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¿Por qué nuestras propias fuerzas no alcanzan en la vida cristiana?

Movernos sólo valiéndonos de nuestras propias fuerzas y capacidades está matando a la iglesia.

Toda persona que entrega su vida a Jesús se enfrenta a la disyuntiva de continuar un patrón que era normal en la vida sin Cristo. Allí hacíamos nuestra voluntad, y nos creíamos capaces de resolver los problemas con esfuerzos humanos. Pero la ineficacia de eso nos trajo a rendirnos al Señor.

“En esos tiempos ustedes vivían apartados de Cristo. No se les permitía ser ciudadanos de Israel y no conocían las promesas del pacto que Dios había hecho con ellos. Ustedes vivían en este mundo sin Dios y sin esperanza. Pero ahora han sido unidos a Cristo Jesús. Antes estaban muy lejos de Dios, pero ahora fueron acercados por medio de la sangre de Cristo.”
Efesios 2:12 – 13 (NTV)

El problema es que nos encontramos con muchos cristianos que, a pesar de “estar en Cristo”, en realidad siguen estando en ellos mismos. Entonces, todo lo resuelven con sus propias capacidades. Al decir esto, no desconozco que Dios nos dotó de dones que está buscando usar para Su gloria. Por ejemplo, podemos pensar en el apóstol Pedro, que antes de Pentecostés se comportó en muchas oportunidades mostrando su capacidad de liderazgo de una manera muy evidente. Pero su don en sus propias fuerzas lo llevó a negar a Jesús y a terminar llorando amargamente al ver sus limitaciones (Mateo 26:31-35 y 69-75). Así cuando Jesús resucitó, y lo restauró, Pedro comprendió que ya no sería a su manera, sino que necesitaba valerse del Espíritu.

“Cuando eras más joven te vestías tú mismo e ibas adonde querías. Pero te aseguro que cuando seas viejo, extenderás las manos y otro te vestirá y te llevará adonde no quieras ir.”
Juan 21:18

Pedro no solo fue restaurado luego de negar a Jesús, sino que un nuevo norte le estaba siendo dado, que lo acompañaría hasta el final de su vida terrenal: ya no es a tu manera. Así que veamos por qué es un problema confiarnos de nuestras capacidades.

Gracia y Ley

Cuando Pablo insiste en el cambio disruptivo que trajo Cristo con el Nuevo Pacto en su sangre, tiene el problema de la fe o los esfuerzos humanos en el fondo de la cuestión.

“Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte.”
Efesios 2:8 y 9

Si sabemos por la Escritura que no podemos ser salvos con nuestros esfuerzos, sino solo poniendo nuestra fe en el Señor Jesucristo, ¿qué nos hace creer que podemos cambiar ese enfoque a lo largo de nuestra vida cristiana? Lo que ganamos por gracia, al poner nuestra fe en el Señor Jesús, solo lograremos sostener y profundizar manteniendo nuestra fe en la obra de su Espíritu Santo. Del inicio al final, nuestra vida en Cristo consiste en actuar desde lo Él ganó en la cruz, su Espíritu prometido, y las herramientas que obtenemos desde nuestra relación con Él.

Mis capacidades y su poder

Nuestras capacidades naturales son un regalo de Dios con las que fuimos dotados. Pero así como el Padre nos capacitó desde antes de ser gestados, solo en Él lo que somos cobra pleno sentido. El pecado que muchos cometen es ser tan buenos en algo, que se valen de su capacidad para todo lo que están llamados a realizar. ¿Y cuál es el problema con esto? Que nuestras capacidades son limitadas. Lo que hoy sentimos poder hacer con nuestras fuerzas, mañana nos dejará a pie.

Es desgraciado ver a tantos cristianos que construyen su vida personal y aun de servicio sin complementarla con una búsqueda espiritual que les dé soporte, y le permita a Dios fortalecerlos en toda circunstancia. Como dice el dicho, confiarnos en nuestras capacidades y fuerzas es pan para hoy y hambre para mañana. Se nos tiene que revelar que las fuerzas del Espíritu no tienen límites, y siempre pueden hacer en y a través de nosotros más de lo que podemos imaginar.

“Al que puede hacer muchísimo más que todo lo que podamos imaginarnos o pedir, por el poder que obra eficazmente en nosotros…”
Efesios 3:20

Ese mismo poder puede confundir a muchos respecto a los dones del Espíritu. Porque hay creyentes que comienzan a fluir en dones que Dios les da soberanamente, o luego de un proceso de búsqueda, pero su vida espiritual en un momento comienza a decaer, a pesar de que los dones espirituales sigan estando. Jesús sobre esto dio una definición categórica:

“No todo el que me dice: ‘Señor, Señor’ entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: ‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?’ Y entonces les declararé: ‘Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.’”
Mateo 7:21 al 23

O sea, ni siquiera una manifestación del poder del Espíritu es garantía de estar caminando bajo la fuerza del Espíritu. Mi vida necesita permanecer haciendo la voluntad de Dios, que es un estado de completa dependencia, pero que nada pueda limitar su obra en mí.

Vivir con las fuerzas del Espíritu

La pregunta a responder ahora es: ¿Cómo vivo una vida en la que me valgo de la fuerza del Espíritu? Quisiera dejar tres aspectos a considerar que pueden ayudarnos:

  1. Cómo reaccionamos ante una situación a resolver. Es normal responder con ansiedad, preocupación o temor. ¿A quién es al primero que recurrimos ante un problema? Es muy usual que confiemos más en un amigo, familiar, profesional, antes que en el Creador de todo. Y la Palabra nos impulsa: “Todo el que confíe en él no será defraudado” (Romanos 10:11). Desde este lugar ¿de qué podríamos preocuparnos? Estamos hablando de aquel que hace que todas las cosas trabajen para nuestro bien.
  2. Cuidar nuestra capacidad de razonamiento. Muchas veces nuestra mente puede constituir un límite si nos lleva a sacar conclusiones que no consideren las fuerzas ilimitadas del Señor en la ecuación. Eso significa que por más creativos que Dios nos haya hecho, el Espíritu tiene una gran facilidad para sorprendernos por su obra sin restricciones. Nuestra lógica funciona mejor obedeciendo, que estando al mando de nuestras decisiones. La mejor forma de hacer funcionar a nuestra mente es sometida a la voluntad del Espíritu.
  3. Evaluar constantemente nuestra vida espiritual a la luz de las disciplinas espirituales. El apóstol Pablo dijo que “el que piensa que está firme, mire que no caiga” (1 Corintios 10:12). Y antes, en esa misma carta, afirmó sobre sí mismo “golpeo mi cuerpo y lo domino, no sea que después de haber predicado a otros, yo mismo quede descalificado” (1 Corintios 9:27). En términos espirituales, lo básico y más importante es lo que antes se suele descuidar. Pero un hijo de Dios no puede darse el lujo de dejar de lado la oración, el ayuno, la meditación en la Palabra, la generosidad, la vida en comunidad, y el servicio. Necesitamos practicar todo aquello que nuestro Señor Jesús practicó para que la fuerza del Espíritu fluya en nosotros, y potencie en su propósito nuestros dones y capacidades.
David Decena
David Decena
Pastor junto a su esposa, Abigail, de Victory Church (Mnes. Argentina). Realiza una maestría en orígenes del cristianismo en España. Es Director y co-fundador de EDES (Escuela de Entrenamiento Sobrenatural). Junto a Abigail, pastorea los ministerios creativos de su casa, trabajando en la expansión territorial de la iglesia en otras ciudades.

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