Cuando reflexionamos acerca de este tema, en primer lugar, debemos entender y sellar en nuestros corazones las verdades de las palabras de Dios que dicen: “de los niños es el Reino de los Cielos, que no entraremos en él si no fuésemos como ellos y tremenda cosa es serles de tropiezo”.
Partiendo de esta revelación de que el corazón de Dios late fuertemente por lo más pequeños, debemos entender que todo aquel que se dispone a servir en el ministerio con los niños debe vivir una vida de arrepentimiento, búsqueda y comunión diaria con el Espíritu Santo para poder compartir el evangelio (las buenas noticias).
No podemos dar lo que no tenemos. Las buenas noticias serían, en palabras sencillas, manifestar las virtudes de Jesús cada vez que nos presentamos a trabajar en la tarea que nos ha sido asignada, donde el Señor nos ha convocado a colaborar.
Cuando compartimos de Jesús a los niños y ellos alcanzan a tener un verdadero encuentro con Él, recibiéndole en sus tiernos corazones, sus destinos e historias ya predestinadas, cambian de dirección, literalmente: cambia su eternidad.
Los niños que permanecen en el camino, avanzan por las etapas de la vida creciendo y desarrollando una mente sana, aprenden a perdonar y amar. Logran cortar en el nombre de Jesús toda herencia maldita que el enemigo puso para destruirlos y arruinar su futuro. Por ende es posible que puedan formar familias que también serán de bendición a otros.
Por eso no dejemos de proclamar la palabra: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”. Proverbios 22:6
Desde mi experiencia en el área de la música, donde he servido junto con mi esposo durante muchos años, puedo decir con certeza que: Dios habita en medio de la alabanza, impartiendo con tremendas bendiciones en la vida de las personas, trayendo salvación y sanidad para el espíritu, alma y cuerpo.
Recuerdo con mucha emoción una experiencia que tuvimos en un campamento de niños, cuando el Señor me regaló una canción cuya letra invitaba a entregar el corazón a Jesús. Fue muy conmovedor ver a tantos niños arrodillados abriendo su corazón y aceptando al Salvador mientras eran ministrados por esa sencilla canción inspirada por el Espíritu Santo. Hoy, unos cuantos de ellos son preciosos siervos del Señor, maestros, músicos y pastores ¡Gloria a Dios!
Por eso te animo a que sigas gastando tu vida e invirtiendo tiempo en seguir trabajando para los “preferidos del Reino”. Usa todos los recursos que tengas a tu alcance, no te compares con otros, recuerda que el Espíritu repartió como quiso y cada cosa que haces lo estás haciendo para el Señor Jesús.
Dios ve cada detalle y lo toma como ofrenda de amor, somos responsables de obedecer y cumplir la tarea, los resultados corren por su cuenta.
¡Hablemos de Jesús a los niños! Tomemos del trono todo lo necesario para ser colaboradores eficaces y llevar mucho fruto.
¡Dios está con nosotros siempre! Él vivificará nuestras vidas, nos dará fuerzas y te recuerdo que: “Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán”. Salmo 126:5