En el mundo cristiano protestante hay muchas denominaciones, por lo tanto, muchas interpretaciones de una misma verdad ¿Qué lleva a que tengamos varias opiniones de un mismo tema?

Es muy difícil darle síntesis a una respuesta que parte de un problema puntual pero que es afectada por muchas variables. 

La única solución que Dios proveyó, desde antes de que todo fuera creado, a un hombre destituido de su Gloria a causa del pecado, es su propio Hijo. Reunir todas las cosas en ÉL (Efesios 1:10). Es la esencia de la redención, la vuelta al origen, donde fuimos creados en ÉL, por ÉL y para ÉL (Romanos 11:36), con un genoma divino que daba a conocer su imagen y semejanza, expresando la sustancia de su persona que es su propia Gloria, y el motivo por el cual fuimos creados. 

En ese estado TODO era gobernado de manera perfecta por una mente divina, diseñadora de todo lo que existe, y que llama lo que no es como si fuese. 

La expresión de un hombre destituido es la de alguien muerto en el espíritu, fuera de Dios, que se desarrolla en el alma y una mente natural independiente del gobierno de Dios. 

«En el estado de un hombre que está fuera de Dios aparece la figura del “intérprete”, ya que opera en su propia mente y no en la de Dios, donde Dios está “con” el hombre, pero ya no “en” el hombre».

Fabián Liendo, pastor de Real Ciudadela

El apóstol Pablo expresa con claridad que el hombre natural no “percibe” las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede “entender”, porque solo se pueden discernir espiritualmente (1 Corintios 2:14). 

El estado adámico del hombre no puede ver, no puede oír ni entender las cosas del espíritu.

¿Cómo resuelve Dios esto? En el nuevo nacimiento a través de su hijo. 

Jesús dijo: los que son de la verdad “oyen” mi voz (Juan 18:37), y le dijo a Nicodemo: si no naces de nuevo, no podés “ver” el reino de Dios (Juan 3:3). 

Es a través del nuevo nacimiento que somos incorporados, reunidos en el Hijo, hechos parte de su cuerpo, su ADN, su genoma, y se nos concede una mente en ese cuerpo, que no es la nuestra sino la de Cristo. Dos versículos más adelante, Pablo lo expresa diciendo: “Mas nosotros tenemos la mente de Cristo (1 Corintios 2:16)”.

La mente de Cristo es la única que puede escuchar, ver, entender y hacer tangible todo lo que el Padre dice. Es la garantía de saber que, cuando Dios habla, TODOS entendamos lo mismo. Es lo que hace posible el ruego de Pablo cuando dice: hablen todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer (1 Corintios 1:10) ¡Cristo NO está dividido!

La realidad reinante es la de una Iglesia que se expresa en decenas de miles de grupos distintos en el mundo, motivados en mayor medida por divisiones causadas por diferencias en la interpretación de la verdad, más que en la multiplicación a causa de una iglesia unida para que el mundo crea, debido a que opera en una sola mente, la mente de Cristo, que produce una perfecta expresión en el UNO, hablando todos una misma cosa y teniendo todos un mismo parecer y un mismo sentir en Cristo Jesús. 

La Gloria del uno no se manifiesta en un montón de gente tratando de ponerse de acuerdo, sino en un montón de gente que renuncia a sus voluntades para hacer solo la voluntad de Dios, expresada solo en la mente y la persona de su Hijo.

Fabián Liendo, pastor de Real Ciudadela

Queda perfectamente claro que en el nuevo pacto no existe la figura del “intérprete”. Dios solo le habla a su Hijo. No hay intermediarios entre Dios y los hombres que no sea Cristo, como ocurría en el antiguo pacto, porque los nacidos de nuevo fueron incluidos en Cristo, estamos en él, somos miembros de su cuerpo y su mente se expresa como un estado de gobierno, por lo tanto, en esta condición el único que habla es el “autor”, el único que “dice” es Dios.

El escritor de Hebreos nos dice que Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo (Hebreos 1:1-2). En este pacto Dios solo habla por el hijo.

¿Cómo abordar este problema con la única solución provista por Dios? Lo primero que debemos saber es que, a los que están en Cristo, se nos concedió una naturaleza que debe ser entrenada para poder identificar “el hombre” en el que estamos operando, si es “en adán” o “en Cristo”.

En qué mente estamos operando, si es en “la mente del hombre natural” o “en la mente de Cristo”.

«Por medio del apóstol Pablo, Dios nos revela en su palabra que estas dos naturalezas son completamente diferentes, opuestas entre sí, y coexisten. Esto revela que la guerra de cada día es contra la carne».

Fabián Liendo, pastor de Real Ciudadela

La expresión de la mente del hombre natural es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y estos se oponen entre sí. Pablo les dice a los romanos: Hagan morir las obras de la carne, por el espíritu, y vivirán (Romanos 8:13), Y aclara: los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos (Gálatas 5:24).

Ese es el estado permanente en el que Pablo se define diciendo:  Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí (Gálatas 2:20). NO me busquen más, desde que al Padre le agradó revelarme al Hijo, Pablo está crucificado juntamente con él.

No hay otra manera para que la vida de Cristo sea manifestada. Si es que lo queremos ver como lo que ÉL es EN nosotros y nosotros EN ÉL, como la única y perfecta Iglesia Gloriosa, debemos estar crucificados juntamente con ÉL, expresando la justicia que ahora es EN Cristo y que dice que el justo muere por los injustos, que el inocente muere por el culpable, con el fin de vernos reunidos en ÉL.

La división en la Iglesia de Cristo es el daño colateral de gente obrando en la mente y el hombre equivocado

Eso explica que la unidad no es un objetivo para la Iglesia, es una consecuencia de expresarnos en el UNO.

Si no estamos dispuestos a morir por amor a Cristo y nuestros hermanos de la misma manera que Cristo lo hizo por nosotros, siendo él inocente y nosotros los culpables, para vernos reunidos en ÉL, la unidad que manifiesta la gloriosa expresión de Cristo nunca nos ocurrirá, y trasladaremos las consecuencias mortales que esto implica para las futuras generaciones.


En esto consiste nuestra esperanza, en lo que dependa de nosotros, que si tomamos la Cruz poniendo el gozo delante de nosotros cada día, para que no vivamos nosotros, sino Cristo en nosotros, “fiel es el que os llama, el cual también lo hará” (1 Tesalonicenses 5:24).