Mi nombre es Eduardo Piña y junto a mi esposa Rose somos misioneros a tiempo completo en Albania, este de Europa, desde hace más de cinco años.
Recibí mi llamado misionero en el año 2000, cuando yo tenía apenas seis meses de convertido. No tenía ningún conocimiento sobre misiones y tampoco mucho de la Biblia. Estaba en mis primeros pasos en la fe y Dios me llamó a las misiones. Me puso en el corazón específicamente la palabra Albania, un país desconocido para mí hasta este momento.
“¿Qué puedo hacer yo? —pensé en este momento— ¿Como es que Dios me confía una tarea tan grande a mis ojos?”. Me sentía muy pequeño y tan incapacitado en ese entonces que me quedé en shock por algunos días.
Fue ahí que un pastor me entregó tres palabras específicas, directo del corazón de Dios, que me acompañarían hasta el día de hoy. Las palabras son: perseverancia, compromiso y caminar aun no viendo resultados…
Perseverancia, la palabra que fue clave en todo este proceso de envío
Creer que un día Dios me llevaría a Albania parecía tan lejos e inalcanzable, pero era su propósito para mi vida y la de mi esposa. Fueron muchos años de espera desde que recibí el llamado misionero. Concretamente pasaron doce años hasta que pisamos por primera vez la tierra prometida. Fueron tiempos de sanar heridas, tiempos de ayuno y de amar a esta nación sin conocerla. De cerrar ciclos y recibir entrenamiento misionero.
¿Si pensé en desistir? Sí, por supuesto. Parecía que las puertas se cerraban, que el momento de ir al campo nunca llegaría, pero Dios siempre me llevaba a su Palabra y a las promesas que me había dado que a su tiempo se cumplirían.
En el año 2015, finalmente pudimos concretar el viaje a largo plazo. Desde entonces estamos sirviendo en este hermoso país que por muchos años estuvo bajo a un sistema comunista muy fuerte, donde la iglesia recién se está levantando, donde todavía el Islam predomina y tiene mucha injerencia en la sociedad.
Vivir en otro contexto, con tradiciones e idioma distintos, cosmovisiones diferentes es un gran desafío para todo misionero transcultural, donde la perseverancia es esencial. Hay momentos en los que vienen ganas de retroceder o sentimientos en que las expectativas que teníamos se están desmoronando. El choque cultural es un proceso doloroso en el que realmente necesitamos traer a la memoria las palabras y promesas que Dios nos dio para seguir adelante en su propósito para nuestra vida.
Ahora podemos decir que valió la pena cada etapa vivida, cada lágrima que derramamos, porque vemos la fidelidad del Señor en cada detalle en nuestra vida. Y estamos agradecidos por el privilegio de ser instrumentos de bendición y agentes de transformación en esta nación que está en el corazón de Dios. Estaremos acá para ver un gran avivamiento. ¡Lo mejor de Dios está por venir!
“Sigo avanzando hacia la meta para ganar el premio que Dios ofrece mediante su llamamiento celestial en Cristo Jesús” (Filipenses 3:14).
Misioneros de Juventud con Una Misión en el norte de Albania donde dirigen un Centro Misionero enfocado en las áreas de evangelismo a través de los deportes y ministerio de misericordia . Hace 5 años y medio que están sirviendo en el campo transcultural a tiempo completo.