Estamos muy acostumbrados a cumplir las rutinas que ya tenemos incorporadas en nuestras vidas. Pero, ¿pensaste alguna vez?, ¿te detuviste un momento a pensar, por qué estás haciendo las cosas?
Probablemente, tu vida está llena de tareas, proyectos, sueños, responsabilidades, relaciones, etc. Pero, ¿cuál es el propósito ahí?, ¿la vida simplemente se trata de disfrutar mientras se pueda y ser feliz en algunos momentos?, ¿no hay nada más que eso?
Es maravilloso disfrutar de la vida, las amistades, los momentos, las metas, ¡no hay duda en eso! Pero tal vez te pasó que llega un momento muy feliz o esperado en tu vida, luego termina y dentro de ti surge un “¿y ahora qué?”. Algo así como cuando acaba una etapa de la vida y comienza otra. Puede ser cuando terminas el colegio, cuando te recibís de una carrera universitaria, cuando te vas de un trabajo, cuando terminás una relación de muchos años.
Dios me hizo entender que esa sensación de vacío por lo que estoy haciendo en este mundo viene por creer que mi tarea acá es hacer algo distinto a hablar de su amor. No hay, no existe nada en este mundo que pueda dar la plenitud que nos da alinear nuestra vida a la vida de Dios.
“Les dejo un regalo: paz en la mente y en el corazón. Y la paz que yo doy es un regalo que el mundo no puede dar. Así que no se angustien ni tengan miedo”, nos dice Juan 14:27 (NTV).
Es verdad, podemos tener paz, felicidad y muchas cosas más, aun estando separados de Dios, pero… ¿Esa paz dura? ¿Alguna vez lograste “ser feliz” durante mucho tiempo separado de Dios? ¡Yo no! Yo no encontré jamás, ni en las cosas más satisfactorias y grandes que pudo ofrecerme el mundo, una plenitud como la que Dios da.
El propósito de cada día es experimentar su amor y después compartirlo. No es lograr mis grandes sueños, no es viajar por todo el mundo, no es conseguir miles de likes en mis redes sociales o agradarle a la gente. Mi propósito es hablar de su amor cuando antes yo lo haya experimentado.
¡Y lo que hablo lo experimenté antes! No hablo de algo que me contaron o saqué de un libro. Yo sé que muchas cosas pueden hacerme feliz momentáneamente, pero también sé que nada se compara a cumplir el propósito que Dios tiene para mi vida en este mundo. Y ese propósito es el mismo en cada persona que ha llegado a tocar su cruz, solo que de diferentes formas y por distintos medios, pero Él nos habló lo mismo a todos.
“Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones”. Los discípulos habían pasado tiempo con Jesús y ahora les tocaba ir a hablarles a quienes no lo conocían sobre quién Él es. Lo mismo sucede en nuestras vidas. ¡¡Yo pasé tiempo con Él, y ahora mi corazón anhela contarle al mundo quién es y lo increíble que Él es!!
¿Por qué hago lo que hago? Simple. Porque hay un propósito más allá de lo pasajero en mi corazón, y la semilla la puso Él en mí. Depende de mis decisiones permitir que ese propósito crezca y crezca cada día. Él da el crecimiento, yo solo tengo que decirle que sí.