¿Por qué resulta tan difícil bajar de peso? ¿Por qué luchamos por mantener un empleo estable? ¿Por qué nos estancamos en nuestros estudios? ¿Por qué no podemos ser más productivas, organizadas y eficientes? ¿Por qué nos cuesta mantener hábitos saludables más allá de unos pocos días? ¿Por qué siempre nos encontramos endeudadas? ¿Por qué parecemos estar siempre en conflicto con los demás?
La respuesta a estos interrogantes, en la mayoría de los casos, radica en la falta de dominio propio.
El dominio propio representa un atributo esencial para el crecimiento y desarrollo espiritual. Nos equipa especialmente para resistir las tentaciones y guiar nuestras vidas conforme a los principios Divinos. Se trata de la capacidad para regular nuestras emociones, pensamientos, impulsos, deseos y comportamientos.
Podemos pensar al dominio propio como una muralla que protege nuestra vida espiritual. Sin esta barrera, nos volvemos vulnerables ante las tentaciones que pueden alejarnos incluso del camino de Dios. La falta de control nos lleva a acciones impulsivas y decisiones lamentables, tal como se menciona en Proverbios 25:28, “Como ciudad sin defensa y sin murallas es quien no sabe dominarse.”
Si reflexionamos sobre la última vez que pronunciamos palabras inapropiadas, abandonamos un plan, o dejamos que nuestras emociones se desbordaran, quizás puedas preguntarte: ¿a dónde fue a parar nuestro dominio propio en ese momento? Y más importante aún, ¿cuánto tuvimos que esforzarnos para reparar el daño que provocamos o volver a nuestro estado anterior?
«La falta de dominio propio puede llevarnos a cometer acciones de las cuales nos lamentaremos durante el resto de nuestras vidas».
Daniela Daga
Muchas personas recurren a diversos medios para compensar o adquirir el dominio propio que les falta: desde la medicación y terapia hasta cursos, talleres e incluso cirugías. Sin embargo, a pesar de todos estos esfuerzos, muchas personas aún no logran los resultados deseados. Por supuesto que no quiero insinuar que esté mal recurrir a estos recursos, ya que pueden ser herramientas útiles en la búsqueda de un cambio, sin embargo, si no desarrollamos nuestro dominio propio, es improbable que alcancemos cambios verdaderamente duraderos. Y todo esto se debe a la falta de dominio propio.
Mientras reflexionaba sobre este tema, me di cuenta de que el desarrollo del dominio propio en la vida cristiana está estrechamente vinculado con la firme decisión de dirigir nuestros deseos a la obediencia a Cristo y agradarle a Él en primer lugar. Lo que logro con dominio propio, mediante una disciplina y auto control, no es porque simplemente fluye en mí. Siendo sincera, tengo deseos como dormir más, tener más tiempo de ocio, pasar más tiempo en las redes sociales o incluso hacer cosas indebidas. A veces, incluso tengo deseos de tratar sin amor a ciertas personas. Sin embargo, no cedo a estos deseos porque el deseo de obedecer a Dios, de complacer a Dios, es más fuerte que el mío propio y estoy comprometida con ello. ¿Estás de acuerdo con esto?
Gálatas 5:16-17 nos enseña que Pablo nos insta “a «caminar en el Espíritu y no satisfacer los deseos de la carne, porque el deseo de la carne es contra el Espíritu y el Espíritu es contra la carne; y estos se oponen entre sí, para que no hagamos lo que queramos.» Aquí vemos dos tipos de deseos que luchan entre sí: uno de la carne y otro del Espíritu, que es, en última instancia, el deseo de obedecer a Dios. Sin un deseo firme de obedecer a Dios, sin esa determinación, no podremos desarrollar ningún dominio propio.
Es crucial tomar esta decisión de antemano, ya que el dominio propio requiere que «pensemos antes de actuar». El problema es que mucha gente «actúa antes de pensar» y luego se lamenta; por eso es fundamental tener un firme deseo de obedecer a Dios desde el principio.
Seguramente has escuchado acerca de unos pequeños animalitos de piel muy clara que son cazados en días de lluvia. Estos animalitos suelen acorralarse y entregarse al cazador con tal que su pelaje no se ensucie, lo que ha dado origen a una conocida frase “muerto antes que sucio” y pienso que este concepto se relaciona perfectamente con el deseo de una hija de Dios, ¡o al menos debería serlo!
¡Muerta antes que ceder a los deseos de la naturaleza pecaminosa! “Muerta antes de expresar en mi vida: inmoralidad sexual, impureza, pasiones sensuales, idolatría, hechicería, hostilidad, peleas, celos, arrebatos de furia, ambición egoísta, discordias, divisiones, envidia, borracheras, fiestas desenfrenadas y otros pecados similares; todas consecuencias de la falta de dominio propio según Gálatas 5:19-21.
Pero ¿qué hacer cuando nos vemos tentadas a caer en esas acciones pecaminosas mencionadas en la lista?
Gálatas 5:6 nos ofrece una dirección clara: «Vivan por el Espíritu y no seguirán los deseos de la naturaleza pecaminosa». Esto implica permitir que el Espíritu Santo guíe nuestras vidas para que no sintamos el deseo de pecar. Es importante entender que no se trata de no tener esos deseos pecaminosos, sino de resistir la tentación a satisfacerlos. Incluso las mujeres que están plenamente entregadas a Cristo pueden experimentar esos deseos pecaminosos. Sin embargo, el versículo nos exhorta a resistir la tentación y a no ceder ante esos deseos.
Es mi anhelo que en tu vida cristiana mantengas la firme convicción de que, a pesar de cualquier adversidad, lo único que realmente te importa en este camino es agradar y obedecer a Dios; que puedas expresar con pasión las palabras del salmista: «Dios mío, quiero hacer siempre lo que ordenas, ¡enséñame a hacerlo! Pon en mí este único deseo: adorarte solo a ti.» Salmo 86:11-17
Querida amiga, el dominio propio no es un destino, es el desarrollo del carácter de Cristo en nuestras vidas, es un proceso continuo que requiere esfuerzo y fe. Pero al comprometernos a vivir conforme a los principios de Dios y rodearnos de apoyo y orientación, podremos cultivar un dominio propio sólido que glorifique a Dios y beneficie nuestras vidas y relaciones.
¡Confío que lo lograras! Dios te bendiga.