Estudia
Forma el hábito de estudio, desarrolla la parte técnica que necesitas y hazlo con excelencia. Debemos cambiar la mentalidad de hacer todo “Así nomás, total es para Dios», porque Él se merece lo mejor.
Sé responsable
Llega a horario y está dispuesto a colaborar no solo con tu instrumento, sino con los de la banda. Es mejor servir que ser servido. Debemos cultivar el acto de servicio hacia los demás. Muchas veces luchamos con el ego y nos creemos el tapón del océano, luego pensamos que ese es el camino al éxito.
Lamento decirte que estás camino al fracaso interno y como consecuencia será evidente en tu exterior. Muchas veces, infelizmente, este deseo saca a la luz los problemas que tenemos de acercarnos a Dios con un corazón sincero y sencillo. Además, el que sirve, siempre es el mayor.
Dios espera de nosotros que seamos hijos agradecidos con el ministerio que nos dio y que le sirvamos con todo nuestro corazón. Si no estamos dispuestos a hacerlo solo para el Señor, tarde o temprano, lo terminaremos haciendo por motivos equivocados.
El músico que tiene como motivación solo agradar con su talento a otros y ser alabado, tiene el síndrome del Sol, esto es que cree tener luz propia. Pero, cuidado, en realidad debemos tener el síndrome de la Luna, que necesita de la luz del Sol para brillar, y esa luz solo debe ser la de Jesús.