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Mitos sobre la sexualidad en los jóvenes cristianos

Cuando un joven decide poner límites a ciertas prácticas sexuales o reorientar su sexualidad, está dando un paso que merece respeto y apoyo. No es fácil ir contracorriente en un mundo que parece gritar que “todo vale” y donde el deseo parece ser el jefe.

Decir “yo elijo cómo vivir mi sexualidad” es una declaración fuerte, y como acompañantes adultos, tenemos la oportunidad (y la responsabilidad) de ayudarles a caminar este camino sin sentirse solos, juzgados o confundidos.

1. La sexualidad no es solo sexo (¡oh, qué novedad!)

Empecemos por algo básico: la sexualidad no se reduce a lo que pasa en un cuarto oscuro (o iluminado, dependiendo). Es una dimensión que incluye emociones, relaciones, valores, espiritualidad y cómo una persona se ve a sí misma. Cuando un joven decide poner límites, no está negando su sexualidad, sino definiéndola a su manera. Ayúdales a entender que su decisión es un acto de conciencia, no una renuncia.

2. Autonomía: dejemos que manejen su propio auto

Acompañar no significa tomar el volante, sino estar en el asiento del copiloto y ofrecer dirección cuando la pidan. Decidir sobre su sexualidad no debería venir de un sermón, una presión o un susto, sino de su autonomía y autoconocimiento. Refuérzales la idea de que tomar decisiones basadas en sus valores y no en el miedo fortalece su autoestima y les da herramientas para navegar la vida con propósito.

3. El deseo no es el enemigo (ni el villano de la película)

Es normal que el deseo sexual sea un desafío, sobre todo cuando se decide no actuar en función de él. El deseo no es un problema que hay que erradicar, sino una energía que se puede canalizar hacia actividades que construyan en lugar de desgastar. Ayúdales a entender y gestionar lo que sienten. La clave está en acompañarlos para que no se sientan culpables por desear, sino orgullosos por elegir cómo expresarlo.

4. ¿Cultura, religión o libertad?

Vivimos en un mundo donde la sexualidad está llena de mensajes, algunos culturales, otros religiosos, y no pocos contradictorios. Para muchos jóvenes, decidir limitar ciertas prácticas viene acompañado de un “equipaje” de expectativas externas. Como acompañantes, necesitamos ayudarles a distinguir entre lo que es una brújula (que guía) y lo que es una jaula (que limita). Pregúntales: ¿esto lo haces porque te conecta con lo que crees o por miedo al qué dirán?

5. Por favor, no les pongamos culpa extra

La culpa no es el ingrediente mágico para una vida sexual saludable; al contrario, puede causar más daño que beneficio. Recuérdales que Dios no diseñó el deseo para que se convierta en un castigo o una tortura, sino como una parte hermosa de quienes somos. Ayudarles a entender y aceptar sus emociones, en lugar de reprimirlas, es mucho más efectivo para que vivan su decisión con paz y no con ansiedad.

6. Educación sexual: porque acompañar también implica aprender

Apoyar a un joven en este camino significa que tú también necesitas herramientas. Hablar de sexualidad no es solo advertir sobre riesgos o decir “no hagas esto”; es ofrecer espacios seguros para explorar preguntas, dudas y emociones. Invierte tiempo en educarte y en ofrecerles recursos que les ayuden a vivir su decisión sin desconectarse de su sexualidad ni demonizarla.

Y al final…

Acompañar a un joven en su decisión de limitar prácticas sexuales o reorientar su sexualidad no se trata de imponer una visión ni de ser un fiscal. Es ser un apoyo amoroso, respetuoso y realista. Tu papel no es decidir por ellos, sino caminar a su lado, reforzarles que esta es su elección y ayudarles a integrar su sexualidad como algo positivo y pleno. Porque al final, la meta no es la perfección, sino la coherencia con lo que creen, valoran y quieren construir en su vida.

Judith Martinez
Judith Martinez
Psicóloga Clínica con formación en Evaluación Psicológica, Educación Sexual con Valores, trabajé con familias y liderazgos, ofreciendo orientación en la crianza desde la clínica privada, talleres en escuelas y comunidades de fe. Como psicóloga institucional trabajó en Centros Residenciales, supervisando equipos técnicos de niños bajo medidas de protección excepcional.

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