La intercesión es como ponerse en la brecha por vidas o ciudades. Pero antes, ¿sabés qué significa brecha? En la antigüedad, se llamaba así al lugar del muro que los enemigos lograban romper para entrar y atacar al pueblo.

En ese tiempo existían los atalayas, que eran aquellas personas que se colocaban en las partes más altas de los muros para vigilar. Si los enemigos lograban romper alguna parte del muro, ellos gritaban: “¡BRECHAAA, BRECHAAA!”. 

Entonces, apuntaban hacia el lugar donde el muro se había abierto, convocando únicamente a los valientes y preparados guerreros, que estuvieran dispuestos a dar su vida por su tierra. Ellos se colocaban en ese lugar para ser como un muro ante el mar de enemigos que pretendieran entrar. Tú y yo debemos ser de esos valientes. Seamos como muros protectores para nuestra ciudad. Cuando los enemigos nos vean, que sepan que no podrán tocar nuestro territorio mientras vivamos.

No cualquiera puede colocarse en la brecha, solo una vida entregada, alguien que esté dispuesto a ser un intercesor, preparado para la guerra y dispuesto a dar su vida por otros.

Debemos hacer lo que Jesús hace, y la Palabra revela que Él es nuestro gran intercesor. Intercede por nosotros ante el Padre. Qué gran relevancia tiene la intercesión en el Reino de Dios, es la asignación de Jesús hasta hoy y es el deber de todos sus hijos. Desde el principio fue dicho, en Génesis 2, “Guardarás la tierra”. Dios nos puso a nosotros para que seamos guardianes, atalayas de lo que el Padre nos entregó. Este trabajo lo realizamos cuando intercedemos.

En la Biblia vemos muchas historias de intercesores, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo. Jesús, nuestro máximo modelo a seguir, intercedió cuando la ira de Dios se estaba manifestando sobre la Tierra. El cielo se oscureció, y la tierra empezó a temblar, era el momento donde quizás la ira de Dios podría habernos destruido a todos. Pero de repente se oyó un grito: “perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Esa es la intercesión del espíritu de un hombre quebrantado que ama a su generación.

También conocemos pasajes muy poderosos como cuando Moisés estaba en el monte y Jehová le habló para que se hiciera a un lado porque iba a destruir a ese pueblo duro de serviz (terco de corazón). Otra vez la ira de Dios estaba a punto de manifestarse, ¡ya dios había dado una orden que iba a destruir al pueblo! Pero este amigo de Dios clamó a gran voz. La voz de un hombre común y corriente, que se levantó por todo un pueblo para hacer vallado, para que Dios se arrepintiera de lo que había dicho. 

La actitud de Moisés fue impresionante al tratar de hacer reflexionar al Señor por lo que estaba queriendo hacer. Pero Dios lo escuchó y aceptó. ¡Uau! Vos y yo no nos imaginamos lo que nuestra voz puede generar en el corazón del Padre, en los ambientes espirituales y en la Tierra. Por eso la Palabra nos enseña en Mateo 11:12 que desde los tiempos de Juan el Bautista el Reino de Dios sufre violencia, la de él era una voz que clamaba en el desierto. 

¿Sos una voz que intercede en medio de los desiertos? ¡No calles! ¡Que el cielo y el infierno te reconozcan como hijo y amigo de Dios!

Realmente éstas y tantas verdades más tenemos para nutrir tu vida espiritual en el entendimiento sobre el poder de la intercesión. Dios me ha permitido por su gracia escribir un libro que se llama Una vida de clamor donde deposito experiencias y revelaciones vividas en más de 150 ciudades que recorrimos con intercesión. Además, testimonios vivos de vidas y localidades transformadas. Quiero ponerlo a tu disposición, solo escribime por estas redes sociales.

La Palabra nos enseña que ¡no es con nuestra fuerza humana, ni con un gran ejército, sino con su Espíritu! Así podemos transformar ciudades, levantar jóvenes y familias de impacto para la sociedad. Orar en el Espíritu es interceder, porque Él gime por nosotros con sonidos indecibles, con dolores de parto, todo esto para que Cristo sea formado en nosotros y en los que ministramos.

Dios te usará a vos para hacerlo en tu ciudad. Seguramente, si has leído este escrito es que sos uno de los candidatos para una revolución espiritual en tu nación. Y si no lo hacés vos, ¿quién lo hará? Si no lo hacés ahora, ¿cuándo lo harás? Sé fuerte y valiente. ¡El Señor está con vos! Sos hijo de Dios y tu voz tiene peso en los ambientes espirituales. Dios te bendiga, estoy para servirte. 

Maximiliano vive en Corrientes, Argentina, junto a su esposa Angela y sus hijos. Son una voz de clamor y unidad en esta generación. Trabajan para el Reino de Dios predicando en plazas, congregaciones, auditorios. Sirven a Dios de manera interdenominacional con la unidad del Cuerpo de Cristo. Él es coordinador y fundador del Ministerio Una Voz Que Clama y actualmente Argentina Clama. Comprometido localmente en la congregación Centro Cristiano Puerta Abierta.